La princesa de repuesto

Capitulo 37. El deseo de la princesa

El tiempo paso. El reino del Norte logro reconectarse con los pueblos más alejados para mejorar la calidad de vida de los pobladores. El virreinato seguía en pie y, cada día, generaba atracción a personas de distintas partes, que la veían como un excelente lugar donde crear su propio negocio o formar sus familias. En la Capital los ánimos mejoraron y todos sentían que al fin alcanzaron la paz que tanto habían anhelado.  
El palacio real estaba de fiesta. La princesa Leonor cumplía cinco años y muchos nobles fueron a visitarla. También acudieron representantes de la realeza de los reinos vecinos, quienes restablecieron los lazos comerciales interrumpidos durante los tiempos de la princesa Jade tras saberse al fin la verdad sobre lo que le sucedió a la reina Abigail.  
La pequeña princesa se sintió admirada al recibir tantas visitas. Sus cumpleaños anteriores fueron muy simples y, cuando había cumplido cuatro años, ni siquiera tuvieron tiempo de celebrarlo debido a toda la parafernalia que implico el retorno de la reina Abigail al palacio. Pese a todo, seguía extrañando a su padre y deseaba tenerlo ahí, por lo que en su mesa colocaron un retrato del príncipe para sentirse acompañada.  
La reina Abigail y el rey Marco recibieron a todos los visitantes, mientras les agradecían por su presencia. Entre ellos se encontraban la reina Brida, la duquesa Elyasa, la reina Danitza, el duque Tulio y la reina Moria. Danitza estaba acompañada de un niño pequeño de túnicas brillantes y, al estar delante de Abigail, lo señaló y le dijo:  
- Su majestad, le presento a mi hijo. Tiene seis años y estoy segura de que será un buen esposo para la princesa Leonor. Espero que lo tengan en consideración.  
- Lo tendremos en cuenta, majestad – dijo la reina Abigail, recordando que la reina del Este mantuvo una postura neutral durante ese periodo.  
En eso, se acercó la reina Brida y comento:  
- No deberían forzar a los niños a juntarlos, aunque sean nuestros hijos. ¿Qué tal si organizamos un campamento donde todos los niños nobles y miembros de la realeza puedan conocerse mejor?  
- Es una extraña manera de forjar alianza entre naciones – dijo Danitza - no creo que funcione.  
El niño se apartó de su madre y se acercó a Leonor. Ambos se miraron y, luego, fueron al patio a jugar. Abigail, al ver esto, dijo:  
- Dejemos que estos dos se conozcan y se entiendan, aunque creo que si se llevaran bien. Mas allá de las relaciones diplomáticas, lo que quiero es que mi nieta sea feliz. Ha sufrido mucho en su corta vida, se merece estar con alguien que le guste de verdad.  
Danitza asumió con la cabeza y se retiró. Brida y Abigail siguieron conversando un poco más, mientras que Marco y Tulio probaban algunos bocaditos de la mesa principal.  
En un momento, el duque comento:  
- Te ves bien, hermano. Últimamente andas muy activo, casi no te reconozco.  
- Dímelo a mi – dijo el rey Marco – Pero no tengo opción. Mi nieta aun es muy joven y con mis hijas fallecidas... bueno, tanto mi esposa como yo estamos todavía muy lejos de jubilarnos.  
Ambos hombres guardaron silencio. Desde que culmino la guerra civil, nadie mencionaba a las princesas Miriam y Jade. Actuaban como si ellas nunca hubieran existido. Si bien se dejaron llevar por sus respectivas ambiciones para usurparle el trono a su madre, no podían evitar pensar que todos fueron culpables de lo sucedido. Eran dos mujeres jóvenes, con metas y sueños, que recién estaban aprendiendo a gestionar todo un reino. Ahora, todo ese peso recaía en la princesa Leonor, quien en esos momentos jugaba con el pequeño príncipe del Este, ajena a su destino.  
- La reina Moria pronto terminara su mandato – dijo el duque Tulio, cambiando de tema – Como en la Nación del Sur el sistema de gobierno es democrático, todos están como locos reuniendo a los votantes para seleccionar a la nueva monarca. A pesar del tiempo, hay muchos nobles que todavía insisten en que nuestro sistema de gobierno no está funcionando y exigen que se retorne al método de la monarquía hereditaria, como en los demás reinos del continente.  
