La princesa de repuesto

Capítulo 20. Enfrentamiento a muerte entre salvajes

Una caravana proveniente del virreinato se estaba acercando al palacio. La misma consistía en un enorme carro de veinte asientos, donde trasladaban a diez hombres de distintas tribus del “Viejo Mundo” que fueron capturados y trasladados al reino del Norte por órdenes de la ex princesa Jade.

La joven, desde que había conocido a Dunga, planificó la creación de una serie de combates, donde cada sujeto debía enfrentarse entre sí a un duelo con la promesa de ganar su libertad.

Jade, quien durante ese proceso había sido destituida, se le olvidó por completo. Su padre, en cambio, decidió recibirlos ya que se había informado previamente sobre las gestiones que hizo su hija durante su periodo de regencia.

Los guerreros que trasladaban a los prisioneros, al presentarse ante el trono, quedaron algo consternados al ver al rey recibiéndolos. Aun no se enteraron de las noticias y, por eso, no sabían cómo proceder.

Sin embargo, el capitán dio un paso al frente y, señalando a los salvajes capturados, dijo:

– Su majestad, por petición de la princesa Jade, le hemos traído a estos hombres para que sean la atracción principal del evento de duelos del “Viejo Mundo”. Estas personas son muy conflictivas, han pasado atacando las villas establecidas en el virreinato y alterado la paz entre los pobladores. La virreina cree que la princesa sabrá qué hacer con ellos.

Ya habían pasado tres días desde que el rey Marco mandó a la ex princesa a su habitación. Si bien planeaba sacarla de ahí dentro de una semana, pensó que lo correcto sería que ella se encargara de ese asunto.

“Solo será un mero entretenimiento”, pensó el rey, contemplando a los hombres capturados. “No creo que mi hija planee usarlos para conspirar contra mí. De todas formas, poco o nada podrá hacer mientras la tropa real esté de mi lado”.

– En ese caso, mandaré a que llamen a mi hija – respondió el rey, manteniendo una expresión neutra – Ella se encargará de gestionar este evento, así es que si tienen dudas al respecto, consúltenlo directo a ella.

– Entendido, su majestad.

………………………………………………………………………………………………………………………………

– Debería calmarse, alteza. Cuando está alterada, no suele razonar con claridad.

– ¿Y cómo quieres que me calme, Montse? Si mi padre me destituyó y arrebató lo que me hacía única. Además, ¿por qué me sigues llamando así, si ya no soy una princesa?

– Para mí siempre lo serás. Y no necesito títulos para demostrarlo.

Durante su encierro, Jade solía recibir la visita de Montse, debido a que era su única amiga y la persona en quien más confiaba en esos momentos. La baronesa se sentía mal por ella, pero poco o nada podía hacer si el propio rey tomó esa decisión.

En el tercer día, las dos estaban conversando sobre el tema. Se preguntaban qué harían a continuación y cómo lograrían sus objetivos aunque las cosas estuviesen en su contra.

En un intento por sonar optimista, la baronesa comentó:

– Aunque ahora es él quien supervisa sus medicamentos y al personal de servicios, no durará para siempre. El rey proviene de tierras cálidas, es cuestión de tiempo para que su salud vuelva a decaer ante una simple nevisca.

– Puede que tengas razón – dijo Jade, mientras se llevaba una mano al mentón en modo pensativo – De ser así, espero que suceda antes de que me trasladen a mi ducado. De esa forma, podré todavía persuadir a mis antiguos aliados de que me apoyen y reclamen no solo que restauren mi título, sino que me nombren como la próxima sucesora al trono.

Mientras conversaban, un soldado del rey entró a sus aposentos y le dijo:

– Su excelencia, el rey Marco solicita su presencia en el trono de inmediato.

Eso a Jade le sorprendió, dado que tenía entendido que debía permanecer en su habitación por más días. Aun así, siguió al soldado, en compañía de su fiel amiga, hasta el trono.

El rey Marco, una vez que vio a su hija, señaló a los recién llegados y le explicó:

– Tengo entendido que planeabas armar un evento de duelos con prisioneros del “Viejo Mundo”. ¿No es así, hija? O, al menos, estos guerreros me lo contaron así.

Jade, temiendo lo peor, se acercó a su padre y le dijo con voz de súplica:

– Oh, mi rey amado, yo solo buscaba una forma de relajar las tensiones entre las masas con un poco de entretenimiento bélico. Pensaba que así podría paliar los errores que cometí durante mi regencia.

El rey, repentinamente, apoyó su mano sobre la cabeza de su hija y le dijo con una voz más suave:

– Está bien, querida. Por esta vez lo dejaré pasar pero, por favor, la próxima infórmame de tus planes con anticipación antes de llevarlas a cabo.

Jade se quedó helada. Y, con los ojos abiertos de la sorpresa, le preguntó:

– ¿Entonces me dejarás que organice los combates, padre?

– Así es, mi pequeña – dijo el rey, ampliando su sonrisa – En cuanto dure las gestiones para asignarte tu ducado, podrás organizar este evento personalmente como patrocinadora. Los guerreros están al tanto, así es que ellos acudirán a ti personalmente en caso de que tengan dudas.

Para Jade, eso fue un inesperado golpe de suerte. Aunque en esos momentos era una simple duquesa, el rey declaró delante de todos los presentes que ella estaría a cargo de ese evento tan importante que, por lo general, se lo asignaba a un príncipe. Con eso, podría recuperar parte de su influencia perdida y, si lograba que el evento fuera un éxito, se ganaría de poderosos aliados que la respaldarían a la hora de buscar recuperar sus títulos perdidos.

– Está bien, padre – dijo Jade, mientras tomaba una de las manos del rey y lo besaba – déjamelo todo a mí. Me encargaré de que los combates sean tan emocionantes que atraigan a personas de todos los reinos, sin excepciones. ¡Esta vez no te defraudaré!

Una vez que llegaron a ese acuerdo, Jade guio a los guerreros hacia su oficina para organizar los detalles, mientras que pensaba con optimismo y malicia:




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.