La princesa del país perdido

Capítulo 11: Reina Hendrika

Giraba lentamente mi cuerpo hacia la entrada del lugar, preparándome para lo que hubiera al otro lado de la puerta. El miedo que sentía en ese momento era terrible, más difícil de describir que de sentir. Incluso podía oír un mensaje suyo dentro de mi mente, un distante susurro que se desvanecía en el infinito.

"...VOY A ENCONTRARTE..."

Esas palabras, dichas con sus dos espantosas voces, sonaban sincronizadas a la perfección y quebraban fácilmente mi voluntad. Pero claro, esta no sería ni por asomo comparada a las calamidades que contemplaría más a futuro. A veces me pregunto como es que no me volví loca con tales escenarios y situaciones, siendo estas últimas las que me siguen ocurriendo hasta el día de hoy.

  Todo por saber el pasado de Sally Rivoor y el origen de su aquelarre, me he vuelto involucrada en este macabro juego sobre quiénes son los cazadores y quiénes las presas. Terminé descubriendo que allá afuera, existen cosas y seres extraños que escapan a nuestra compresión pero que siempre han estado ahí, ocultos entre nosotros.

  Aunque gracias a Dios que no estoy sola en esto, pues actualmente mientras escribo esto, cuento con la ayuda de buenas y nuevas personas, de lo contrario ya hubiese sido eliminada hace mucho tiempo.

  Pero ahora sin desviarme del tema principal yéndome por las ramas, contando cosas posteriores a esta. Lo que ví a través del umbral me sorprendió bastante y no porque se tratase de alguna clase de monstruo indescriptible, para nada, sino más bien porque de todas las cosas que mi mente imaginó en tan poco tiempo, jamás me esperé a la aparición de esta figura.

  La persona que entró a la habitación era Hendrika Nhorin, la mismísima reina de Camavelia, luciendo un elegante vestido negro y una capa azulada con incrustaciones de piedras preciosas, simulando un cielo nocturno estrellado. Pero no estaba sola, pues detrás de ella venía un enorme gato negro parlante, el cual le estaba mencionando algo sobre las misteriosas desapariciones de algunas criaturas mágicas dentro de la ciudad.

  Hendrika cerró la puerta, hablando con algo de disgusto y cansancio. Mencionó que ya lo sabía, y suplicó que por favor dejara de repetirlo, pues nada podía hacer por ellos.

  El gato se observaba disgustado ante esa respuesta y se tendió en el suelo, observando a la reina sacar una caja de madera de sus estantes. Esta contenía muchos objetos para prácticas ocultas, como ídolos de piedra, amuletos, talismanes. , velas, inciensos y mandrágoras con una peculiar forma humanoide, que se movían y retorcían como si estuvieran realmente vivas. Aunque no podía sentir ningún olor en mi estado actual, presuponía que el ambiente estaba cargado con el aroma de la savia y la mirra.

  Acto seguido, ella se arrodilló e intentó dibujar un símbolo en el suelo con un trozo de tiza. Pero su mano le temblaba demasiado para hacerlo correctamente. Sus ojos estaban enrojecidos e irritados, y círculos oscuros los rodeaban, donde además tenía bostezos frecuentes mostrando lo cansada que estaba realmente. Incluso aquel gato le sugirió en vano que aprovechara su poco tiempo libre para ir a descansar.

– ¿Tiempo? No tengo tiempo para hacerlo.-- dijo esta --  No cuando hay todo un grupo de líderes locos que buscan matarme y reemplazarme por alguien más.

-- Pero sin energías no podrás enfrentarlos ni defenderte de ellos.

-- Tu sabes muy bien que el Cabal no me atacará directamente, no cuando mi esposo es su líder, y este no dudaría en matarlos si se enterase.

El cuerpo de Hendrika amenazaba con colapsar en cada segundo entre bostezos y cabezadas. Para contrarrestar esto, se daba bofetadas en la mejilla en un intento desesperado por ahuyentar la blandura del sueño.

-- Me preocupas. Ve a dormir.

-- Estoy bien. -- sonrió forzosa

-- También le preocupas a Jadinrid. Creo que hasta ese sujeto daría su propia vida a cambio de la tuya. A veces su lealtad me asusta un poco. -- dijo el gato mientras Hendrika iba dibujando torpemente un círculo en el suelo.

-- Ustedes dos decidieron quedarse a mi lado después de que todos mis amigos huyeran por miedo al rey; no los culpo a ellos sinceramente. -- aún con sus cansados ojos lo mira directamente -- Pero gracias por no dejarme sola, prometo compensar eso.

-- El crédito mayor sería para Jadinrid, el hizo más por tí que yo y lo sabes.

-- Mi deuda con Jadinrid es muy grande. -- continúo ella bostezando. -- El hizo posible que yo me enterara de la existencia del Cabal; su grupo, y quiénes lo conforman. No sabes la herida que tuve en el corazón cuando supe que mi propio hermano era uno de ellos.

-- El hecho de ser familia no siempre significa llevarse obligatoriamente bien. -- comentó el gato.

-- Jamás podré vencerlos a todos, solo ser más inteligente para sobrevivir, porque si yo caigo...si yo caigo, no habrá nadie quién proteja a Nhor y eso me da miedo. Estaría sola sin mí y no es justo.

Mientras Hendrika iba terminando el dibujo de una estrella de cinco puntas encerrada en un círculo, aquel gato sugirió algo que la terminó perturbando aún más.

 Este dijo que para salvarse de ser reemplazada y prolongar su vida un poco más, debía de exterminar a todas las candidatas que el Cabal había elegido. Podía deshacerse de ellas provocándoles accidentes, emboscadas, envenenamiento o hasta incluso robarles su energía y vitalidad para que ella y su hija vivieran más tiempo de lo común. Tal como lo hacían las brujas enmascaradas que vivían ocultas dentro de los bosques de Venrumia.

 Solo tenía que ordenarlo y comenzaría la cacería de doncellas.

 No obstante, la reina casi queda en shock después de oírlo decir eso y más aún cuando este se disponía a continuación, a dar más detalles de cada una de sus opciones para realizarlo. Pero Hendrika lo calló de inmediato, no quería oírlo hablar más de eso, no cuando la gran mayoría de esas chicas ni enteradas estaban sobre lo que eligieron sus parientes para ellas. Además de que allí habían algunas con la edad de su hija, o hasta incluso menos.




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