La princesa y el guardaespaldas

1. Matthew

Me encontraba en el mismo lugar de siempre, el mismo en el que había estado durante los dos últimos años de mí vida haciendo lo ubico en lo que parecía que me destacaba:Preparar cócteles para mujeres desesperadas por la atencion de un hombre. 

Y si era bastante cruel de mí parte decir una cosa como esta teniendo en cuenta que había sido criado por la mujer más asombrosa en todo el planeta, lamentablemente ella ya no estaba aquí, no al menos en cuerpo y alma pero si la tenía conmigo en el portarretratos detrás de una de las botellas que decoraban la enorme vitrina detrás de mí en el bar. 

Leila era la víctima del día, una joven con un vestido de cóctel cuyo bretel iba cada vez más abajo en su hombro revelando mayor  cantidad de escotey piel  a medida que  bebia una nueva copa, el trago elegido era: Cosmopolitan. 

-Me fascina la innovar- comento entre pequeños hipos, que me hubiesen causado gracias de no ser porque sentía lástima por el lamentable estado en el que se encontraba- 

Muchas veces me habia preguntado cómo la gente podía llegar a ese punto. Que tan bajo se podía caer para recaer en el alcohol, y no parar de engullirlo? Era algo que no podía concebir, en especial porque cuando los problemas, la nostalgia o el terror me abordaban y me tomaban preso entre sus brazos, me calzaba mis guantes de boxeador y pasaba largas horas en el ring contra el contricante de turno que estaba ahí por el mismo motivo o en su defecto , me descargaba con la bolsa. Llenar mí sistema de esa sustancia hasta olvidar mí nombre? Jamas.

-Ya me di cuenta de eso- respondí, ofreciendo una sonrisa amable porque otra cosa no podía hacer.Pfincipalmente porque me hicistr salirme de la receta original incorporando pulpa de frutilla durazno y hasta kiwi…

-Oh,cielo- dio una palmada al aire y esa misma mano fue a parar a su rubio cabello para acomodarlo de manera teatral, un tatuaje en el dorso de ella me develó que tuvo un pasado hipster y que ese dibujo carecía de sentido alguno- Tu habrías hecho exactamente esto si te enteras en medio de la cena que tu cita huyó por la diminuta ventana del baño de caballeros.

Mis ojos se abrieron como platos y juro que no fue mí intención esto, no estaba tratando de hacerla sentir peor, la situación ya era lamentable, simplemente fue una reacción real y honesta, digna de su hombre como yo.

-Ooohh, siento escuchar eso- murmuré , no teniendo muy en claro como seguir la conversación.

-No te preocupes, él se lo pierde, aunque supongo que yo me lo merezco. Si fuese por ahí con un propósito distinto, asumo que mí vida iría por un camino distinto, si no vienese aquí esperando hallar a un cabron al que nada más le importase dar con una chica como yo a la que nada mas quiere consentir y llenar de lujos, dandole el privilegio de no tener que trabajar para substituir, quizas me ahorraría muchos sinsabores. Me temo que es tarde para mí. He invertido en esto demasiado tiempo y esfuerzo, y sería una pena renunciar a esta altura.

-Hey- exclamé a la vez que limpiaba la copa con un ímpetu innecesario. Tanto como el absurdo moño que tenía adosado a mí cuello.No podía esperar a casa para sacarmelo de encima- Nunca es tarde para cambiar.

-Como te llamas?

Su pregunta me tomo desprevenido y me avergüenza confesar que me tomo mas segundos de lo usual responder.

-Matthew.

-Matthew- repitió, sus pupilas brillando al clavarse en mí. Con hambre- Te lo agradezco, y ruego que estés en lo cierto. Por lo pronto solo me queda ser yo. Auténtica.Original.Bueno- soltó  una estruendosa carcajada que me hizo temer por su bienestar ante la posibilidad de que cayera del taburete-Todo en mí lo es menos estas-,agarro su pecho-Ya te he contado más de mí, desde que he llegado aqui no he parado de hablar de mi y que no quiero quedar como una perra egocéntrica-se inclino hacia mí, y en un susurro agrego-En total confidencia… Lo soy.

-Me parece justo-asenti- Fui ex piloto de guerra y he pasado los últimos diez años volando aviones, atacando ciudades y rescatando a mis colegas enfundados en trajes verdes camuflados.

-Wow, eso debió ser duro-su codo se clavo sobre la mesa y coloco su mentón en su palma, demostrandome que estaba sumamente interesada en mí historia.

-Por supuesto que lo fue, en especial porque en ese pueblo de Irak habían muchos niños y familias que lo perdieron todo - fingí que un escalofrío recorría mí cuerpo-Lamentablemente tenía que seguir las reglas del juego.

-Te… Te han quedado secuelas?

-Suficientes como para ir a terapia. Aún  y  me persiguen los gritos de mis compañeros- mentí- Y no puedo estar cerca de ningún sitio muy ruidoso porque me trae malos recuerdos, y si oigo una explosión, así sea de un fuego artificial mí piel se pone crespa y siento la urgencia de esconderme.

Posiblemente me iría al infierno por esto,  que se suponía que tenía que hacer?Tenía que encontrar la manera de llevarme a alguien a casa, hoy particularmente no quería estar solo y ella parecía una presa fácil, además no creía en el karma, este  ya había hecho de las suyas y no había nada mas  que pudiera quitarme? , todo lo que me importaba ya me lo habia sacado y me había dado batallas tan o mas dificiles que las de ese alterego que me había creado para impresionarla, a ella y a suss precesoras.

 Zillas, mí fiel compañero de parranda, y un sujeto agradable que conocí en el gimnasio en el que entreno apareció de la nada, ocupando el sitio vacío a su lado.

-Buenas noches camarada - observó a Leila de la forma en la que ella lo hacía conmigo. 

Cuando se trataba de chicas él no sabía disimular. Por lo que a mí me concernia podía ser tuya. No estaba tan desesperado, o si?

-Interrumpo?- consulto dándonos un vistazo rápido a ambos.

-En absoluto, te sirvo lo usual, cariño?- le pregunté acariciando mí mejilla.

La verdad es que a pesar de que tenía necesidades fisiológicas como cualquier sujeto que esté en su sano juicio y que no se ha acostado con nadie en más de una semana, así y todo, no me apetecía honestamente que ella viniese conmigo, y si, se que me estaba contradiciendo con lo que había dicho recién.Desafortunadamente conocia a la perfección a las de su especie, iria a su apartamento, porque al mio no podiamos, lo haríamos, me escabulliria en la madrugada y pasarían semanas donde mi buzon explotaría con sus mensajes y reclamos.




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