Londres Inglaterra
15 de Diciembre de 1945
Tristeza, un extraño sentimiento que nace en los cimientos del alma y va subiendo hasta construir una melancolía que puede ahogarte sin necesidad de agua. El escabroso sonido de la fuerte nevada junto a el silencio de mi habitación hacían que la tristeza se esparciera por cada rincón de mi corazón, mis ojos con pesar recorrían aquel pequeño y acogedor apocento que había visto mis lágrimas y había sido confidente de mis amarguras. Un suspiro pesado sale de mis labios mientras mis pies estancados en el suelo por fin pueden moverse para salir de aquella habitación, mis manos toman la fría perilla de la puerta para abrir con una desgarradora lentitud. Las despedidas eran siempre tristes y aunque solo me despedía de una casa también me despedía de tantos momentos que solo quedarían sellados en el cofre de mi memoria. Camino hacia la pequeña sala donde mi hermano está con sus pies en la pequeña mesa de café y sus ojos están fijos en el viejo televisor.
-. ¿Estas listo? .- pregunto con sutileza para no sorprenderlo.
-. No estoy seguro de que sea una buena idea Eliana .- dice el joven y ella sonríe.
-. La guerra por fin ha terminado hermano, podemos volver a nuestro hogar .- digo con una sonrisa pero él no parecía emocionado por ello.
-. ¿Varsovia? Es obvio que no has visto las noticias ¿Cierto? .- pregunta el.
-. La verdad es que no .- conteste con sinceridad, mi trabajo demandaba tiempo y el poco libre que me quedaba lo ocupaba para estar con el.
-. Varsovia fue casi destruida, fue la ciudad más afectada en la guerra .- dice el y mis lágrimas se acumulan en mis ojos más sin embargo no me permito derramar ninguna sola.
-. Aún así debemos irnos Jorge, tarde o temprano todos debemos regresar a nuestros países y es mejor que sea ahora antes de que nos desplacen a la fuerza .- dice ella y el joven hace una mueca.
-. Ni siquiera recuerdo el idioma .- se excusa.
-. Eso es mentira ¡Hablamos todo el tiempo el idioma! .- digo de brazos cruzados con una sonrisa y el rie.
-. Tienes razón querida hermana ¡Lo he olvidado! .- dice sonriente y le doy un golpe cariñoso en el brazo.
-. Anímate hermano ¡Prometo que será la mejor navidad de todas! .- digo con una sonrisa y el sonríe tambien ante aquella promesa.
-. ¿Tienes algo en mente? .- pregunta con ilusión, tenía una noticia importante que darle pero no lo diría hoy, el no sabe el verdadero motivo del viaje, una sonrisa se acomoda en mis labios.
-. Si hermano algo muy especial pero debes esperar a navidad .- digo y el hace un dulce puchero.
-. ¿Me das una pista? .- dice y niego con la cabeza. Se escuchó el sonido de un auto sonar el claxon, el taxi había venido por nosotros.
-. Date prisa Jorge ¡El taxi ya está aqui¡ .- digo tomando mi maleta, mi hermano se levanta de su asiento con rapidez y toma la suya propia mientras salimos de la casa, el hombre se acercó rápidamente para ayudarme con mi valija y seguida con la de mi hermano.
Ambos subimos al taxi, le di un vistazo a nuestra casa, una sensación extraña aborto mi pecho, no era la misma que había sentido cuando salí de mi casa en Varsovia, era una desbordante sensación de que todo mejoraría, tal vez regresar a Polonia sería algo bueno para nosotros.
El camino en taxi fue un poco tardado debido a la congestión de las calles a esas horas, las calles parecen más alegres, se sentía el espíritu de la navidad, la guerra había terminado después de más de cinco años, al fin todos tendríamos una Navidad sin miedo de que una bomba o algún ataque enemigo apareciera, tendríamos todos una Navidad en paz. Al llegar al muelle de barcos el hombre se bajó para ayudarnos a llevar nuestras maletas hacia el barco, el taxista era un hombre de unos treinta años, de sonrisa amable y ojos compasivos. Le agradecí por su amabilidad y le dejé una agradecida propina por sus servicios, mi hermano toma mi mano cuando vamos caminando por la rampa de madera que conecta el muelle con el barco. Al subir una mujer nos intercepta dándonos la bienvenida al barco, nos indica dónde están nuestras habitaciones y mi hermano toma nuestras maletas para poder dirigirnos a nuestros camarotes; eran de lujoso tapiz en las paredes, con muebles de la más fina caoba, candelabros dorados colgados del techo con detalles de cristal y bajo este una enorme cama cobijada de finas telas rojas al contraste del tapiz color vino tinto. Aquello era demasiado para los dos pero la empresa para la que trabajaría había pagado todo. Apesar de no haber seguido mis estudios había desarrollado un gran talento en telecomunicaciones y destrezas técnicas, desde que era niña me era fácil entender cómo funcionaban las cosas e incluso las personas. Esta oportunidad se me fue ofrecida después de un incidente que pase el año pasado;