La princesa Jade estaba furiosa. La mitad del Consejo ponía en duda su juicio y exigían, a toda costa, que el rey hiciera presencia para reconfirmar la restitución de sus derechos de principados y próxima coronación. Otro gran porcentaje solicitaba esperar un año más para que se cumplieran los 5 anos de la desaparición de la reina Abigail y, así, declararla finalmente como muerta.
Los civiles se sentían divididos, al igual que las tropas. Una gran parte de los soldados leales a la reina fueron despedidos y se dispersaron, sin saberse que sucedió con ellos. Pero algunos teorizaban que optaron por vivir una vida normal o, simplemente, ofrecer sus servicios de guardaespaldas para algún noble con paranoia.
Pero lo que más le dolió a la princesa fue que los acuerdos comerciales con los reinos vecinos fueron suspendidos, debido a que las reinas temían que los conflictos del reino del Norte terminaran por perjudicarlas y sentían que algo raro estaba pasando en la realeza.
- Lo siento, alteza – dijo la reina Brida del reino del Oeste – no me basta un supuesto decreto firmado. Hasta que no sea la misma reina Abigail quien de su confirmación en cara, no podré continuar con las negociaciones con su reino.
- El rey Marco es de nuestra nación y escuchamos rumores de que usted lo ha maltratado – dijo una furiosa reina Moria – si no aparece ni da alguna explicación, dudo que nuestra relación diplomática tenga un buen futuro.
- Yo prefiero mantenerme neutral ante el conflicto – dijo la reina Danitza del reino del Este – Sin embargo, siento que mis embajadores podrían verse involucrados, así es que tendré que retirar las embajadas por un buen tiempo hasta que todo se solucione.
La joven trato de calmarse ante estas declaraciones. En el fondo, pensó que actuó de manera muy precipitada al enviar a sus padres a aquel sitio remoto. Pero tampoco se le ocurrió como explicarles a los de la corte que su madre se infiltro en el palacio tal cual un ladrón, revelando así la poca seguridad que hay en toda la infraestructura.
En eso pensaba cuando recibió una llamada de su dispositivo comunicador. Lo atendió, pensando que sería el chofer que se llevó a los reyes lejos del palacio. Pero, en lugar de eso, fue uno de sus guardias que, al instante, le dijo:
- ¡Majestad, los reyes desaparecieron!
- ¿Que? - grito Jade.
- ¡Aún no sabemos que sucedió! Apareció el vehículo vacío. Cuando buscamos rastros de los reyes o del chofer, exploto el área. ¡Nos tendieron una trampa!
- ¡Verifiquen toda la zona de inmediato! Si es posible, cepillen el bosque, pero quiero que me traigan a mis padres CON VIDA.
- Si, majestad. Sera tu voluntad.
Cuando se cortó la llamada, Jade golpeo la mesa de su escritorio con tanta fuerza que termino rompiéndose la mano.
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Los sentimientos de la virreina se encontraban divididos. Por un lado, sabía que su actual puesto se lo debía a la princesa Jade, quien la instruyo de buena manera a mantener estable el reciente virreinato. Pero, por otro lado, le incomodaba tener que enviar tropas para capturar a los salvajes que se encontraban en las afueras y forzarlos a ir al reino del Norte para ser exhibidos como fenómenos de circo.
La única razón por la que las tribus no se habían levantado aún era, simplemente, por el temor que le tenían a las armas de fuego avanzadas. Era como enfrentarse a un mundo distinto, tecnológicamente más avanzado y con mayores recursos para someterlos a todos al instante. Pero las tensiones surgían, por lo que cada día aumentaba los asaltos en las rutas comerciales, secuestros y hurtos en las calles.
Mientras pensaba en todo eso, recibió una llamada.
Como estaba sola en la oficina, activo su dispositivo comunicador de inmediato y, de ahí, se proyectó la imagen holográfica de una persona que conocía bastante bien, pero que jamás pensó que la vería de vuelta.
- ¿¡Reina Abigail!? - exclamo, sorprendida.
- Así es. Soy la mismísima reina Abigail que, pese a sus hijas, logro mantenerse con vida.
- Pero... no lo entiendo. ¿Por qué me está contactando recién ahora? ¿Qué está pasando?
