La princesa está rodeada de tiranos

Capítulo 11

La reunión había comenzado. Primero se trataron temas importantes, pero todos estaban ansiosos por discutir el tema principal: la sucesión. Muchos nobles opinaban que ya no tenía sentido concentrarse en un solo príncipe para el trono si todo se decidiría en función de quién encontrara a la princesa. Otros, sin embargo, estaban realmente preocupados por el secuestro.

Algunos propusieron reconsiderar la decisión del emperador Alfonso sobre la sucesión. ¿Con qué derecho? Aun así, se arriesgaron a ser juzgados. Entre ellos, algunos se apoyaban mutuamente, y la disputa en la sala era constante.

—Señores, por favor, nosotros como príncipes hemos aceptado la solicitud y decisión de Su Majestad, y ustedes no pueden intervenir en ello —dijo Cassian, intentando mantener el orden en la sala. En ese momento, los nobles se miraron entre sí, agrupados en sus respectivas facciones. El más influyente de todos, el duque Alaric, respondió:

—¿Y si algunos aprovechan esta oportunidad para desprestigiar a la princesa o, incluso, asesinarla? —El emperador Alfonso lo miró con una expresión seria.

—¿Y qué propones? —respondió con ímpetu.

—Su Majestad, no quiero ser irrespetuoso. Creo que es importante mantener a las facciones de nobles bajo control, incluso en esta carrera. Aquí todos sabemos a qué príncipe apoyamos, y debemos evitar a toda costa que algún noble sin principios intente hacerle daño a la princesa por ambición. Por lo tanto, sugiero lo siguiente...

En ese momento, Alfonso esbozó una leve sonrisa que trató de disimular con la mano, como si ya hubiera previsto las acciones de Alaric.

—Por otro lado, los matrimonios entre familias siempre han tenido fines políticos o de poder. Propongo que la hija más influyente de cada facción sea enviada junto a alguno de los príncipes que no apoyan.

—¿Como rehén? —rió Dimitri.

—No lo interpretes así. Propongo un matrimonio arreglado —respondió Alaric.

Los ojos de Alfonso, llenos de brillo, ya no podían ocultar la amplia sonrisa en su rostro.

—Es una buena idea. Las hijas de los más influyentes de cada facción están más que capacitadas para comprometerse. Pero supongo que entiendes que si Elysia muere, la hija de la facción responsable de su cuidado también perecerá —contestó Alfonso. A pesar de su carácter sabio, no era ni estúpido ni blando. Por eso mismo toleraba las atrocidades de su hijo Raynold y permitía que siguiera así.

—Así será, si es la voluntad de Su Majestad —respondió Alaric, con una sonrisa y una mirada ambiciosa que evidenciaban su satisfacción.

—¿Qué opina el resto? —preguntó Alfonso. Al ver que no había mucho bullicio, supuso que todos estaban de acuerdo, o peor aún, que ya lo habían discutido en privado.

El conde Soren Vandrell, conocido por apoyar al príncipe Dimitri para la sucesión, habló con firmeza.

—Yo creo que es una buena idea, especialmente como una forma de proteger a la princesa Elysia mientras la encontramos.

Luego intervino la marquesa Eveline Faulkner, una bella dama que había enviudado unos años atrás y era conocida por su apoyo a Raymond debido, en gran parte, a su extraordinaria belleza superficial.

—Me gusta la idea; será divertido.

—Bien, me alegra que hayamos llegado a un consenso, Su Majestad. Nosotros, como líderes de cada facción, propondré… —empezó a decir Alaric, pero fue interrumpido por el emperador Alfonso, quien, con una sonrisa maliciosa, respondió:

—Tu hija, Lady Seraphina, será la prometida de Raynold; la señorita Felicia Faulkner, hija de Eveline, será la prometida de Dimitri; y, por último, la hija del conde Soren, Camila, será enviada con Cassian.

Los tres príncipes, callados y sin mostrar signos de resistencia, acataron las órdenes de su padre. Mientras tanto, el duque Alaric, confundido, aún no comprendía del todo lo que acababa de suceder. Su plan era una daga de doble filo, perfecta para comprometer a Seraphina. Personalmente, él apoyaba a Cassian y esperaba poder casarla con él; sin embargo, no le habría importado que se casara con Dimitri, pues, si este encontraba a Elysia, podrían convertirse en los líderes del imperio. ¿Pero Raynold?

Entre la confusión, la furia y el miedo, se paralizó, incapaz de responder. Había perdido esta batalla y enviaría a su hija directa a la muerte. De reojo, intentó ver a Raynold, quien lo observaba fijamente con una sonrisa macabra. El emperador Alfonso ya había previsto todo. Sabía que los nobles se habían contactado entre facciones, en gran parte gracias a la fiesta de té organizada hace unos días por la marquesa Eveline. El emperador también había hablado con los príncipes, y todos aceptaron, incluso Raynold, consciente de que tendría una rehén importante. De esta forma, podría mantener a Elysia segura y controlar los movimientos del duque. Al fin y al cabo, Raynold no tenía intención de casarse; era un espíritu demasiado libre y aterrador como para querer asentarse, y las decisiones de la corte no le preocupaban en absoluto.

Las otras dos facciones, por su parte, eran conscientes de que este podría ser el desenlace y estaban tranquilas mientras sus hijas no fueran emparejadas con Raynold. Así que, simplemente, sonrieron y trataron de dar por finalizada la reunión.

A pesar de todo el caos reciente en el palacio imperial, Elysia enfrentaba sus propios problemas. Ya habían pasado varios días desde el inicio de su viaje. La relación con Chad y Karim se había vuelto más cercana, y ahora sentía cierta confianza con ellos. Sin embargo, tenía algunas dudas respecto a Chad. No parecía haberse sorprendido cuando Karim la llamó Elysia ni cuando mencionó el tema del “matrimonio” de la princesa. Era como si él ya lo supiera y simplemente estuviera fingiendo desconocerlo. Aunque se sentía segura a su lado, temía que Chad pudiera ser un espía de su padre o sus hermanos y que, en lugar de ayudarla a escapar, estuviera realmente escoltándola en su viaje.




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