Flashback
Reino de las Floreas
Cuadrante del Otoño
Los cabellos castaños de la mujer ondean en el aire mientras corre, la luz de la luna alumbra su camino, el cielo es estrellado, voltea por momentos asegurando que nadie la siga, lamentablemente no se da cuenta de la sombra que la sigue a la distancia. Ella llega hasta un hermoso lago, se sienta en la orilla mientras su mente es un caos; ella sabe que no debe estar allí, sabe que es prohibido y que si alguien la descubre puede perderlo todo, se está arriesgando demasiado, lo sabía, mas sin embargo poco le importaba perder la corona si podía tener unos momentos con su amado, ¿Quién puede contra el corazón? Quien pueda con ímpetu desafiar los deseos más profundos, si hasta el guerrero más habilidoso ha sido vencido por sus bajas pasiones, si hasta el corazón de la propia reina del invierno ha sido derretido por las cálidas caricias del amor, entonces ¿Quién era ella? Una simple mortal que no podía siquiera pensar en luchar contra tales poderes que están más allá de su control, lo único que podía hacer era entregarse por completo a la profana sensación de amor, al cálido sabor de los labios de su amado, a la pasión de sus cuerpos desnudos danzando en las aguas bajo la luna. Siente como un cuerpo se pega al suyo, la calidez la abordo mientras voltea para encontrarse con el dueño de los fuertes brazos que la envuelven. El hombre sin decir una palabra empieza a deshacer los nudos de su corsé. Ambos se desnudan sin decir una sola palabra, no hace falta decir nada; sus ojos lo dicen todo. Las aguas los abrazan, sus pieles se mojan del delicioso néctar húmedo del lago, mezclado con las sensaciones de estar juntos sin ropas que les prohíban amarse, sus rostros están cerca, sus respiraciones se fusionan, todo desaparece; el lugar donde están, las responsabilidades que ambos cargan, los miedos y temores, todo desaparece; solo quedan dos corazones erráticamente desesperados por amarse en silencio, solo quedan dos cuerpos que se desbordan deseo, solo dos almas que se vuelven una a la hora de amarse. Sus labios se tocan, tan sublime e irreal que la caricia parece imaginaria, las respiraciones se vuelven pesadas, sus ojos se cierran, sus cuerpos tiemblan de excitación, sus corazones laten al mismo tiempo, volviéndose un solo latido acelerado, sus labios se tocan, esta vez mas necesitado, mas desesperado, mas pasional y como cada vez que se encuentran se dejan llevar por las emociones, se dejan consumir por las sensaciones y caen al abismo ciego del amor. Lastima que desde la distancia un par de ojos observa la escena con odio...
Flashback
Palacio Real Colingwood
Los pasos de la princesa eran fuertes, camina en círculos con desesperación, su rostro adolescente luce afligido, su mente en una lucha interna entre si debía entrar o no, entre si debía decir lo que había visto o ignorar el hecho de que su hermana estaba profanando su titulo de princesa intimando con el enemigo. Abre la puerta fuertemente, ambos reyes le miran con sorpresa, ella camina con seguridad hasta estar frente a ambos padres. Ella traga en seco antes de hablar.
-. Madre, Padre yo tengo algo que decirles. – dice la muchacha rubia.
-. Debe ser muy importante para entrar de esa manera a la cámara real. – dice su padre, ella asiente.
-. Emell tiene un amorío con el hombre del mundo prohibido. – suelta la muchacha, el hombre rubio la mira con sorpresa.
-. ¡Como te atreves a decir eso de tu hermana! – dice indignado el hombre de ojos azules.
-. Emell jamás haría algo así. – dice la reina.
-. ¡Debes estar mintiendo! – dice su padre, las lagrimas de la joven salen de sus ojos, su enojo crece ¿Sus propios progenitores diciéndole mentirosa? Eso sí que era inaceptable.
-. ¡Tan difícil es de creer que su hija perfecta haga algo incorrecto! – les grita la joven.
-. ¡Ella no haría eso! ¡Eso es algo que esperaríamos de ti! – le grita su padre, el rostro de la joven mostraba rabia.
-. ¡Guardia avísele a la princesa Emell que la necesitamos inmediatamente en la cámara real! – dice la reina y el guardia casi corre al escuchar el tono de enojo de la mujer.
-. ¿Cómo puedes decir algo así? ¡Yo también soy su maldita hija! – le grita con rabia a su padre.
-. ¡Tu eres una maldita bastarda! ¡Yo solo tengo una hija! – le grita el hombre.
-. ¡Mauricio! – grita la reina, las lagrimas de la joven salen sin control.
-. ¿De que esta hablando? – cuestiona la joven a la reina.
-. Estoy diciendo la verdad, tu eres el fruto del adulterio de tu madre, te reconocí como hija para no ser el hazme reír del reino. – dice el hombre, el guardia entra con miedo a la estancia.
-. Sus Majestades, la princesa no esta en su recamara, solo estaba esto. – dice el hombre entregando una carta, ambos se paran para leer la carta juntos. Sus caras se llenan de sorpresa al leer el contenido de esta.
-. Se ha ido. – dice la reina.