- Seré breve: quiero tu apoyo. Mi hija ha interferido en la vida de los salvajes y les forzó a adoptar un estilo de vida que termino perjudicándolos. Descuida, no pediré que mandes retirar las tropas, solo quiero que me proveas de la gente necesaria para enfrentar a mi hija.
- ¿Que? ¿Entonces la princesa Jade la “desapareció” para usurparle el trono e invadir estas tierras? - la virreina quedo impactada con estas fuertes declaraciones.
La reina Abigail asumió con la cabeza, mientras hacia una mueca extraña. La virreina intento serenarse y, al final, comento:
- No me extrañaría que ella misma haya mandado asesinar a la princesa Leonor. ¡Pobre niña! ¡Tan pequeña y ya ha sufrido demasiado! Espero que su alma descanse en paz.
- A estas alturas, puedo esperar cualquier cosa de mi hija – dijo Abigail, cuya expresión se agravo aún más – lamentablemente, ella engaño a toda la corte para que se pusieran de su lado. En parte fue mi culpa, porque no actué a tiempo por temor a mi vida y acceder a firmar ese falso decreto para proteger a mi nieta.
La virreina reflexiono las palabras de la reina. Si bien había apoyado a la princesa en un principio, sus últimas acciones la hicieron cuestionar su juicio. Sabía que la propia corte terminaría eligiéndola por falta de herederos, pero sabía que nunca podría haber dos reinas gobernando en conjunto.
Tras un largo silencio, Abigail le aclaro:
- Mi nieta está bien. Jade tomo el cuerpo de una niña desconocida para engañar a todos con su muerte y, así, convertirse en la “única opción” para ser considerada la próxima reina.
- Gracias a la Diosa que la princesa Leonor siga viva – dijo la virreina – pero igual no puedo estar tranquila al saber lo que tu hija hizo con una desconocida.
- Lo entiendo – dijo Abigail – pero dejémoslo así. Por ahora, solo queda luchar para recuperar mi trono y hacer que mi nieta regrese al palacio, segura.
La virreina no evito derramar un par de lágrimas. El saber que la reina Abigail seguía viva la embargaba de alegría, pero, a la vez, le causaba pena el pensar que paso por mucho sufrimiento para mantenerse firme en sus convicciones.
“Dicen que los hijos no eligen a sus padres”, reflexiono la mujer. “Pero yo digo que los padres no siempre eligen a sus hijos. No importa que tanto los amen, siempre hay un desviado de nacimiento y nada lo puede enderezar”
- Está bien. La apoyo – dijo la virreina – La princesa Jade ha solicitado la captura de los salvajes libres y eso no me ha causado más que problemas. Los lideres de las tribus están enojados y, aunque nosotros les aventajemos en armas, ellos conocen mejor el terreno. ¿Qué tal si se unen para destruirnos mientras dormimos? Por eso, majestad, me gustaría que me garantizara que, si recupera su trono, me dé la potestad de negociar con ellos para vivir en paz en el virreinato.
- Te doy mi palabra – dijo la reina – de hecho, tuve una charla con un vocero de una de esas tribus que sobrevivió en un naufragio. Él ya sabe que yo jamás autorice la invasión de sus tierras y está dispuesto a apoyarme.
- Lo entiendo – dijo la virreina – en ese caso, dejaremos que él se comunique con los lideres. Ahora que se cómo está usted, me siento más segura. Cuente conmigo para lo que necesite.
Cuando termino la comunicación, recibió otra llamada, pero, esta vez, de la princesa Jade.
Dio un suspiro de fastidio, pero, de todas formas, decidió atender.
- ¿Diga?
- Quiero saber si ya está mi siguiente mercancía – le dijo Jade
- Aun no, alteza. Los nuevos guerreros salvajes están haciéndose un chequeo médico intenso. Veras, últimamente se ha propagado un extraño virus y temo que, si los enviamos sin el debido cuidado, se trasmitirá a los habitantes del reino.
- Entiendo. Si es así, podemos suspender los traslados hasta erradicar el virus. Por cierto...
Jade se mantuvo en silencio, como si pensara bien que decir. Al final, solo pregunto:
- ¿Hay alguna novedad?
- Ninguna.
- Bien. Tengo cosas que hacer. Hablaremos luego.
Y se cortó la comunicación.
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Editado: 16.02.2024