En ese momento, algo cayó sobre su estómago. Elysia abrió los ojos y vio a un hombre, cubierto de sangre, con el cabello negro sucio y ondulado. Reconoció la espada, la pose familiar y la voz...
— Elysia... por fin te encontré... — la voz de Richard estaba entrecortada, a punto de quebrarse. Cuando la vio encadenada, desnuda, llena de heridas y moretones, sucia y desnutrida, su expresión reflejaba un dolor profundo.
— Richard... — susurró Elysia con una calma que no había sentido antes, una sensación de alivio. Jamás había estado tan feliz de ver sangre ajena.
— Lo siento tanto, Elysia... Perdóname por perderte, es mi culpa... — Richard sollozaba, las lágrimas cayendo de su rostro, limpiando los caminos de sangre en su piel.
— ¿Por qué lloras? — preguntó Elysia con una leve sonrisa, a pesar de su dolor.
Richard se apresuró a quitar la cabeza de Ryan de su estómago, liberándola. Luego, con cuidado, le colocó una capa para cubrirla y la tomó en sus brazos.
— Ellos... Ellos fueron... — comenzó Elysia, pero Richard la interrumpió suavemente.
— No te preocupes, ya están muertos. Ya sé todo, está todo bien, Elysia. Solo cierra los ojos.
El trato tan amable de él aún le resultaba difícil de creer, pensaba que era un sueño. Estaba tan feliz que las lágrimas de alivio simplemente salían de sus ojos. Aferrándose a su cuello, sentía una protección que jamás había experimentado. Temía despertar, pero sabía que era real. Una calidez tan grande que le hizo recordar viejos tiempos, cuando era pequeña, después de que Raynold cumpliera años. Había alguien más que jugaba con ellos. No eran cuatro, eran cinco. A veces venía al palacio, pero ella no compartió mucho con él.
Recuerda una ocasión, cuando escuchaba gritos desde su cuarto. Elysia simplemente se quedaba de pie mirando al suelo, esperando que todo pasara pronto. De repente, una piedra rompió la ventana. Los gritos cesaron. El sonido se detuvo. Elysia corrió, corrió tan fuerte que escapó, su primer pequeño escape. Se reunió con el niño, como si los gritos no pudieran seguirla, y juntos corrieron al jardín donde estaban sus hermanos.
— Richard, ¿era Richard, verdad? — pensó Elysia, mientras sus memorias fluían cada vez más claras. Aún faltaba algo.
De nuevo, Elysia se encontraba cerca de la ventana, esta vez con su hermano Raynold a su lado, ambos de pie, asustados. Estaba a punto de ser su sexto cumpleaños. Pobre Raynold. Los gritos no cesaban, los golpes tampoco.
— Eres una inútil, ni siquiera puedes cuidar a Raynold como es debido.
— Lo siento mucho — respondió Elysia, asustada.
— Y tú, Raynold, ¿cómo es posible...? ¡No sirves para nada!
De repente, alguien tocó la puerta, interrumpiendo el momento. Una sirvienta entró rápidamente.
— ¿Qué pasa? — preguntó Carmelia.
— El emperador se ha reunido con la ex emperatriz Julia. Ahora están tomando té en el invernadero de Cassian.
Un grito espantoso resonó por toda la habitación, haciendo que los niños temblaran. Cosas empezaron a volar y romperse. La sirvienta salió despavorida, y los niños, paralizados, miraban lo que se avecinaba.
— Si tú, Raynold, fueras un poco capaz de lo que es Cassian, no me verían la cara de este modo. ¡Es tu culpa! ¡Es tu culpa! — replicaba Carmelia, castigándolo con golpes en sus piernas y costados.
— Y tú... no eres capaz de enseñarle bien a tu hermano. ¡Son una desgracia! — Carmelia continuó, pero esta vez se dirigió a Elysia. — Si fueras tan buena haciendo tus deberes como llorando, la historia sería distinta.
Elysia contenía las lágrimas, pero veía que su hermano no. Y eso solo aumentaba la furia de su madre. En esos momentos, solo debían agachar la cabeza y esperar que se desquitara rápidamente, para que al menos eso aliviara su enojo. Sin embargo, Elysia, preocupada por Raynold, intentó echar un vistazo, pero su madre la vio.
— ¿Tienes el descaro de no acatar mis órdenes? ¡Niña malcriada! — Carmelia la empujó, y Elysia cayó sobre su pie, lastimándose el tobillo. A pesar del dolor, Elysia no soltó las lágrimas.
Entonces, tocaron la puerta. Se abrió, y entraron Cassian y Dimitri.
— Tía, queremos jugar con Raynold y Elysia — dijo Dimitri, con una voz arrogante y una sonrisa.
— Oh, niños, pero ahora están ocupados, no pueden jugar — respondió Carmelia con una voz dulce y una gran sonrisa, su amable fachada intacta.
— ¡Eh, pero tía! ¡Tocaba enseñarle manejo de la espada a Raynold! — insistió Cassian, con 15 años, logrando convencer a Carmelia, porque eso significaba que al menos Raynold estaría aprendiendo.
— Bien, ve Raynold — dijo Carmelia con una sonrisa.
Al ver eso, Elysia se sintió un poco más tranquila. Al menos Raynold podría "salvarse". Sin embargo, Dimitri interrumpió.
— Elysia, ven.
Los ojos de Elysia se agrandaron, mostrando una felicidad inmensa. Se levantó del suelo como pudo, cojeando hacia Dimitri. Él la tomó del brazo y la ayudó a caminar.
— Eres muy torpe, debes caminar con cuidado — le dijo él.
— Sí, Dimitri, perdón — respondió Elysia, feliz, pero al mirar atrás vio el rostro de Carmelia, furiosa.
Entonces, Elysia y Dimitri fueron hasta su habitación.
— ¿Estás seguro, Dimitri? — preguntó Elysia, con ansiedad creciente.
— Es la única forma — respondió él, pasándole una caja.
Elysia observaba a sus hermanos jugar en el jardín, mientras una gran tristeza llenaba su corazón. Sentía el peso de sus recuerdos, los cuales se entrelazaban con la figura de su madre, Carmelia. A pesar de las lágrimas que caían de sus ojos, ella trataba de mantener la calma. En el fondo de su mente, las instrucciones de Dimitri resonaban con claridad.
—¿Recuerdas las instrucciones? —preguntó Dimitri con su habitual expresión fría, a lo que Elysia asintió, apretando sus labios.
—Sí, las memoricé fácil. Mantente cerca, por favor —respondió ella, su voz temblando ligeramente.
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Editado: 26.11.2024