Con el conejo en sus brazos, la niña iba avanzando hacia su destino, guiada únicamente por el sendero que tenía hacía delante.
Se adentró en un marchito bosque que poco a poco iba acumulando nieve. Luego cruzó un puente de piedra y al final de este pudo contemplar mejor desde lo lejos las fachadas de su arquitectura, y las brillantes estatuas de oro de su majestuosa ciudad.
Empezó a pisar sus calles y a maravillarse con la apariencia del resto de ciudadanos que por ahí andaban. De hecho incluso era la primera vez que observaba en persona el género masculino de los Zivsa y los de su propia especie, ya que ese encuentro con el "malo con capa" no pudo verlo como tal, debido a que su madre la escondía entre sus brazos y ropa para no ser descubierta por el.
Y los caminos que ella iba tomando, si... los recuerdo bien. Eran casi los mismos por los que Henry anduvo durante sus sueños, los cuales me mostró en sus dibujos. Pero a pesar de que la vista del paisaje era exquisita, yo no podía olvidar todavía la pesadilla que tuve antes de venir al parque Rumity Mundi.
La gente muerta, sin ojos, y aquel extraño ente de dos cabezas que me advertía cosas sobre de no acercarme al castillo y no escuchar al demonio. Que todas las vidas habían perecido por culpa del amor.
El amor...vaya... No podía entender como un sentimiento supuestamente positivo fuera la causa para traer la ruina a todo un lugar como este. Por otro lado, si logré atar un cabo suelto ante está situación. Desde aquella vez que la criatura en mi sueño me advirtió sobre un supuesto demonio, y cuando Bram mencionó que las brujas del Rumity Mundi eran también servidoras de un demonio, pues tal vez, tal vez, tal vez...
Podría tratarse del mismo ser.
Y si esto era así, mis amigos junto al resto de los niños que aún no desaparecían corrían gran peligro. Lastimosamente nada podía hacer yo por los últimos, solo esperar a que los gatos mágicos pudieran detener con éxito a Sally Rivoor, la cuál parecía ser la líder o una de los altos mandos dentro del aquelarre.
Me costaba creer que una niña inocente y curiosa por conocer el exterior llegaría a causar tanto daño al crecer. Llegando al punto de provocar un cataclismo hacia su nación, enterrándola en el olvido.
Pensé que aquí debía haber un error, en algo tuvieron que equivocarse esos animales. No podía tratarse de la misma persona existiendo seres tan despreciables como el rey Arunas, que sí serían capaces de matar a quien sea.
Incluso si hubieran estado conmigo Mika y Owen hubieran opinado lo mismo.
¡Ja!
Me recuerdo aquella vez como a una tonta tratando de negar la verdad absoluta. Tratando de no verla por más que esta me besara en el rostro con sus pruebas en el mundo terrenal. Aún así le hice saber sobre mis dudas a Bram, el cuál suspiró e intentó sonreír pero una tristeza se apoderó de su voz.
-- ¿Sabes? En el pasado hubo una vez alguien llamado Vandor que también creía lo mismo que tú. Pero cuando descubrió la verdad de esta misma forma, el se quebró emocionalmente y casi muere de tristeza.
-- ¿Vandor? ¿Quién es Vandor? -- pregunté
-- Vandor fue... Bueno, era s-su... No importa. Ya lo conocerás, aparecerá en este recuerdo dentro de poco. Sígamos mirando aún falta mucho por ver.
-- ¡¿Mucho?! -- me exalte -- Pero seguro ya es de día en el Rumity Mundi y mis amigos se van a preocupar de porque aún no despierto.
-- No te preocupes por el tiempo. -- me miró a los ojos -- No estamos viendo la Camavelia real, ya que ese lugar desapareció hace mucho. Solo vemos dentro de una memoria guardaba en este plano astral o mental como quieras llamarlo, y aquí el tiempo funciona distinto. Puedes estar como diez años terrestres acá y en nuestro mundo real solo pasarían ocho horas. -- explicó
Después de oírlo vino un silencio incómodo así que para disimular continuamos observando a Nhorhassan. La cuál era obvio que se había perdido, pues ella aparte de los puentes no conocía otros lugares del reino. Y su timidez por no haber interactuado con alguien a excepción de su madre, la impidió preguntar a la gente sobre los caminos de regreso. Así que hizo lo que ninguna persona perdida debería hacer; adentrarse aún más en el lugar.
En su recorrido dentro de las anchas y relucientes calles de Camavelia, la niña empezó a reconocer a los mercaderes, a los artesanos, a los centinelas y a los sacerdotes. Estos últimos predicaban a grandes y pequeños grupos de personas a su alrededor sobre el misterioso dios Abraxas.
También se fijó que la población sea Meirillo Zivsa, estaban acompañadas en su mayoría con pequeños seres elementales. En donde algunos lucían como personas diminutas, otros como orbes de luz y hasta como animales.
Ella continúo con su andar topándose con plazas, escuelas, templos y bastos jardines que poco a poco se cubrían con la nieve. Durante el camino vió a muchos niños correr y divertirse en sus propios juegos, y a parejas caminar juntas por los parques.
Algunos iban tomados del brazo y otros comiendo enormes dulces, pero en ninguno se les veía una sonrisa alegre. Más que todo en las mujeres que eran extremadamente jóvenes a comparación de sus maridos, y todas tenían una mirada muerta fija en el suelo.
Matrimonios forzados fue lo que mencionó Bram.
Ante el grisáceo paisaje Nhorhassan se preguntó quién podría ser la pareja de su madre, pues nunca la vió acompañada de alguien y ya era raro para esta no saber nada acerca de su padre.
Ella sabía que para tener un bebé se necesitaba de dos individuos, pero desconocía el método para lograrlo. Hendrika jamás le había hablado sobre el rey o su familia, ya que siempre evitaba el tema por lo que Nhorhassan no tenía conciencia alguna de que ella misma era una princesa.
Nadie la reconocía en las calles debido a que todos en el reino habían oído la trágica noticia sobre la muerte del heredero durante el parto, y de lo débil que había quedado el cuerpo de la reina para concebir otro.
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Editado: 18.03.2024