Los tres hermanos se reunieron en una habitación apartada después de la sorprendente declaración de su padre.
—Cassian —comenzó Raynold con tono serio—. Debemos asegurarnos de que seas tú quien encuentre a Lysi. Yo te ayudaré, y si la encuentro antes que tú, te dejaré llevarte el crédito, pero bajo ninguna circunstancia permitiremos que se case con ese hombre. ¡Con ninguno!
—Ray, aún no entiendo qué es lo que te molesta tanto de él. Sabes que Lysi detesta a los hombres que han tenido relaciones previas, especialmente si son nobles que solo piensan en el poder y la política. Además, Richard es...
Cassian se detuvo al notar cómo el rostro de su hermano Raynold se tensaba cada vez más con el avance de la conversación.
—Cassian, si sigues insistiendo en esto, te juro que la encontraré yo, y me quedaré con el trono. No pongas a prueba mi paciencia.
Dimitri soltó una carcajada.
—¡Ja! Pero si odias las responsabilidades, Ray. Antes veríamos una revolución que verte a ti en el trono.
—Eso está por verse —respondió Raynold mientras daba un portazo y salía de la habitación.
Dimitri suspiró y miró a Cassian.
—Su carácter se está volviendo insoportable. ¿Cómo planeas lidiar con él en el futuro?
—No planeo controlarlo. Espero que alguna mujer tan loca como él lo haga.
—Eso sería igual de peligroso —comentó Dimitri con una sonrisa irónica.
—Volvamos al trabajo. Mañana se anunciará oficialmente la desaparición de Lysi y la competencia por el trono. Tenemos papeleo que hacer.
A pesar de todo el caos en el palacio con el nuevo decreto —un decreto del que Richard ni siquiera se había enterado—, Richard estaba más feliz de lo que había estado en mucho tiempo. Estaba convencido de haber encontrado a su querida Elysia.
Así es, su "querida". Desde siempre había estado profundamente enamorado de la sencillez y elegancia de Elysia. Un hombre que nunca se sintió digno de ella, pero que había luchado con la esperanza de, algún día, merecer su mano.
Richard era un hombre extremadamente sensible y tímido, algo que contrastaba con la imagen fría y dura que proyectaba ante la sociedad. Siempre la observaba desde lejos, admirando cómo la princesa manejaba los asuntos del imperio, enfrentándose a un consejo lleno de ancianos avariciosos que solo pensaban en sus propios intereses. Pero Elysia... ella se preocupaba genuinamente por su pueblo. Esa compasión fue lo que lo enamoró desde el primer momento.
Richard estaba eufórico por haber seguido a Karim y haber dado con Elysia, quien estaba en perfectas condiciones. Se sintió aliviado de que no estuviera en peligro, y su corazón se llenó de alegría al descubrir que solo había huido. Tan embelesado estaba que ni siquiera se dio cuenta de que, como un verdadero acosador, había seguido a Karim hasta su casa y ahora la espiaba desde un árbol, observando a Elysia a través de la ventana.
Cubierto de hojas y ramas, con el cabello desordenado y la ropa sucia, Richard se veía justo como siempre: el hombre que observaba desde lejos. Así es, además de tímido, cuando se trataba de Elysia, Richard también podía ser increíblemente torpe. Y, como tal, se le ocurrió un plan casi tan ridículo como el de Karim.
Decidió hacerse pasar por el mercenario que las llevaría a donde quisieran ir. Si Elysia había huido, debía haber una razón de peso, y si quería vivir libre por un tiempo, él la apoyaría. Pero no podía dejarla sola. Así que decidió acompañarla en su viaje, protegiéndola bajo el disfraz de mercenario. Su plan era simple: dejar que Elysia viviera su libertad temporalmente, y luego informaría al emperador que la había encontrado sana y salva. Si lo hacía de inmediato, el emperador le ordenaría regresar al palacio con ella, y Richard no quería perder esta oportunidad de estar cerca de ella.
Rápidamente, puso en marcha su plan y se presentó en la puerta de la casa de Karim.
—Toc, toc... —golpeó la puerta de manera firme.
—Debe ser el mercenario —comentó Karim, mientras se dirigía a la puerta.
Karim abrió la puerta, esperando encontrarse con el mercenario que había solicitado para el viaje. Sin embargo, su sorpresa fue grande cuando vio a un hombre con la ropa cubierta de tierra y hojas, su cabello negro desaliñado y el rostro serio pero algo tenso. No tenía el aspecto típico de un mercenario, pero parecía lo suficientemente fuerte.
—¿Eres del gremio Karanté? —preguntó Karim.
Richard asintió, intentando no mostrar su nerviosismo. Aunque no era un mentiroso por naturaleza, se encontraba en una situación en la que no podía permitirse ser descubierto. Quería proteger a Elysia, pero también acercarse a ella sin levantar sospechas.
—Me enviaron por la solicitud que presentó la señorita Karim—respondió Richard, su voz algo más grave de lo normal para sonar más convincente—. Será un camino largo, y es peligroso ir sin protección.
—Muy bien. ¿Estás listo para partir pronto? —preguntó ella mientras lo dejaba entrar.
Richard entró en la modesta casa de Karim, y su corazón latió rápidamente cuando vio a Elysia sentada, distraída, peinándose con una naturalidad que le robaba el aliento. En ese momento, ella levantó la vista y lo vio. Sus ojos se encontraron, y aunque Elysia no lo reconoció de inmediato, algo en su mirada la hizo fruncir el ceño. Había algo familiar en él.
—Él es el mercenario que nos acompañará —dijo Karim, rompiendo el silencio—. Nos ayudará a llegar a salvo a mi casa.
—Perfecto —respondió Elysia con frialdad—. Salgamos cuanto antes.
Richard sintió cómo se le aceleraba el corazón al escuchar su voz de cerca. "Solo tengo que mantener la calma", se repetía a sí mismo. Si todo salía según su plan, podría estar junto a Elysia y asegurarse de que estuviera a salvo, mientras ganaba tiempo para pensar en cómo proceder después.
Aunque el aspecto de Elysia había cambiado con su nuevo peinado y ropa, seguía irradiando esa elegancia natural que Richard siempre había admirado desde la distancia.
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Editado: 13.11.2024