La Princesa del Reino Perdido

XIV

Reino de Arthegón

23 de diciembre de 1945

Un dolor sordo en mi cuerpo es lo primero que siento incluso antes de despertar por completo, abro mis ojos lentamente, veo que estoy en la habitación que el señor Colín me había dado días antes. Siento una mano pequeña sobre la mía, volteo mi cuello con lentitud para ver la cabellera dorada de mi pequeño hermano; se había quedado dormido seguramente cuidándome toda la noche. Con la poca fuerza que tengo logro recostarlo en la cama, él ni siquiera sintió, seguramente estaba muy cansado; los recuerdos del día anterior me golpean con fuerza, me imagino a mi pequeño hermano preocupado por mi desaparición ¿Cómo pude ser tan insensible y egoísta? Deje que mis emociones me controlaran, eso era un lujo que yo no podía darme. La culpabilidad de haber preocupado cae en mis hombros como si necesitara eso en estos momentos, suficiente tenía con lo de ayer. Con cuidado me levante de la cama, mi vestido estaba seco en una silla, me lo coloque y baje las escaleras, la pequeña casa estaba vacía. Sali para encontrarme a la pequeña comunidad activa, rápidamente me acerco a la cocina, tenía mucha hambre, la esposa del señor colín me sirvió un plato de avena caliente, estaba deliciosa. Cuando termine de comer mi desayuno me acerque a Phaos, él estaba recostado cómodamente a la orilla del lago, parecía aburrido. Yo me acerqué a él y me senté a su lado, no sabía que decir, estaba demasiado avergonzada con él y con el capitán. Ellos habían ido a buscarme y ellos me habían visto en mi momento de debilidad, odiaba que ellos hubieran visto mi estado de ayer, hubiera sido más fácil si yo hubiera regresado por mi cuenta, así nadie hubiera sabido la verdadera razón por la que escape, pero como siempre las cosas nunca salen como quiero.

    -. No debe avergonzarse conmigo Lady Eliana. – escucho la voz de Phaos en mi mente.

    -. Yo no debí haber escapado. – digo suspirando.

    -. El viaje es más liviano cuando se comparte la carga ¿Qué fue lo que paso ayer? – cuestiona el dragón.

    -. Ayer era el aniversario de muerte de mis padres. – digo luego de un rato. El dragón se queda en silencio por largo rato, tal vez no sabía que decirme, no puedo culparlo realmente no hay mucho que decir.

    -. Puedo sentir el peso de la culpa en su alma mi lady. - dice el dragón.

    -. Fue mi culpa que ellos murieran, si tan solo hubiera sido más valiente y hubiera esperado tal vez ellos estuvieran vivos. –

    -. O tal vez usted y el joven Jorge estuvieran muertos. Si usted vive la vida pensando en lo que hubiera pasado, pensando en el posible resultado final si hubiera hecho algo más déjeme decirle que jamás estará viviendo plenamente, las cosas pasan premeditadamente y nada de lo que usted hubiera hecho cambiaría el resultado, hay cosas que están destinadas a ser, sin importar cuanto deseemos que sean de otra manera, lo importante es que ustedes dos están vivos. – me dice el dragón, yo me recuesto en el verde pasto junto a él sin decir una palabra.

    -. Tienes razón. – digo minutos después.

    -. Soy un ser espiritual ¡Por supuesto que tengo razón! Exclama el dragón, yo suelto una risa. Nos quedamos recostados sin decir nada más, era realmente extraño, pero con Phaos me sentía realmente cómoda, como si ya lo conociera, como si fuéramos viejos que recién se encuentran, era una extraña familiaridad que compartía con el dragón y aunque no estoy segura de porque quiso acompañarnos en este viaje estaba realmente feliz de que así fuera.

    -. Señorita Eliana. – escucho una profunda voz, levanto mi rostro para ver una figura que levemente tapa los rayos del sol, no podía ver su rostro por el reflejo, pero conocería su voz en cualquier lugar; Andrew.

    -. Capitán. – digo mientras me levanto para quedar frente a él.

    -. ¿Podemos Hablar? – cuestiona el con una timidez rara en su persona.

    -. Claro. – le digo nerviosa, caminamos por la orilla del lago en silencio, estaba segura de que él podía sentir mi vergüenza; no es como si yo fuera buena escondiendo mis emociones en estos momentos. Sus ojos no me veían, de alguna manera parecía igual de cohibido que yo, tal vez se sentía mal por lo que paso ayer, tal vez quería preguntarme que era lo que había pasado, pero no se atrevía a hacerlo.

    -. Quiero decirle que las alucinaciones que vio ayer fueron obra de las ninfas marinas. – dice luego del incomodo silencio, me quede impactada por sus palabras.

    -. ¿Cómo? – le digo con dificultad, las palabras no salían de mi boca, parecían estar estancadas en mi lengua.

    -. Yo tiene que fingir conmigo, yo también he sido victima de esos perversos juegos mentales. – dice.

    -. Pensé que las ninfas eran buenas. – le digo.

    -. Nada es completamente bueno o malo, en especial las ninfas, ellas solo son un reflejo de nuestros propios sentimientos, usted se sentía culpable y eso fue lo que ellas le mostraron; la personificación de su culpabilidad. – me dice él.

    -. ¿Cómo sabe que me sentía culpable? – le cuestiono.

    -. Conozco esa mirada de culpabilidad, ese sentimiento no es ajeno a mí, pude reconocer su alma ahogándose con la culpa. – dice en un tono melancólico.



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En el texto hay: misterio, segunda guerra mundial, realeza

Editado: 06.05.2020

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