– ¿De verdad esto será una buena idea?
– Debemos confiar en la reina. Ella sabe lo que hace.
Theo y Jack lograron pasar por la ciudad unos días antes del gran evento. Ya podía ver a los soldados reales recorriendo por los alrededores, pero aun podían dar un paseo sin temor a ser vistos como sospechosos.
Debido a que el rey recuperó su dominio, la persecución contra “La Resistencia” disminuyó gradualmente, por lo que la mayoría de los que huyeron al campamento decidieron acompañar a Theo y Jack para regresar a sus casas. A su vez, cada familia ya no sentía recelo de ellos, y más al escuchar de sus propias bocas que la reina Abigail seguía con vida.
Ambos jóvenes estaban deseosos de encontrarse con sus respectivas familias, pero tenían una misión importante que cumplir. Por lo que reprimieron sus deseos y se dirigieron a la mansión de la duquesa Elyasa, tal como se los había indicado la monarca.
Una vez llegada a la entrada, el guardián les bloqueó el paso. Sin embargo, los jóvenes le mostraron una identificación firmada con sello de la reina Abigail. Jack explicó:
– Venimos a ver a la duquesa Elyasa. No estamos armados, pero pueden revisarnos si tienen dudas.
Tras un breve silencio, el guardia los dejó pasar.
La propia duquesa los recibió pero, al ser simples plebeyos, no quedaron en la sala de visitas sino en la habitación del receso de la servidumbre. Ahí, les dio de comer pan con té para que repusieran las energías gastadas en su largo viaje.
– Su majestad la reina me habló muy bien de ustedes, muchachos – dijo Elyasa – Es por eso que accedí a que usaran mi mansión como base para acudir a la reina en caso de emergencia.
– Sería bueno que nos prometieras que patrocinarás nuestros estudios para ejercer como soldados en el ejército, señora – se le escapó decir a Jack, con una sonrisa de confianza.
– ¡Oye! ¡Atrevido! – dijo Theo, tapándole la boca a su imprudente amigo - ¡No le faltes el respeto a la buena señora!
– En verdad son divertidos, ja ja ja – se rió Elyasa – Hablaremos de sus respectivos futuros después. Por ahora, centrémonos en planificar la contingencia, en caso de que la incursión de la reina al palacio salga mal. ¡Depende de nosotros tres salvaguardar el futuro de la nación!
– ¡Sí, señora! – dijeron los dos jóvenes, al unísono.
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Montse estaba recorriendo los pasillos del palacio. Durante la regencia de Jade, todos recelaban de la baronesa y evitaban hacer contacto visual. Ahora, las cosas habían cambiado. No solo la miraban fijamente sino, también, meneaban la cabeza o cuchicheaban entre sí, preguntándose el porqué seguía rondando por los alrededores como si nada.
Solo unos cuantos la saludaron como era debido. A esos, Montse les entregaba una pequeña nota y les decía, en voz baja:
– Tu lealtad a la corona será recompensada.
Los mensajes declaraban que había señales de un sabotaje al evento y solicitaban a unos pocos elegidos que si veían algo sospechoso, se lo notificaran a la hija del rey de inmediato.
Si bien a ojos de muchos esto parecería extraño, para Montse tenía un firme propósito: analizar quién realmente sería más leal a Jade que a Marco. Si alguien se acercaba al monarca primero, entonces no contaría para formar parte del grupo de “apoyo a la verdadera princesa”. Por el otro lado, quienes seguían las indicaciones al pie de la nota, serían los primeros en solicitar que Jade recuperara sus títulos para ser incluida en la línea directa de sucesión al trono.
Dos días antes del evento, la mitad de los nobles que recibieron las notas se presentaron a la princesa en diferentes horarios para revelar lo que vieron durante la semana.
– He visto que muchos ex integrantes del grupo rebelde retornaron a la Capital sin ser capturados. Mostraban unas células de amnistía para garantizar que contaban con la aprobación del rey y no sufrirían daños.
– Algunos guardias han actuado de forma sospechosa, metiendo gente al palacio sin autorización previa del rey o de la corte. Dicen que son gente buscando trabajar como sirvientes, pero iban con los rostros cubiertos.
Esos fueron algunos de los testimonios dados por los nobles que recibieron el recado y optaron por comentar sus sospechas a la joven.
La ex princesa los citó a todos ellos para una reunión privada durante la noche, en su oficina. Todos asistieron, preguntándose qué los tenía preparado.
Al llegar, la joven mostró la mejor de sus sonrisas y les dijo:
– Hagamos un baile de máscaras.
Las miradas de incertidumbre no tardaron en aparecer a los ojos de los nobles. Tenían una idea vaga de las intensiones de la ex princesa, pero nunca se imaginaron que los citaría para organizar una fiesta en paralelo al evento de combate de los salvajes.
Incluso Montse pareció consternada por las palabras de su amiga, ya que ella no le explicó sus verdaderas intenciones. Solo sabía que debía repartir esos mensajes para armar un grupo de apoyo a la ex princesa y que, por alguna u otra razón, preferían simular que apoyaban al rey para evitar perder sus prestigios dentro de la corte.
Jade, al percatarse de sus dudas, sonrió y dijo:
– El baile de máscaras se hará en paralelo al evento de duelos. He recibido quejas de nobles y burgueses que desaprueban estas prácticas. Así es que decidí realizar una actividad alternativa para aquellos que odian la violencia. Lo que requeriría es que ustedes busquen voluntarios para hacer donaciones y, así, apoyar a los niños huérfanos y ancianos sin hogar que quedaron desamparados por ser familiares de los miembros fallecidos de “La Resistencia”.
Uno de los nobles levantó la mano y cuando Jade le dio permiso para que hablara, él le dijo:
– Alteza… entiendo que tenga las intenciones de involucrar a todos los estratos sociales y satisfacer cada preferencia de la población. Pero… ¿qué tiene que ver esto con nuestros testimonios de las actividades sospechosas en el palacio y en la ciudad?
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Editado: 16.02.2024