La princesa está rodeada de tiranos

Capítulo 18

Apenas gritó Elysia, Karim despertó. Con los ojos rojos y la expresión cansada, la miraba con preocupación mientras tomaba sus manos. Se veía como si se hubiera desvelado toda la noche, cuidándola, curando sus heridas, dándole medicina.

—Elysiaaa —gritó desesperada, con las lágrimas a punto de caerle de la garganta.

—K-Karim... —respondió Elysia, sintiendo el abrazo de la mujer.

—Elysia, perdona por ir a comprar, lo siento mucho. No debimos dejarte sola. —Karim la abrazaba con fuerza, su voz llena de arrepentimiento.

—No es tu culpa, yo... sentía que se desvanecía el tinte y quería comprar más, y... alguien se metió en mi habitación, pero... ¿tú me curaste? —Elysia miró su cuerpo, cubierto de vendas.

—Sí, también era la encargada de curar heridas. Tengo experiencia. Estás en las mejores manos. —Karim le dijo, con una mirada llorosa, tratando de consolarla.

—Me siento mucho mejor... —Elysia sonrió, aunque su rostro seguía tenso por todo lo que había pasado. —Pero... ¿dónde está Ri...? Quiero decir, ¿Chad?

—Está... interrogando gente. —Karim se frotó los ojos, tratando de encontrar palabras. —Él aún no ha dormido ni ha comido. Cuando llegó contigo en brazos... se veía realmente cansado. Sin embargo, simplemente se dirigió a seguir interrogando a la gente. Pero no te preocupes por nuestra seguridad, Elysia. Hay como diez guardias fuera de la habitación, y quince más fuera de la posada.

—Necesito hablar con él, ¿podrías traerlo? —dijo Elysia, su voz temblorosa pero firme.

—Claro que sí, Lysi. —Karim respondió con una sonrisa suave, levantándose de inmediato para ir a buscarlo.

Mientras Karim se alejaba, Elysia se recostó contra la almohada, mirando el techo. Estaba completamente sola con sus pensamientos. Ahora sabía que debía hablar con Richard. Sabía que había llegado el momento de enfrentar la verdad.

De repente, escuchó unos pasos afuera de la puerta. Al principio, no entraba, pero pronto la voz de Elysia rompió el silencio.

—Ven.

La puerta se abrió lentamente. Richard apareció en el umbral, su figura encorvada, los ojos cargados de tristeza y nerviosismo. No había dado un solo paso hacia ella, como si temiera acercarse demasiado. A pesar de su naturaleza feroz, su actitud ahora era diferente. Estaba sucio, cubierto de sangre, sin haberse bañado aún. El olor que traía consigo lo delataba, y su vergüenza era palpable.

—Lysi... —dijo, casi en un susurro, sus palabras cargadas de arrepentimiento—. No me quiero acercar, huelo mal... Aún no me he bañado. Dame un momento, por favor...

Elysia, sin embargo, no iba a dejarlo esperar. Tenía que hablar con él, tenía que enfrentarse a lo que había estado ocultando en su mente. A pesar de la debilidad que aún sentía, intentó levantarse de la cama. Pero sus piernas cedieron bajo ella, y antes de que pudiera caer, Richard se apresuró a atraparla en sus brazos, sosteniéndola con cuidado.

.En ese momento, Elysia entendió a lo que se refería Richard: su olor era potente. Era evidente que no había descansado ni siquiera tomado el tiempo para asearse. Con un poco de vergüenza, desvió la mirada hacia un lado y, de manera elegante, se cubrió sutilmente la nariz.

—Por favor, ve a bañarte y vuelve rápido. Necesitamos hablar —dijo con firmeza.

—Lo siento, Lysi. Espérame, por favor —respondió Richard, avergonzado.

Cuando volvió, llevaba la camisa semiabierta, con el cabello negro mojado y gotas de agua deslizándose por su rostro. Su piel pálida resaltaba aún más. Elysia no pudo evitar sonrojarse; esa imagen siempre perturbaba su vista.

—Richard... —murmuró, intentando controlar el rubor en su rostro.

—¿Eh? —Richard la miró, sorprendido—. ¿Cómo es que...?

—¿Por qué no me lo dijiste desde el principio? —lo interrumpió Elysia.

—Escapabas de mí, de tu matrimonio. Lo siento por haberte puesto en esa posición. Fue mi culpa —admitió, con un tono de remordimiento.

—¿Y por qué lanzaste esa piedra? —preguntó ella, mirándolo directamente con una frialdad que lo descolocó.

Richard, sorprendido, se cubrió la boca con una mano.

—¿Tú... recuerdas eso?

—Pero, sobre todo, ¿por qué le eres leal a mi padre? ¿Y por qué algunos súbditos no lo son?

—Elysia, tienes muchas preguntas. Por favor, primero descansa. Tenemos todo el tiempo del mundo para hablar —intentó tranquilizarla, preocupado.

—No, no tenemos todo el tiempo. ¿Mataste a Ryan y Tristan? —preguntó Elysia, aunque ya conocía la respuesta.

—Sí, no pude dejarlos vivos —respondió Richard con seriedad.

—Cuando se den cuenta de la ausencia de Tristan y de que Ryan no se mueve, vendrán a investigar. Debemos...

—No te preocupes —la interrumpió él—. Encubrí la escena sutilmente con drogas, sugiriendo que formaban parte de los negocios turbios de los Alaric.

—Pero cuando descubran que estuvimos aquí como viajeros...

—Elysia... —Richard suspiró, visiblemente agotado—. Apenas te recuperes, nos iremos.

Su tono reflejaba preocupación y una profunda culpa. Bajó la mirada, casi avergonzado por todo lo ocurrido.

—Mañana. Vámonos mañana —insistió Elysia.

—No podemos irnos así. ¿Podrás soportar el viaje en tu estado? Cada día se vuelve más frío, y la travesía hacia la frontera es dura incluso para personas sanas.

—Debemos irnos, y lo sabes.

—¡Elysia! —gritó Richard, frustrado—. Eres una trabajólica, ¿verdad? —La miró con una sonrisa triste, tratando de contener las lágrimas.

—Y tú eres un llorón —le respondió con una mirada audaz.

De repente, Richard se acercó lentamente, con una intensidad que la hizo ponerse en alerta. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, inclinó su rostro hasta quedar a pocos centímetros del de Elysia, quien, nerviosa y sonrojada, intentó retroceder. Sin embargo, al estar acostada en la cama, no tenía a dónde ir.

—¿Q-q-qué haces? —balbuceó, sintiendo cómo su corazón se aceleraba.




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