Richard entra en la habitación en silencio. Se da cuenta de que Elysia y Karim están dormidas en la cama, ambas agotadas tras el viaje. Se sorprende de lo profundo de su sueño, pensando en lo imprudente que era que ninguna de ellas despertara ante su intromisión. Si alguien más hubiera entrado…
Sin poder evitarlo, Richard se acerca a Elysia, observando su expresión tranquila y la forma en que un mechón de su cabello cae sobre su rostro. Como si un impulso inconsciente lo guiara, acerca su mano para apartarlo, rozando suavemente su cabello. Durante un breve instante, se permite contemplar su belleza, el contraste entre la princesa decidida y la persona vulnerable que ahora tenía ante él.
De pronto, un sonido lo saca de sus pensamientos. Karim murmura algo entre sueños y se mueve ligeramente, provocando que él recupere la compostura. Richard se aparta y decide despertar a ambas, golpeando levemente el borde de la cama.
—Despierten, damas. Ya es hora de almorzar —dice en un tono ligero, tratando de ocultar cualquier rastro de la emoción de hace un momento.
Elysia parpadea, confundida, mientras se incorpora, y Karim se despereza con un bostezo largo.
—¿Tanto dormimos? —pregunta Elysia, sacudiendo ligeramente la cabeza.
—Lo suficiente como para que el almuerzo se enfríe si no bajan pronto —responde Richard con una sonrisa. —Vamos, el comedor está listo.
Después de refrescarse un poco, bajan al comedor de la posada. Richard toma asiento frente a ellas.
—Oye, Chad, para ser mercenario tienes un aire más de... no sé, mayordomo que de tipo rudo —le dice Elysia en tono burlón, con una sonrisa en los labios.
Karim no puede evitar soltar una carcajada sonora. La risa de Karim es tan contagiosa que Elysia empieza a reír también de su propia burla, mientras Richard las mira, resignado. Se gira hacia ella, alzando una ceja con una sonrisa igual de socarrona.
—Bueno, no es solo mi habilidad como mercenario; también tengo que cultivar mis dotes de conquista. Uno nunca sabe cuándo tendrá que usar su encanto —responde él, siguiéndole el juego con un tono ligero.
Elysia se ríe y le lanza una mirada fingiendo evaluar su desempeño.
—¿Encanto? No he visto que funcione muy bien, ¿eh? —replica ella, mirando alrededor de la posada—. A juzgar por las caras de las mujeres de aquí, no pareces haber conquistado a ninguna.
Richard hace un gesto exagerado de desilusión, mirando alrededor como si estuviera evaluando sus "posibles conquistas".
—Bueno, supongo que hoy no es mi mejor día —suspira en tono teatral—. Tendré que concentrarme más en mi trabajo de... mayordomo, entonces.
Después de bromear sobre la falta de “encanto” de Chad para conquistar a las mujeres de la posada, Elysia, con una sonrisa perspicaz, le lanza otra pregunta mientras se acomodan en la mesa.
—Por cierto, ¿encontraste al cochero? —pregunta Elysia casualmente.
Richard niega con la cabeza, sin mostrar preocupación en su rostro, pero pensando para sí mismo que es bastante extraño. Él es conocido por ser estricto y mantener la disciplina de sus hombres, por lo que no es usual ni normal que desaparezcan de su puesto sin aviso.
Justo en ese momento, unos hombres rudos entran de golpe al comedor y se dirigen hacia un joven en una mesa cercana. Uno de los hombres lo agarra de la camisa y le habla con furia.
—¿Dónde está Brandon? —le pregunta, sin paciencia alguna—. Ese cobarde está siendo buscado por su señor, y más le vale aparecer pronto si no quiere problemas.
Ante la negativa del joven, otro de los hombres lo empuja, y ambos comienzan a golpearlo mientras le gritan que “deje de esconderse como una rata” y que enfrente a su destino. La dueña de la posada, alarmada por la conmoción, se acerca rápidamente.
—Por favor, señores, resuelvan esto afuera o tendré que llamar a los guardias. No necesitamos más problemas aquí —les pide, mirando a su alrededor con nerviosismo.
Elysia observa la escena con interés, aunque sin intervenir. Al cabo de unos minutos, la camarera trae la comida a la mesa y Elysia la intercepta con un comentario perspicaz:
—No sabía que en esta posada se ofrecían “espectáculos” de este tipo. Parece que la mejor posada de la ciudad no es tan buena como dice ser —dice Elysia con una sonrisa que mezcla curiosidad e ironía.
La camarera, algo avergonzada, sacude la cabeza.
—No suele pasar, señorita. Pero ese joven... su hermano ha enfadado mucho al conde del pueblo, y parece que no van a dejarlo tranquilo hasta dar con él.
Intrigada, Elysia sigue la conversación sin dejar que se note su curiosidad.
—Entonces, ¿por qué no van directamente por el hermano y dejan al pobre chico en paz? —pregunta con aire despreocupado.
La camarera baja la voz, como si fuera un secreto importante, y mira de reojo a Karim y Richard antes de responder:
—Según he podido notar en su estancia, usted es una señorita noble acompañada por su mayordomo y su sirvienta personal —dice, provocando que Karim se muerda el labio para contener la risa, mientras Richard la observa con una expresión de ligera incomodidad, casi levantando una ceja y forzando una sonrisa. No esperaba ser confundido con un mayordomo y, ciertamente, esperaba proyectar una imagen más varonil.
La camarera continúa, sin notar la reacción de Richard.
—Y como usted sabe, el mayordomo es quien tiene a su cargo el gobierno económico de una casa o hacienda. Brandon era el mayordomo del Conde de Derby, pero hace unos días se escapó con la mitad de su dinero. Ahora lo buscan para castigarlo y recuperar lo que se llevó.
—Hmm —Elysia asiente, pensativa.
—¿No es el Conde de Derby el que sucedió a su fallecido padre recientemente?—añade Richard, en tono reflexivo.
—¡Quizás fue una conspiración! —exclama Karim de inmediato, con los ojos brillando de emoción y la imaginación en pleno vuelo.
Elysia se ríe y le lanza una mirada burlona.
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Editado: 13.11.2024