La posesión de la máscara

Capítulo V. El corazón de la venganza

El aire en el cuarto era denso, cargado de emociones que se entrelazaban como un torbellino. Liora sentía que el hechicero la observaba, ya no con la furia que había mostrado al principio, sino con confusión. Esa chispa de duda que había encendido en él era su única oportunidad para salvarse a sí misma.

—¡Tú no eres solo odio! —gritó nuevamente, con una voz que resonó entre las paredes frías—. ¡Has sido herido, traicionado, pero no necesitas dejar que eso te consuma!

El hechicero parpadeó, su rostro aún oculto por la capucha, pero Liora podía sentir cómo su presencia cambiaba. En lugar de la ira descontrolada, había un destello de curiosidad, una apertura a la posibilidad para la sanación.

—¿Quién eres? —preguntó él, con voz temblorosa, como si estuviera luchando contra las cadenas invisibles que lo mantenían atado a su sufrimiento.

—Soy Liora. Solo soy una chica que encontró una máscara y… —Su voz se quebró, pero se obligó a seguir—. Estoy atrapada en esto porque usé algo que no comprendía. Aunque lo que quiero es liberarte, liberarte de esta ira.

El hechicero dio un paso hacia ella, y la confusión reemplazó gradualmente la furia en su rostro. En su mente, Liora sintió que los recuerdos del pasado comenzaban a fluir: risas, miradas de amor, momentos compartidos. Era un fragmento fugaz de lo que él había sido antes de que la traición lo transformara en un ser consumido por la venganza.

—No entiendes… —dijo él con su voz rota por la desesperación—. Ellos me traicionaron, me arrebataron todo. La venganza es lo único que me queda.

—¡Pero no es lo único que te define! —insistió Liora, sintiendo cómo el peso de sus palabras resonaba en el ambiente. Su corazón latía con fuerza; cada palabra era un intento de tocar la esencia del hechicero—. Has estado atrapado en una espiral de odio durante demasiado tiempo. ¿No quieres encontrar la paz? ¿No quieres dejar de sufrir?

El hechicero retrocedió un paso, y la capucha cayó ligeramente, revelando un rostro marcado por el sufrimiento. Liora pudo ver las cicatrices, no solo físicas, sino también las internas, aquellas que lo habían llevado a convertirse en el ser que era ahora.

—¿Paz? —preguntó, incrédulo—. No hay paz para mí. Solo hay dolor.

—Entonces, déjame ayudarte a encontrarla —dijo ella con una sinceridad que parecía romper el hielo que los separaba—. No tienes que seguir así. Hay más en la vida que el dolor. Si me dejas entrar, puedo ayudarte a recordar quién eras antes de que todo esto ocurriera.

La mirada del hechicero se suavizó por un instante, y Liora sintió una conexión profunda, como si algo en su interior resonara con lo que ella decía. Pero al mismo tiempo, el eco de la ira se cernía sobre él, y su rostro se endureció nuevamente.

—¿Cómo puedo confiar en ti? —preguntó con desconfianza.

—No lo sabes, pero estoy aquí por accidente. No quise ponerme la máscara; fue un error. Pero ahora estoy aquí, y no quiero que sigas atrapado en tu propio sufrimiento. Quiero ayudarte a liberarte de esta carga.

Por un instante, el hechicero pareció dudar. Sus ojos se entrecerraron, y Liora sintió que se aproximaba a una verdad crucial.

—Eres fuerte —dijo finalmente—. Pero la venganza es lo único que me da poder. ¿Qué pasaría si te dejo ir y te arrepientes de ello? ¿Qué me detendría de volver a la oscuridad?

—La elección es tuya —replicó Liora, sin apartar la vista de él—. Pero piensa en lo que realmente quieres. ¿Es el poder lo que anhelas, o el amor, la paz, la felicidad? La venganza solo perpetúa más dolor. No te llevará a lo que realmente deseas.

El hechicero pareció vacilar. Podía ver la lucha interna que se desataba en su mente. Liora sabía que debía aprovechar esta oportunidad. La ira podía consumirlo, pero también había luz dentro de él, un destello de esperanza que no debía dejarse extinguir.

—Déjame ayudarte a recordar —dijo con voz suave—. Cierra los ojos. Siente lo que realmente eres. Tienes la fuerza de un hechicero, pero también tienes el derecho a ser libre. Recuerda tus momentos de felicidad, tus sueños. ¿Qué era lo que realmente querías antes de que todo se desmoronara?

El hechicero cerró los ojos, y su expresión de lucha se intensificó. Liora se concentró, sintiendo la conexión entre ellos. Podía percibir su angustia, pero también la esencia de lo que él había sido. Sabía que el proceso sería doloroso, pero era un paso necesario para liberarlo.

A medida que las imágenes comenzaron a fluir en su mente, pudo ver fragmentos de un pasado distante. Recordó a un joven con una sonrisa brillante, rodeado de amigos, risas y luz. La sensación de pertenencia y amor, antes de que la oscuridad lo envolviera.

—¿Lo ves? —susurró Liora—. Eso es parte de ti. Aún vive en tu corazón.

Lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas del hechicero, y Liora sintió que el muro que él había construido a su alrededor comenzaba a desmoronarse. Había un destello de esperanza en sus ojos, una chispa de la persona que había sido.

—¿Y si los perdono? —preguntó con voz entrecortada—. ¿Y si me dejan vacío?

—No, no te dejarán vacío —respondió Liora—. Te liberarán. La venganza solo te encadena. Pero el perdón te da libertad. Ellos hicieron mal, no tú.



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Editado: 01.11.2024

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