La noche de Halloween llegó cargada de emoción y anticipación. Liora, frente al espejo de su habitación, ajustaba los últimos detalles de su disfraz. El vestido negro que había elegido caía con elegancia, adornado con encajes oscuros que le daban un aire de misterio. Sin embargo, el verdadero protagonista de su atuendo era la máscara. Se había asegurado de que fuera el centro de atención, el toque único que haría su disfraz inolvidable.
La máscara, con sus intrincados grabados y su expresión ambigua, le daba un aire místico. Mientras la sostenía en sus manos, la observó detenidamente una vez más. Había algo hipnótico en aquellos ojos alargados, casi felinos, que parecían seguir cada uno de sus movimientos. A pesar de la advertencia del anciano, Liora había decidido usarla sin miedo. «Es solo una máscara», se repetía, «nada más». Esa historia de la maldición no era más que una estrategia de venta, un cuento para asustar a los ingenuos. Liora no era de las que creían en ese tipo de cosas.
Se colocó la máscara lentamente, sintiendo cómo el frío del material se ajustaba a su rostro. Por un momento, tuvo la extraña sensación de que encajaba a la perfección, como si hubiera sido hecha para ella. Sus ojos, al mirarse en el espejo, destellaron por un segundo con un brillo que no pudo identificar, pero rápidamente lo atribuyó a la emoción del momento.
—Perfecta —se dijo, sonriendo bajo la máscara.
Un mensaje de Kyle, su mejor amigo, la sacó de sus pensamientos:
«¿Ya estás en camino?»
Era hora de unirse a la fiesta.
La casa de Kyle siempre había sido el lugar de encuentro para sus amigos en Halloween. Cada año organizaban una fiesta temática que crecía en extravagancia, y este año no era la excepción.
Al llegar, la música ya resonaba desde dentro y la risa de los invitados llenaba el aire. Las luces de colores parpadeaban a través de las ventanas, y la decoración gótica en la entrada daba la bienvenida a cualquiera que se atreviera a cruzar el umbral.
Liora respiró profundamente antes de entrar. Sabía que su disfraz llamaría la atención y, en el fondo, le encantaba esa idea. Al abrir la puerta, todas las miradas se volvieron hacia ella.
—¡Liora, eso es increíble! —gritó Nuria, una de sus amigas, mientras se acercaba con una bebida en la mano—. ¿De dónde sacaste esa máscara?
Liora sonrió, o al menos lo intentó bajo la máscara. La pieza era tan ajustada que apenas podía mover sus labios sin sentir una ligera presión en su piel. Aun así, su satisfacción era evidente.
—Es de una tienda de antigüedades. La vi y supe que tenía que ser mía.
Sofía la observó más de cerca, con una mezcla de admiración y curiosidad.
—Es un poco… inquietante —comentó con una risa nerviosa—, pero te queda genial. No puedo imaginar a nadie más con algo así.
Liora sintió una extraña punzada en su interior, una sensación que no supo identificar de inmediato. Era como si su cuerpo respondiera de manera inusual a las palabras de Sofía, pero rápidamente apartó la sensación. Seguramente eran los nervios del momento.
Kyle apareció poco después, disfrazado de vampiro clásico, pero en cuanto vio a Liora, su expresión cambió. La observó con detenimiento, sus ojos fijos en la máscara, como si algo en ella lo inquietara.
—Wow, Liora… —murmuró—. Eso es… algo más.
—¿Algo más? —preguntó Liora con una risa juguetona—. Espero que sea algo bueno.
—Sí, claro… —respondió Kyle, aunque su tono estaba cargado de una incomodidad que no pasó desapercibida—. Es solo que… no sé, hay algo raro en esa máscara. Parece… demasiado real.
Liora rodó los ojos, aunque sabía que Kyle no podía verlo.
—Solo es una máscara, Kyle. No te pongas paranoico.
La noche continuó entre risas, música y baile. Los amigos se reunían para comentar sobre sus disfraces, compartir historias espeluznantes y disfrutar del ambiente festivo. Sin embargo, a medida que avanzaba la noche, Liora comenzó a notar algo extraño. Sentía que su energía se desvanecía de manera inusual, como si la máscara estuviera absorbiendo su vitalidad. Cada vez que intentaba quitársela para descansar un poco, su mano se detenía a medio camino, incapaz de completar el movimiento.
—¿Estás bien? —le preguntó Kyle, acercándose cuando la vio sentada en el sofá, aparentemente agotada.
—Sí, solo necesito un respiro —dijo ella, aunque incluso hablar le costaba más esfuerzo de lo habitual.
Kyle la miró con preocupación, inclinándose hacia ella.
—¿Seguro que no quieres quitarte la máscara? —preguntó, con voz suave—. Quizá te está molestando.
Liora intentó levantar la mano para retirarla, pero algo se lo impidió. Fue un instante breve, pero lo suficiente como para que sintiera una especie de resistencia, como si la máscara se hubiera adherido a su rostro de una manera que no podía comprender. Se congeló por un segundo, sus dedos rozando el borde del objeto.
—No… no puedo —murmuró, más para sí misma que para Kyle.
Kyle frunció el ceño, preocupado. Se inclinó hacia ella y, sin previo aviso, intentó ayudarla a quitarse la máscara. Pero en el momento en que sus dedos tocaron el borde de la pieza, Liora sintió un estallido de dolor agudo en el rostro. Era como si la máscara estuviera viva, como si tuviera garras que se hundían en su piel.