- ¿Y tú que piensas al respecto? - le pregunto el rey Marco a su hermano – Estas de acuerdo con la monarquía democrática? ¿O piensas que es mejor la hereditaria?  
Tulio lo pensó por un instante y, tras dar un largo suspiro, respondió:  
- Solo apoyo a aquel gobernante que demuestre ser justo y honrado, independientemente de su sistema de gobierno. Solo mira a Jade, que a fuerza quería crear un gobierno meritocrático diciendo que solo una mujer apta podría ser la reina para, al final, contradecirse ella misma en su ideología.  
- Si, aun duele lo de Jade – dijo el rey, lamentando tener que retornar a hablar sobre el tema – Mi esposa y yo tenemos miedo de que nuestra nieta salga igual a ella. Tratamos de educarla para que sea una mujer digna y honrada, pero...  
La reina Abigail, quien termino de charlar con la reina Brida, se acercó a los dos hombres y les pregunto:  
- ¿De que hablaban? Lucían muy tensos.  
El rey Marco trago saliva. No quería que su esposa tuviese malos recuerdos. Al final, le mintió:  
- Solo decíamos que luces muy hermosa hoy.  
Abigail soltó una carcajada. Luego, respiro hondo y dijo:  
- Siempre fuiste un mal mentiroso, Marco. Descuida, los dejare con sus secretos de hermanos. Ahora, vayamos junto a nuestra nieta, que soplara las velitas.  
La princesa Leonor lucia radiante delante de un pastel de varios pisos, adornado con flores, velas y cintas. Los reyes se pusieron lado a lado y los niños también la rodearon, mientras coreaban la canción de feliz cumpleaños.  
- Pide un deseo, linda – le dijo Abigail a su nieta.  
Leonor cerro los ojos. Luego, los abrió y soplo las cinco velitas, causando que todos aplaudieran.  
- ¿Qué deseo pediste, querida? - le pregunto Marco.  
Leonor sonrió y respondió:  
- Es un secreto. Si lo digo, no se cumplirá.  
ambos reyes rieron. Luego, los sirvientes procedieron a cortar el pastel para servírselo a los comensales. La princesa Leonor tomo el retrato de su padre y se marchó, alejándose de los niños que regresaron a jugar en el patio.  
Eso llamo la atención del duque Tulio, por lo que decidió seguirla para saber si estaba todo bien.  
Sus pasos lo llevaron hasta el fondo del palacio, donde tenían los restos de las hermanas princesas y el príncipe Rogelio albergados en unas urnas. Ahí, la niña extendió el retrato de su padre, en dirección a las tumbas, y dijo en voz alta:  
- No se lo digas a nadie, papa, pero desee que mi mama y mi tía Jade fueran a mi fiesta. Nadie quiere hablarme de ellas y sacaron todos sus retratos, excepto el tuyo porque saben que te amo. Por eso te traigo aquí, para que les digas que me divertí un montón y siempre pienso en ellas.  
Aun con los errores que cometió la princesa Miriam contra su madre, el duque Tulio sabía que ella si anhelaba a su hija y, si hubiese sobrevivido a aquel parto, habría sido una mujer cariñosa con la pequeña princesa. Lastimosamente, esa grabación descubierta por los reyes termino manchando su buen nombre, haciendo que la enterraran casi al olvido junto con la princesa Jade.  
Recordó al príncipe Rogelio quien, de alguna u otra manera, termino siendo cómplice de su esposa. Pero el solo hecho de proteger a su hija y priorizar su seguridad más que su vida, lo redimió de todos sus pecados.  
Mientras pensaba en su pupilo, vio que un par de palomas se posaron en las urnas. Una tenía el plumaje blanco y, la otra, lucía un brillante plumaje negro. La princesa Leonor señaló a las aves y, con un tono de alegría, exclamo:  
- ¡Han venido! ¡Muchas gracias!  
Quizás fuera por los gritos, que las aves se agitaran y salieron volando de ese lugar. El duque, por su parte, pensó que la pequeña princesa asocio los colores de las palomas con los cabellos de las princesas, por lo que tuvo esa reacción.  
Se retiro de ahí, dispuesto a regresar a su país y pensando que, al fin, las hermanas princesas estarían descansando en paz.  
 




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