El carruaje se detuvo de repente, sacudiendo levemente a sus pasajeros. Elysia sintió cómo Chad se bajaba y luego escuchó el sonido de las puertas abriéndose. Un escalofrío recorrió su espalda cuando el aire frío de la madrugada se coló en el vehículo.
—Son aproximadamente las cuatro de la mañana —anunció Richard con un tono tenso—. Llegaremos al próximo pueblo en dos horas.
Sus ojos se encontraron con los de Elysia, iluminados tenuemente por el reflejo de la luna. La luz suave acentuaba sus facciones, y él sintió cómo su corazón se aceleraba. Apenas notaba que Karim dormía profundamente en el asiento, apoyada en el regazo de Elysia. —Gracias por la información, pero… ¿por qué nos detenemos ahora? —preguntó Elysia, extrañada y sintiendo el frío colarse a través de su capa. Aunque llevaba puesta la prenda, el vestido que usaba no era suficiente para protegerla del aire helado de la madrugada. Sin embargo, no quería molestar a Chad pidiéndole más ropa, y prefirió sentir el calor de su amiga, que seguía durmiendo a su lado.
—Quería saber cómo se encontraban —respondió Richard, esforzándose por mantener un tono amable aunque algo tenso—. Es posible que necesiten un descanso. Además, hace frío a esta hora, les traeré unas mantas.
Elysia lo observó con sorpresa. A pesar de su tono serio y su fachada imperturbable, Richard parecía realmente preocupado por su bienestar. Lo había interpretado como un mercenario frío, enfocado solo en cumplir su misión, pero ahora percibía una amabilidad oculta bajo esa máscara inexpresiva y sus ojos serios.
—No sabía que los mercenarios de Karanté fueran tan considerados. ¿Este servicio va incluido en el precio? —dijo Elysia con una sonrisa sarcástica, su habitual estilo de comentarios audaces. Solía ser directa y a menudo sus palabras resultaban graciosas o estimulantes, especialmente para Karim, que disfrutaba de su humor.
Richard sonrió levemente ante el comentario, pero mantuvo su compostura.
—Digamos que es un trato especial —respondió astutamente, sin intención de coquetear, pero siendo honesto con su respuesta.
Elysia se rió suavemente, disfrutando del momento.
—Bien, Chad, tú también toma un descanso. Prepararemos un pequeño refrigerio mientras tanto.
—Encenderé una fogata. Despierta a Karim —respondió Richard, ya un poco más cómodo en la conversación. Aunque seguía nervioso, estaba feliz de haber mantenido un intercambio con Elysia sin tartamudear. Mientras se dirigía hacia el bosque para reunir leña, no pudo evitar sonrojarse, cubriéndose ligeramente la cara con una mano para que ella no lo notara. La risa de Elysia resonaba en su cabeza, era la primera vez que la escuchaba reírse con él, y aquello lo llenaba de una inesperada felicidad.
Elysia, por su parte, sonrió y comenzó a despertar a Karim, sacudiéndola suavemente.
—Karim, nos tomaremos un pequeño descanso. Aquí tienes una manta para abrigarte, vamos a sentarnos junto a la fogata y tomaremos un refrigerio.
Karim se estiró y bostezó largamente antes de abrir los ojos.
—Aaah… ¡bien! Con la fogata podríamos hacer una sopa o algo caliente —dijo, mientras sus pensamientos todavía parecían desordenados por el sueño.
Poco después, Richard encendió la fogata y las llamó para que se unieran a él. Fue hacia la parte trasera del carruaje y sacó una caja, llevándola hacia donde las chicas estaban sentadas. Dentro, había algunos sándwiches de lechuga, tomate y atún que había preparado antes de partir.
Karim, que ya había recuperado el ánimo, observó la comida con sorpresa.
—¿Qué es esto? Pensé que tendría que cocinar algo… —dijo, confundida pero impresionada.
—Son unos refrigerios que preparé —respondió Richard, sin darle demasiada importancia, aunque en el fondo sentía una gran satisfacción al ofrecerles algo que había hecho él mismo. Para él, asegurarse de que Elysia no pasara hambre era una prioridad.
—¿Tú los hiciste, Chad? —preguntó Elysia, mirando los sándwiches con asombro. Eran simples, pero estaban bien presentados, tanto que pensó que los había comprado antes de salir.
Richard asintió con una leve sonrisa, aún nervioso.
—Sí, me gusta cocinar —respondió, tratando de parecer relajado.
Elysia lo observó, todavía sorprendida. Aunque no lo expresara directamente, aquello había cambiado su percepción de él. Chad, o más bien Richard, no era solo un mercenario, había algo más bajo esa fachada dura y reservada.
—Eso no me lo esperaba —murmuró para sí misma, mientras tomaba uno de los sándwiches y lo probaba. Sorprendida, descubrió que no solo tenían buena presentación, sino que también sabían bien.
Richard, mientras tanto, intentaba mantener la calma, pero su corazón latía con fuerza. No podía dejar de mirarla a hurtadillas, encantado con cada gesto de sorpresa que ella hacía. Para él, estos pequeños momentos eran todo lo que deseaba.
Karim, ajena a la sutil tensión entre los dos, devoró su sándwich con entusiasmo.
—Esto está increíble —dijo con la boca llena—. ¡Deberías cocinar más seguido!
Elysia asintió, mientras el calor de la fogata y la comida la reconfortaban. Se permitió relajar un poco la guardia, disfrutando de aquel momento tranquilo, tan diferente a la vida que había dejado atrás en el palacio.
—Gracias, Chad —dijo finalmente, mirando a Richard con una expresión más suave—. No solo por la comida, sino por preocuparte por nosotras. No todos los mercenarios lo harían.
Richard, sorprendido por el agradecimiento directo, bajó la mirada para ocultar el rubor que subía por sus mejillas. No quería que ella descubriera la verdad aún, pero en su interior, cada palabra de Elysia le llenaba de alegría.
—Es mi deber asegurarme de que estén a salvo —respondió, tratando de sonar lo más tranquilo posible, aunque su corazón seguía latiendo con fuerza.
—Bueno, si todas las paradas en este viaje son así, no me quejo —comentó Karim, volviendo a arroparse con la manta y sonriendo.
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Editado: 13.11.2024