La princesa está rodeada de tiranos

Capítulo 12

—No, realmente no tengo nada así —respondió Chad con tono frío.

—Qué deprimente te ves… Lysi, ¿me acompañas a buscar regalos? —dijo Karim con una expresión de decepción.

—Lo siento, Karim, estoy demasiado cansada por el viaje. Creo que iré a tomar una siesta y luego podríamos comer algo en la posada.

—Hmm, pero no quiero ir sola —respondió Karim, con una expresión triste.

—Yo te acompañaré —respondió Chad, un poco nervioso y evitando mirar a Elysia. En realidad, estaba emocionado ante la idea de encontrar algo que pudiera regalarle a ella, algo que le recordara a él.

Sin embargo, esta decisión de Chad produjo un inesperado vuelco en los pensamientos de Elysia. Aunque no le molestaba que Chad acompañara a Karim, sentía una extraña incomodidad, quizás el comienzo de un poco de celos. Al principio, había notado que Chad se sentía más relajado al lado de Karim, mientras que a ella le dedicaba solo miradas tensas. Esto la llevó a pensar que quizá Chad estaba enamorado o interesado en Karim. La persistente molestia en su pecho le hizo sentir que esos pensamientos eran inútiles, y trató de descartarlos. Al llegar a la posada, bajaron sus pertenencias, y Elysia, algo más callada que de costumbre, se preparó para su siesta, sin ánimo de molestar a Karim o a Chad.

Chad notó su actitud y se preocupó sinceramente por su comportamiento. Una vez que él y Karim salieron a recorrer el pueblo, comentó:

—Sentí que Lysi estaba un poco… extraña —dijo Chad, esperando que Karim tuviera alguna explicación.

—Estaba cansada. Es un viaje largo para alguien noble como ella, pero se ha adaptado bien —respondió Karim despreocupadamente, hasta que se dio cuenta de que había cometido un error, ya que Chad se suponía no debía saber que Elysia era de familia noble—. No, no quise decir eso, o sea…

—No te preocupes, ya lo había notado, pero tampoco me incumbe. Yo estoy aquí como un trabajador más —respondió Chad astutamente, mostrando que en realidad él sabía la verdad.

—Por favor, no le digas a Lysi que se me escapó. Quizá no le guste esa característica para una sirvienta exclusiva —dijo Karim, cada vez más nerviosa.

—¿Una sirvienta en esa cabaña de 2x2 que tienes cerca de la frontera? —rió Richard.

—¡Oye, no menosprecies mi casa! Es linda, acogedora y tiene espacio para cultivar. Sería perfecta para una escapada romántica o un refugio, y sería una excelente fuente de ingresos… si no estuviera en la frontera —respondió Karim, lamentando no poder aprovechar mejor su hogar.

—¿Escapada romántica…? —murmuró Richard, quedando ensimismado, con los ojos brillantes y la mano en la boca, como si tramara algo. En su imaginación, él y Elysia entraban a la cabaña como en una luna de miel, tomados de la mano, mirándose fijamente, y cuando estaba a punto de besarla, Karim lo interrumpió.

—De todos modos, espero que Lysi esté más animada cuando volvamos, para que tenga fuerzas para retomar el viaje; es peligroso quedarse mucho tiempo en un mismo lugar.

Richard, aún un poco atontado por su imaginación, volvió a la realidad. Sabía que la molestia en el rostro de Elysia no se debía solo al cansancio; la conocía demasiado bien por observarla en silencio y sabía distinguir sus expresiones. Había visto su lado trabajador, revisando documentos y planeando estrategias, incluso con ojeras por falta de sueño debido al trabajo. Entendía que su decaimiento no era físico, sino emocional… o al menos eso pensaba él.

Mientras revisaba los puestos en la feria de la ciudad, Richard se encontró con uno lleno de muñecos artesanales. Había todo tipo de figuras, incluso de los líderes del imperio, como el emperador, los príncipes e, inesperadamente, de Elysia. Al ver el muñeco de Raymond, frunció el ceño con disgusto, considerando que el juguete no le hacía justicia: debería estar bañado en sangre para ser fiel a la realidad. Cuando vio el muñeco de Elysia, lo encontró extremadamente tierno, así que decidió comprarlo para él mismo.

A la vez, quería conseguir algo simbólico para regalárselo a Elysia y que ella tuviera un recuerdo suyo. Entre los muñecos, encontró uno que, aunque parecía simple, le recordó a él mismo en su versión actual, sin armadura. Le pidió a la vendedora que le añadiera una espada al cinturón del muñeco, quedando con el regalo perfecto: un pequeño muñeco de cabello negro, con una camisa marrón clara y una espada, que representaba casi exactamente cómo lucía él, aunque le faltaba la capa.

Mientras pensaba en cómo darle el regalo a Elysia sin levantar sospechas, consideró comprarle algo a Karim también y entregárselo a ambas al mismo tiempo. Sin embargo, la idea no le convencía, ya que le restaba especialidad al gesto. Tras finalizar su compra, se unió a Karim para seguir recorriendo la feria. La “tortura” para Chad continuaba, pues ya llevaba cajas y cajas de compras de Karim en sus brazos.

—Oye, Karim, ¿de dónde sacaste tanto dinero? —preguntó Chad, agotado y cargado de cosas.

—Lysi me lo dio; me dijo que gastara lo que quisiera. ¡Debe tenerme mucha estima! —respondió Karim con un tono burlón.

—¿Podemos irnos ya? Has comprado suficiente.

—Todavía faltan regalos para dos personas más —respondió Karim con gran entusiasmo.

—¿Acaso le vas a regalar cosas a todo el gremio? —preguntó Chad, claramente exasperado.

—Sí, así es. De hecho, todo su gremio es como una gran familia, de la cual formé parte en su momento —respondió Karim, orgullosa de haber sido miembro.

—¿Y qué hacías? ¿La comida? —preguntó Richard, sin poder imaginarse a Karim en misiones peligrosas.

—¡Oye, no me menosprecies! —replicó Karim, casi retándolo, pero sin enojo real—. Yo era la encargada de traspasar la información que recaudaba en distintos lugares —dijo con orgullo.

—Es decir, eras… un sapo.

—Prefiero decir que era espía. Y aunque no estaba en peligro real, mi mejor amiga siempre me protegía en esas misiones. ¡Era increíblemente peligrosa! Incluso tuve que usar técnicas de seducción; cuando algún anciano caía en la trampa y trataba de pasarse de listo, ella se encargaba de él.




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