Aquella noche, después de mi cita con la Princesa de Hielo y de la larga platica con Vanessa, hubo algo que no me dejó dormir tan fácilmente. ¿Para qué quiere que vaya a su casa?, esa pregunta rondaba por mi cabeza y no me dejaba cerrar los ojos tranquilamente.
Formulé varias teorías, pero la que más lógica tenía era que ella me había invitado solo para que yo no pensara que tenía algo que esconder. Debió pensar que su exagerada reacción al ofrecerme a acompañarla podía levantar alguna extraña sospecha sobre ella. Si esto era cierto, no estaba muy equivocada, aunque más que sospechas, generó algunas dudas. El negarse de esa manera a que yo la acompañara era algo exagerado aun tratándose de ella.
También estaba la posibilidad de que simplemente su casa no estuviera en condiciones para recibir visitas. En todo caso, eso trataría de averiguarlo al día siguiente, por lo que me convencí a mí mismo de que lo mejor era dormir.
Al otro día por la mañana, me di un baño, me preparé y justo cuando pensaba desayunar algo, mi celular sonó. Era la Princesa de Hielo quien llamaba como lo había prometido la noche anterior.
—Hola, buenos días —contesté de manera muy casual.
—¿Así contestas siempre tu teléfono? —Pregunto ella con voz seria.
—No, regularmente un "Bueno" antecede cualquier saludo, pero sabiendo que eras tú me salté ese paso del protocolo.
—OK te creeré —dijo sin darle más importancia—. ¿Sí quieres venir a mi casa el día de hoy?
—Fue tu propuesta, pero sí, me gustaría visitarte. Solo si tú quieres que vaya —Aclaré para no dar la impresión de estarla presionando.
—Sí, no hay problema, quiero que vengas y por lo de ayer, solo no estaba lista para...
—Oye, eso no importa —La interrumpí, ya que en su tono de voz escuché que ella estaba buscando alguna excusa y podría terminaría mintiendo—. Si me invitas solo por eso, déjame decirte que no tienes por qué esforzarte tanto.
—No, no es eso... —hizo una breve pausa—. Bueno sí, era eso, pero ya preparé todo y de todas formas me... gustaría que vinieras —El tono de su voz se fue apagando a medida que avanzaban sus palabras, como si le costara admitir algo.
—Está bien, iré. Ya estaba listo para salir, así que será un placer visitarte. Solo dime la hora a la que quieres que vaya y, más importante, dime donde vives.
Ella me dijo que ya estaba lista y que si yo quería podíamos desayunar juntos, también me dio las indicaciones para llegar a su casa. Me sorprendió ver que la dirección pertenecía a un conjunto residencial bastante exclusivo a la orilla de la ciudad. Ella me dijo que en la caseta de vigilancia ya estaban enterados de mi visita y que me dejarían pasar solo dando mi nombre.
Dado que ese día desayunaría en el "castillo de la Princesa", solo tome un café y un par de galletas para no salir con el estómago vacío y pedí un taxi que me llevaría hasta la dirección que me había dado.
El camino era algo largo. Tardamos casi una hora en llegar. Mi sorpresa fue grande cuando estuvimos en la exclusiva zona, ya que yo no tenía ni idea de que el contraste fuera tan marcado con el resto de la ciudad. En ese lugar no había simples casas grandes, si no mansiones.
El taxi se paró en la caseta de vigilancia y un par de guardias salieron de inmediato. Caminado uno de cada lado del auto llegaron hasta la ventana trasera del auto la cual abrí para hablar con ellos.
Tal y como lo indicó mi compañera, ellos nos dieron el paso en cuanto verificaron que mi nombre estaba en una lista de visitas, no sin antes pedirme una identificación y avisar de mi llegada por radio.
—Qué estrictos —exclamó el chofer del taxi.
—Sí, la seguridad es cosa seria aquí —contesté.
—Debe serlo, tienen mucho que cuidar, mire esos autos.
Miré por la ventana y efectivamente pude ver varios autos deportivos y de lujo estacionados afuera de algunas casas.
El taxi avanzaba mientras buscábamos el numero de la casa que se me había indicado. Casi sin pensarlo pasé por alto una de las residencias más grandes del lugar que se encontraba al final de una calle.
Después de avanzar más y ver que la numeración no se movía a nuestro favor, le pedí al taxista que retrocediera un poco y para mi sorpresa, aquella gran mansión tenía el número que estaba buscando.
El lugar era enorme, tanto que la reja de entrada tenía su propia caseta de vigilancia. A través de esta pude ver un gran jardín con flores de todo tipo acomodadas minuciosamente, el pasto parecía el de un campo de golf en perfectas condiciones. Iniciando en la entrada, había un amplio camino que llegaba hasta la puerta principal de la mansión, que en realidad parecía un castillo.
Bajé del taxi y me dirigí con los hombres de la entrada quienes confirmaron que esa era la residencia que yo buscaba y que ya me estaban esperando. El taxi se fue y yo entré escoltado de los dos imponentes guardias. De pronto la princesa salió de su castillo para recibirme.
—Hola, que bueno que llegas —Me saludo ella con un abrazo.
—Hola, disculpa la tardanza —contesté mientras le correspondía.
Editado: 13.06.2023