La princesa del país perdido

Capítulo 2: Aquel muro

De las muchas cosas que aprendí en todo mi tiempo junto a Henry, es que los habitantes de aquellas antiguas civilizaciones perdidas desaparecieron de forma misteriosa. Es como si de un simple parpadeo ellos hubieran dejado de existir. Incluso las ancestrales ruinas descubiertas en tiempos modernos muestran que alguna vez fueron gloriosas ciudades, grandes santuarios y vastos campos de cultivo. Todo aquello ahora quedó abandonado, pero... ¿Por qué?

Las teorías sobre el motivo de sus tragedias van desde los desastres naturales, plaga de enfermedades, guerras internas, conquistas, entre otras. Pero nunca hay nada en concreto que diga la verdad sobre las extrañas desapariciones, solo son eso, teorías que se contradicen entre si.

Hace tiempo yo logré encontrar un patrón que se repetía casi constantemente en las antiguas historias, en cuentos de fantasía, libros de oráculos, la alquimia, el misticismo e incluso en los mitos y leyendas de viejos pueblos indígenas.

Esa era sin duda la astrología. Aquella pseudo ciencia que pretendía interpretar el destino de las personas y pronosticar los sucesos terrestres, siendo así como un calendario que funcionaba mediante la observación de los astros. Pero la gente desaparecida se basaba en sus creencias, intuición y superstición no para conocer el destino de otros, sino que lo usaban como aviso de un gran presagio sobre algo terrible. Algo que los antiguos llamaban como la ira o castigo de los dioses.

Llegué a concluir sin una base sólida, que en algún punto de la historia unos cavernícolas presenciaron una catástrofe en el cielo. Tal vez algún meteorito pasando muy cerca, una lluvia de estrellas o quizá algo mucho peor que llegó del cosmos. Así aquello logró quedarse grabado en el inconsciente de los humanos.

Siendo obligados a evolucionar mediante el miedo, algunos primitivos se asentaron bajo tierra logrando construir con el pasar del tiempo sus "ciudades". Esto coincide con leyendas indígenas sobre la gente intraterrestre, la tierra hueca e incluso sobre Agartha, que según algunos mitos eso queda muy al fondo de la tierra.

Esas eran muchas de las historias con las que Henry se topaba a menudo en sus investigaciones.

De haber sido posible pienso que Henry hubiera preferido ir mil veces hacia Agartha antes que al castillo, y de igual modo me hubiera llevado con el. Así como aquella historia del viaje al centro de la tierra de Julio Verne, dónde el hombre mayor(Otto Lidenbrock) arrastraba al más jóven(Axel) en su viaje por más que este último no quería ir.

Así Henry era con todos nosotros, el siempre nos llevaba a sus búsquedas fantasiosas aprovechándose de nuestro fanatismo. Una vez a espaldas de su familia nos llevó a un cementerio de noche, todo por buscar a un supuesto duende que los visitantes creían haber visto deambular. Me sorprende que nada malo se nos pegara en aquella ocasión.

Yo le dije varias veces de que no nos llevara por lugares peligrosos o restringidos porque tendríamos problemas con la policía, pero el nunca me hacía caso. Recalcó que mi opinión no era válida si era para estorbar la búsqueda del conocimiento, y los demás no hacían nada para apoyarme aún sabiendo que yo estaba en lo correcto. Su hambre por los desafíos y lo desconocido superaba muchas veces su razón. Nunca era suficiente para el.

Pero la desgracia que nos sucedería en el Rumity Mundi iba a sobrepasar nuestra amistad y fortaleza, sería un golpe crítico y daría fin a nuestra unión como grupo marcándonos de por vida.

Si tan solo aquella vez Owen se hubiera enfermado días antes para no venir, o si los padres de Mika no la dejaban salir con nosotros ¿Cuántas cosas se hubieran evitado?

¡¡¡MALDICIÓN!!!

Cada cierto tiempo me brotan ideas nuevas, con las posibles soluciones que pude haber aplicado esos días.

¡Me torturan las imágenes de alternativos futuros dónde nada malo ocurrió!

¡Nunca debimos acercarnos!

¡Nunca debimos ir!

Fue la ruina conocer el pacto oscuro que hizo la princesa del país perdido.

Fue así que al amanecer del segundo día, Henry y yo nos fuimos a merodear al otro lado del parque de diversiones

Fue así que al amanecer del segundo día, Henry y yo nos fuimos a merodear al otro lado del parque de diversiones. Justamente a la zona de las atracciones de horror, la cuál era la más cercana al bosque, solo para reconocer el terreno según el antes de traer al resto. Recuerdo que aquella área era muy distinta a la ambientación inicial del otro lado, haciéndome creer que habíamos llegado a otro parque sin darnos cuenta, pero no fue así. Los empleados aquí también usaban los mismos uniformes, con el mismo nombre del lugar escrito en sus espaldas. Además al igual que el otro lado, aquí también había gente disfrazada de sus personajes místicos favoritos, paseándose por el lugar dando así un toque de fantasía oscura al ambiente.

En cada juego que nosotros veíamos al caminar siempre se escuchaban los gritos de personas, donde algunas eran por diversión y otras por miedo. Además en las falsas casas embrujadas que también eran parte de los juegos del parque, la gente se salía corriendo asustada de forma muy graciosa.

Habían muchas más atracciones, como los campamentos de los muertos vivientes, el laberinto de los espejos y juegos mecánicos como el tren fantasma a los cuales yo quería ir. Pero Henry no me hacía caso.

Recuerdo que allá los faros de iluminación ya no pretendían tener hadas o luciérnagas atrapadas en sus linternas. Si no que ahora estos tenían el diseño de enormes cráneos de cristal empalados en sus postes con formas de lanza.




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