La princesa del país perdido

Capítulo 6: Camavelia parte 2

Conforme pasaba el tiempo, el estado de salud de la princesa empeoró cada vez más. Muchos de los años de su infancia los pasó recluida en su cama, debido a continuas recaídas de fiebre, dificultades para respirar y gran debilidad física, ya que la Brinivoor (princesa) no aprendió a caminar hasta los seis años de edad.

Cruzar su dormitorio caminando por si misma era una proeza para ella, en especial durante sus inicios, ya que terminaba muy agitada y sudorosa. Su único mundo era su habitación llena de juguetes, y su madre, que la visitaba todos los días durante unas horas.

Como no tenía ningún contacto con el exterior, no tenía amigos ni sirvientes, así que Hendrika fue la única que la cuidó dándole el amor y atención que necesitaba. Además que también actuó como su mentora, enseñándole a leer y escribir el idioma utilizado en Camavelia. Pero hubo una ocasión en que la pequeña Nhorhassan mientras estaba sola en su habitación, sintió una enorme curiosidad sobre que había al otro lado de la ventana. Así que un día donde estaba sola, reacomodó algunos muebles y juguetes de su habitación con mucho esfuerzo para crear una escalera improvisada y subir por ella. Finalmente, cuando abrió con cuidado las oscuras cortinas por primera vez, y al levantar su joven vista para mirar afuera, se quedó asombrada por lo que estaba viendo: sus primeras vistas del exterior.

Que brillo tan puro e inocente tenía en sus ojos, eran una réplica exacta a los de su madre. Lamentablemente ella no sabía de que su piel era muy sensible a la luz del sol, por lo que terminó quemándose sus manos y parte de la cara, dejándole pequeñas cicatrices en su piel como ronchas. Comenzando desde ahí su miedo por la luz del día.

Pero eso no detuvo su curiosidad. Las historias que le contaba su madre siempre eran de hechos heroicos, amor y aventuras. Y la aventura era lo que más cautivaba su interés, porque hablaba de cosas que sucedían en el mundo exterior, cosas que ella quería ver con sus propios ojos. Así que un día, mientras Hendrika estaba cepillando el cabello largo de su hija, la pequeña Nhorhassan le dijo que quería salir y sentir la brisa nocturna que a menudo describían los personajes de sus historias.

Ella quería experimentar cómo era sentir el aire frío por primera vez, ya que siempre estaba resguardada dentro de su torre. También quería contemplar la luz de la luna y las estrellas que tanta intriga le habían causado, porque nunca antes había podido verlos, debido a que su ventana estaba demasiado alta y cubierta con varias cortinas. Además peor ahora que su madre pintó las ventanas con una gruesa capa de pintura negra desde el incidente con el sol.

Las palabras de la princesa inquietaron a la reina, quien entonces trató de distraerla hablando de dulces. Pero la niña insistió en salir y ver la luna, para conocer también al gran conejito blanco y esponjoso que dormía sobre esta; tal como ella lo había leído en uno de sus libros.

Sin embargo, la reina se mantuvo firme, lo cual, enojó a Nhorhassan, quien incluso llegó a tener una rabieta y tratar de abrir la puerta, pero dicha puerta no se movió en lo más mínimo. También, se había esforzado en tratar de saltar para alcanzar las llaves, pero no pudo acercarse lo suficiente para agarrarlas, ya que las llaves estaban colgadas demasiado alto en la pared. En ese momento, su madre simplemente la observaba, pensando en qué hacer a continuación. Por un lado, estaba enojada con su hija por su comportamiento, pero por otro lado, también se sentía triste por ella y no quería verla llorar. Sintió un nudo en el pecho y no sabía que decir para calmar a la princesa. Y en parte también se sentía culpable por eso, porque ella era la que siempre le traía esas historias, e incluso había escrito algunas de esas; como el cuento del conejito durmiendo sobre la luna.

Hendrika se dió cuenta de su error demasiado tarde, y podía sentir que sus ojos se llenaban de lágrimas. Por lo que decidió salir de la habitación, dejando sola a su hija mientras lloraba. Dejar sola a la princesa no sería un problema, ya que nadie estaría ahí para escucharla de todas formas en su aislada torre.

Pero entonces cuando la gigante estaba a punto de alejar a su hija de la puerta, se detuvo en seco y volvió la mirada hacia el estante de juguetes. Entonces se le ocurrió una brillante y loca idea.

Aprovechando que el tamaño de su hija era similar al de los muñecos más grandes, pensó en hacerla pasar por uno de ellos. Solo debía conseguir un disfraz apropiado, uno que la protegiera del sol y de alguna otra emergencia a causa de este.

Tomó entre sus brazos a la pequeña e intentó calmarla con su voz más tranquila y firme. Le dijo que saldrían afuera, pero que aún no era el momento y que debía esperar un poco más. Pero la niña solo lloraba y lloraba, y debido a su hemolacria, terminó manchando su ropa con lágrimas de sangre.

La situación era difícil y ella solo quería salir, no entendió porque no podía. Nhorhassan no quería ser paciente, y entre gritos y pataletas quiso soltarse de los brazos de la reina; sin embargo, no consiguió liberarse y terminó sediento ante su madre. La cuál estaba acunándola como a una bebé debido a su pequeño tamaño.

-- Poco a poco fui perdiendo a mi familia, mis amigos y mis sueños. Los perdí a todos y me decía ¿Por qué aún estoy aquí? Ya no tengo razones para vivir, pero contigo... cariño ahora sí tengo razones para continuar y yo nunca te abandonaré.-- dijo mientras veía a su hija que poco a poco se estaba quedando dormida -- Te prometo que algún día huiremos de esta ciudad, mi pequeña Nhor.

Esa misma tarde pero en otro lugar, el rey junto a su corte real de los cuales conformaban hechiceros, ocultistas, videntes, espiritistas y alquimistas; se habían reunido en una base secreta oculta al ojo de cualquier habitante de Camavelia




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