Merrick dice que debo registrar las fechas exactas de los acontecimientos significativos al momento de escribirlos. No sé por qué me obliga, cuando ella misma no sigue esa norma en sus propios apuntes. De seguro es tonta, pero más tonto soy yo por hacerle caso.
Ay, señorita Tillinghast, ¿que voy hacer con usted? Para tener bastantes años, aún muestra algunos comportamientos infantiles que me recuerdan a la antigua Nhor y no al monstruo adulto que actualmente lleva su rostro. Me he permitido pensar que su apariencia física ejerce cierta influencia en su peculiar manera de ser. Si esto no es el caso, temo que voy a terminar asustado.
Paciencia
Paciencia
Paciencia...
Viernes, 29 de abril de 2022 (un día antes para el Walpurgisnacht)
Desperté repentinamente, casi de un salto, trayéndome de regreso a esta realidad y a la habitación donde me hospedaba en el Rumity Mundi. Mi corazón estaba muy agitado, a tal ritmo que me dolía demasiado y por impulso me llevé una mano al pecho, pues mis latidos parecían querer romper mi caja torácica.
Era la primera vez que me sucedía algo así tras volver de un plano superior, y tuve que esperar un rato hasta que el dolor se disipara para poder moverme.
Algo terrible había pasado en aquel lugar no-físico, pues una gran cantidad de viajeros astrales habíamos sido expulsados de ahí, obligándonos a regresar al mundo material sin saber porqué y cuando poder volver, debido a que traté de entrar de nuevo y no pude. Era como si todo el sistema hubiera colapsado, y no me imaginaba aún que clase de poder era capaz de lograr eso. Ni siquiera los espíritus maestros, seres incorporeos que moraban allá, se habían comunicado telepáticamente para decir que problemas sucedían, como era costumbre con los visitantes recurrentes, como yo. Tal vez... algo los estaba atacando.
Cuando transcurrió el tiempo y ya no sentía tan fuerte esa incomodidad en mi pecho, me levanté de mi sillón y caminé despacio hacía la única ventana que tenía al frente. Como mi pequeña habitación de un segundo piso estaba en penumbra y no quería encender las luces, deslicé la cortina para que ingresara la luz de las farolas mientras contemplaba con preocupación el paisaje.
Estaba lloviendo y aún no había amanecido pero tampoco faltaba mucho para eso, el cielo iba ganando claridad. Estas eran malas noticias, el tiempo se había alterado, porque se suponía que desde que me fui con Merrick rumbo a los registros Akáshicos, el lapso de tiempo en que estaríamos desconectados de la tierra no sería tanto, a lo sumo unos cuatro a seis minutos una vez que despertáramos, pero no varias horas como lo estaba viendo a través de mi ventana.
La lluvia hizo que los insectos y las aves se ocultaran, por lo que no podía enviar ninguno bajo mi control para comprobar cómo estaba Merrick, si había despertado o no. Temía que si no lo conseguía podría quedar atrapada allá, y su cuerpo quedaría en un estado de coma permanente, y sería toda culpa mía. Ya me había sucedido algo similar con alguien en 1796, y no quería que se volviera a repetir.
Durante el silencio de la noche me encontraba sumido en mis pensamientos, preguntándome sobre cuántas brujas del círculo de Nhor habían llegado mezcladas entre los visitantes, y si también estaban presentes los hombres. Aunque estos últimos eran escasos dentro del círculo debido a que solo uno de cada diez niños nacidos allí lograban heredar esa "raíz" de su madre, el resto eran desechados como basura sabe Dios dónde. Caso contrario sucedía con las niñas, ya que eran idénticas a sus progenitoras, debido a que el A.D.N mitocondrial se pasaba más efectivamente a la línea femenina.
Mientras observaba el reflejo de las gotas de lluvia deslizándose por el cristal, curiosamente me evocaron más recuerdos del pasado, memorias de una época trágica dónde la magia y las lágrimas iban de la mano.
En aquellos tiempos, yo asumí la identidad de un herrero llamado Emil Jansen. Fue en los siglos XVI y XVII cuando fui testigo, desde la distancia, sobre los destinos que tuvieron algunos de estos hijos desechados de los oscuros covens, quiénes de alguna manera habían alcanzado la madurez.
Estos individuos se camuflaron entre los mismos inquisidores en medio de la implacable caza de brujas, un sombrío capítulo que ensombreció la historia. El odio que los consumió al descubrir la verdad de su abandono los transformó en seres crueles y paranoicos, así cometiendo juicios injustos basados en pruebas endebles y contribuyendo a la creación de varios manuscritos destinados a propagar el miedo en la población.
Sally me dijo alguna vez algo que todavía recuerdo con claridad, algo que llegó al punto de afectarme emocionalmente en varias ocasiones. Aunque una parte de mí lo aborrezca, debo admitir que... tenía razón.
"Poseías el poder suficiente en la punta de los dedos para acabar con todos ellos, pero preferiste pasar tu tiempo metido en tu biblioteca, acumulando conocimientos místicos solo para ti mismo. ¿Y al final, para qué? Todo el sufrimiento de esa gente inocente, todas esas muertes, y tú solo observaste. ¿Y luego dices que yo soy un ser maligno? ¿Te has mirado a tí mismo? Ja, ja, ja"
Un gran error mío fue dejarme llevar por la ira luego de oír su hipócrita risa, pues me abalancé sobre ella y caímos sobre una mesa que se rompió en pedazos, pero mi furia no disminuyó. A pesar de que mis manos ansiosas apretaban su cuello con furia y azotaban su cabeza contra el suelo gritándole a qué se callara, esa cosa en lugar de mostrar temor, parecía excitarse de una manera enferma y perturbadora. Sus ojos brillaban con una malicia retorcida, e incluso tomó mis manos para hundirlas más en su cuello en lugar de intentar apartarlas, como si el peligro y la violencia le proporcionaran una extraña satisfacción, lo cual, debo admitir, me llenó de asco y confusión.
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Editado: 18.03.2024