La princesa del país perdido

Capítulo 9: Velio

Me resultaba muy curioso que los camavelianos en verdad carecían de apellidos para sí mismos. No importaba que estatus social tuviera cada familia, simplemente no lo tenían por culpa de una ley absurda del lugar. Y aquel que osara ponerse uno sería exiliado, o peor, ejecutado.

Lo únicos privilegiados con eso eran tres grandes grupos de familias poderosas, los cuales controlaban distintas partes de Camavelia.

Estos eran los Nhorin, familia de Hendrika; Los Alrys, familia de Surlaina; Y los Jaggoth, familia de la mayoría de miembros que llevaron a cabo experimentos con seres mágicos bajo castillo. Cuyo oscuro propósito era crear a un coloso artificial capaz de rivalizar con algo a lo que ellos temían y conocían, como el Destructor.

Estas dinastías se consideraban a sí mismos como la descendencia directa de unas antiguas diosas lunares, junto con los hechiceros supremos de las civilizaciones madre. De ahí el porque de su arrogancia y superioridad, así como sus poderes y habilidades en las artes mágicas, las cuales eran mayores a lo que cualquier otra persona tendría o podría tener.

Por eso no permitían que otros se pusieran un apellido, porque los veían indignos de ser recordados por futuras generaciones. Y ellos querían resaltar del resto para presumir sus orígenes al mundo.

Según Bram y el Akasha, los ancestros de estas tres familias de gigantes no eran provenientes de Venrumia, sino que vinieron por mar desde otros lugares muy lejanos. Y que sus apellidos eran más bien como la fusión de los nombres de estos fundadores, como por ejemplo Alrys que era la unión de Alkaios con su esposa Rysina.

De acuerdo a su historia, estas tres parejas venían de tres civilizaciones distintas cada una, pero que igualmente habían sido destruidas por algo aterrador que llegó desde las estrellas. Cada dúo había traído consigo un puñado de esclavos humanos, para que los ayudaran a construir de nuevo lo que se perdió. No obstante, cuando quise saber cómo estas tres culturas lograron coexistir, el Akasha comenzó a distorsionarse y a fallar dentro de mi cabeza. Eso era muy extraño, era información que claramente el libro de la vida quería que yo no supiera.

Solo averigüé que al ya entenderse todos con su nuevo idioma, se apoderaron de una gran parte de Venrumia y corrompieron su sistema de vida. Así fundaron Camavelia y formaron alianzas con otros gigantes nativos del lugar para que su linaje y conocimientos no se perdieran.

Cuando consulté de nuevo al libro de la vida si lo que había destruido los primeros hogares de estos Meirill, tenía que ver con aquello a lo que temía la familia Jaggothla respuesta fue un simple "sí". Pero seguidamente la interferencia volvió a presentarse cuando intenté saber algo más.

Ante mi ligera frustración y quejas, Bram me miró y se rió un poco.

-- No te esfuerces en recibir una respuesta sobre eso en los registros akashicos.-- mencionó -- Incluso dentro de los reinos etéricos existe la información clasificada, y de eso se aseguró muy bien la entidad conocida como el divino escriba. Ni siquiera yo que paso más tiempo aquí he logrado descubrir como desbloquearlos.

-- ¿Que tan grave es como para ocultarlo así? -- le dije

-- Mucho créeme. Pero se algo sobre ese destructor gracias a un cuento que leí en nuestro mundo físico, hace mucho tiempo atrás.

-- ¿Y que cuento era ese? -- suspiré con irritación

-- Era un cuento juvenil de Tartaria, narrado como si fuera un diario y era usado principalmente como una típica historia de terror. De esas que se cuentan en los campamentos alrededor de la fogata. Y trataba sobre acontecimientos que pasaron mucho antes de fundar Camavelia.

Sí, ahí iba de nuevo este sujeto con el misterio. Parecía disfrutar ver mi expresión de duda, ya que el no podía haber leído algo oriundo de allí. Porque todo lo relacionado con Tartaria supuestamente había sido borrado de la historia.

A no ser que el mismo haya estado ahí, pero eso no podía ser posible porque el imperio de Tartaria era solo una leyenda y que supuestamente desapareció hace más de doscientos años.

-- Espera un momento... ¿Que eres exactamente tú, Bram? -- le pregunté directamente

-- ¿Yo? -- habló fingiendo sorpresa con las manos en el aire -- simplemente soy Bram Fuller, un empleado de contrato temporal en el parque Rumity Mundi.

-- Si, como no digas -- crucé mis brazos y lo mire seriamente -- ¿Y cuantos años tienes? Sin mentir.

-- Muchos.

-- ¿Eres un Camaveliano como la princesa Nhor, o un descendiente como sus brujas?

-- ¿Desde cuando esto se volvió una entrevista? -- dijo con incomodidad

-- ¿Cuál es la relación que tiene el reino de Camavelia con el imperio de Tartaria?

--  Oh, guau. Si que eres muy curiosa como tu amigo Henry, mademoiselle.

Bram chasqueó los dedos otra vez, pero el escenario no cambió, sino que en su lugar una varita hecha con una rama de avellano apareció en su mano. La apuntó hacia adelante y dijo <<p'etuh>>, acto seguido todo el escenario a excepción de nosotros se había puesto en pausa como una película.

-- Si quieres te puedo contar lo que decía aquella vieja historia de Tartaria para calmar tu curiosidad. Pero no se lo digas a tus amigos, en especial al chico de los robots ¿De acuerdo?

-- Bien, no le diré nada a Owen.

A continuación solo salieron secretos y oscuras verdades a través de su boca. Esto no pintaba para nada como un simple cuento inventado para asustar campistas. Esto era algo más revelador que definitivamente aún no debía ser público en su totalidad. Así entendí el porque los camavelianos de alto mando le tenían pavor.




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