La princesa está rodeada de tiranos

Capítulo 4

Mientras tanto, en el palacio, el emperador Alfonso se encontraba cada vez más inquieto. A pesar de su usual calma y capacidad para mantener el control en situaciones de estrés, esta vez no podía evitar sentir que algo no cuadraba. La posibilidad de que Elysia hubiera sido secuestrada lo llenaba de angustia.

Un mensajero entró en la sala del trono, con un mensaje que no hizo más que incrementar su tensión.

—Su majestad, acabo de recibir noticias de que Richard Fitzroy llegó hoy a la ciudad y viene en camino al palacio —dijo el mensajero, inclinado con respeto.

Alfonso, sin despegar la mirada del suelo, respondió con un simple asentimiento.

—¿Y mis hijos? —preguntó, sin levantar la vista.

—Raynold ya fue notificado, está en el palacio de la princesa investigando. Cassian y Dimitri están en camino, llegarán esta tarde —contestó el mensajero.

El emperador respiró profundamente. Aunque la paz con el imperio de Aetheria estaba asegurada gracias a Richard, no podía descartar un riesgo político. Sabía que las luchas por el poder dentro del propio imperio también eran peligrosas.

—Necesitamos ver todas las opciones. No podemos descartar algún riesgo político —comentó Alfonso, con la voz tensa—. Dudo que sea el imperio de Aetheria. Richard logró firmar la paz por tres años.

—Veremos todas las opciones, pero debe relajarse, su majestad —respondió su fiel secretario, intentando calmar los nervios de Alfonso.

El emperador se veía desgastado. La desaparición de Elysia era un golpe muy personal. Aunque no lo demostraba abiertamente, ella era su favorita. No solo por su comportamiento intachable y su natural encanto, sino porque en ella veía reflejada a la mujer que había amado con todo su ser. Aunque era un hombre serio y distante, la preocupación por sus hijos lo atormentaba. Y el tema de la sucesión, siempre latente en su mente, lo llenaba de temor. Temía que cuando llegara el momento, sus hijos pelearían entre ellos por el trono, desatando una guerra que él había intentado evitar toda su vida.

Unas horas más tarde, Richard Fitzroy llegó apresuradamente al palacio. Estaba visiblemente agotado por el viaje, su ropa polvorienta y su aspecto desaliñado no eran la imagen digna de un noble, pero su lealtad al emperador era incuestionable. Parecía un perro fiel que había corrido sin detenerse para acudir al llamado de su amo.

—Su majestad —dijo Richard, inclinándose de forma respetuosa—. De camino me informaron… La princesa…

La preocupación se reflejaba en su rostro. Richard era un hombre de pocas expresiones, pero esta vez su preocupación era palpable. Con su piel pálida, cabello oscuro y ojos café, era un hombre atractivo a los ojos de las mujeres, pero su carácter distante lo hacía parecer inalcanzable, pues jamás les prestó atención a las señoritas que se le acercaban, más las veía como insectos. Cuál fue la sorpresa de Alfonso cuando Richard solicitó realizar una propuesta de matrimonio a su hija como recompensa por sus años de servicio y sus logros, pues era un hombre que jamás codició el poder, la política, ni las mujeres.

—Richard —dijo Alfonso, rompiendo el incómodo silencio—. Elysia iba en camino a tu mansión… —Hizo una pausa, decidiendo no mencionar que probablemente era para rechazar la propuesta de matrimonio—. Decidió detenerse a comprar un regalo de presentación. No llevó guardias ni acompañantes. El cochero, al notar que tardaba en regresar, entró a la tienda y descubrió que nunca entró. Parece ser un secuestro.

La expresión de Richard cambió drásticamente. Una mezcla de preocupación, furia y frustración se apoderó de su rostro. A pesar de su habitual calma, la idea de que la princesa pudiera estar en peligro lo enfurecía.

—¿Acaso la princesa de este imperio no tiene guardias destinados a seguirla? —exclamó, dirigiendo su mirada furiosa al jefe de la guardia—. ¿Vas a pagar las consecuencias de tu incompetencia?

Alfonso interrumpió antes de que la situación se saliera de control.

—Elysia conoce los protocolos. Es extraño que se bajara a comprar un regalo por su cuenta. Además…

Antes de que pudiera terminar, Raynold entró en la sala con su habitual aire autoritario.

—Padre… he registrado su palacio y no encontré nada fuera de lugar. Según Elena, solo falta su bolso y una capucha, algo que Lysi suele usar cuando sale del palacio.

Richard se tensó al escuchar la palabra "sale".

—¿Que sale del palacio? —preguntó, claramente sorprendido.

—Claro, ¿no lo sabías? —dijo Raynold, con un tono sarcástico—. Los príncipes del imperio también nos escapamos de vez en cuando. Usualmente salía yo con ella para cuidarla. Parece que su futuro esposo aún no la conoce bien.

La revelación de Raynold fue una sorpresa para Richard, pero lo que más le desconcertaba era que Raynold ya sabía sobre la propuesta de matrimonio. Solo habían pasado unas pocas horas desde que la carta había llegado a Elysia. "¿Cómo demonios lo supo tan rápido?" pensó Richard, sospechando que Raynold tenía espías en todo el palacio, incluso en los aposentos del propio emperador.

—Alfonso, sabes que Lysi no quería casarse. ¿Por qué siquiera le mostraste la carta? ¿No podías denegar la solicitud de un simple súbdito? —exclamó Raynold, indignado. El hecho de que ya no llamara "padre" a Alfonso era una clara señal de su enfado.

—¿Que no quería casarse? —Richard parecía aún más desconcertado—. ¿Iba a mi mansión para rechazar la propuesta?

—¡Calma los dos! —intervino Alfonso, pero los ánimos ya estaban encendidos.

—¿Cómo esperas que se casara con alguien que ni siquiera conoce? —continuó Raynold, furioso—. Iba a rechazar la propuesta y aprovecharon para secuestrarla. ¿Cómo sabían que iba a ir? ¿Acaso es una trampa tuya? —Raynold desenfundó su espada, mirando a Richard con ojos llenos de ira.

—¿Estás loco? —respondió Richard, también desenvainando su espada—. La única recompensa que he pedido en todos estos años de servicio fue la mano de la princesa. ¿Crees que usaría esa recompensa para un movimiento político?




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