La princesa y el guardaespaldas

15. Matthew

Por lo general era muy bueno leyendo las emociones de los demás, tenía que hacerlo para descubrir cuando papá mentía o cuando mí hermana quería hacerme creer que estaba sobria, me había vuelto casi como un experto en la materia sin embargo con ella había algo que tenía la impresión de que me estaba pasando por alto.

La  vi agarrarse de su chamarra con fuerza y se la notaba incómoda, cualquiera podría darse cuenta de eso pero la razón por la cual actuaba de esa forma era lo que me descolocaba. 

Levanté un brazo en alto y comencé a ondearlo para captar su atención como si no quedará ya en claro que la estaba esperando.

 Ella me ofreció un leve asentimiento con su ceño fruncido y quizás yo me estaba volviendo loco pero algo me decía que hubiese preferido sentarse en el piso.Sus hombros rígidos o como sus ojos viajaban por la habitación tratando de dar con una mejor opción no eran demasiado alentadores.

Y juro que inntenté que el suspiro que soltó no me afectase.

-Parece que esa cosa fue hecha para ti- murmuré 

 cuando la vi con su peluca que le quedaba perfecta,haciendo lo posible por no despertar la curiosidad de aquellos que no nos rodeaban.

Ella no tuvo tiempo a responder porque el maestro comenzó a darnos la lección del día sobre Picasso y sus inicios.

-Daremos inicio a la primera clase de esta catedra con un clásico, uno tan grande que equivaldría a hablar de Shakespeare en literatura- nos informo el maestro quien parecía haberse quedado estancado en una obra del siglo XVI- Picasso y sus inicios.

Varios chillidos de emoción vinieron desde atrás chocando contra nuestras nucas y se mezclaban con comentarios de hastios de gente que parecía haberse anotado a esta cátedra con otros propósitos.

-Pablo empezó a pintar desde temprana edad; a los ocho años, tras una corrida de toros y bajo la dirección de su padre pintó El picador amarillo, primera pintura al óleo de la que siempre se negó a separarse.Estudiante brillante y precoz, Picasso superó en un solo día, a la edad de catorce años, el examen de ingreso en la Escuela de la Lonja, y se le permitió saltarse las dos primeras clases. De acuerdo con una de las muchas leyendas sobre el artista, su padre, tras reconocer el extraordinario talento de su hijo al contemplar sus primeros trabajos infantiles, le entregó sus pinceles y su paleta y prometió no volver a pintar en su vida.

-Y déjeme adivinar este no fue el final- pregunto una chica desde el costado, quien tenía la pinta de ser una sabelotodo de esas que no es capaz de dibujar hombre bajo la lluvia sin preocupar a su psicólogo.

-En eso está en lo cierto, señorita…

-Dartil.

-Dartil. Y en caso de que algún día enferme o sea una cuestión de vida o muerte le pediré que ocupe mí puesto y usted haga mí trabajo - comentó, el sarcasmo impregnado en su voz- Por lo pronto no interrumpa y dejé que quienes saben más se encarguen de esto- sentencio, volviéndose a la pizarra.

Como era de esperarse una oleada de “Ooooh” le siguieron a su declaración.

-En el invierno de 1895 realizó su primer gran lienzo académico, La primera comunión en Barcelona, ciudad en la que residió unos nueve años, salvo algunas vacaciones de verano y estancias más o menos largas en Madrid y París.En 1897 presentó el lienzo Ciencia y caridad (Museo Picasso, Barcelona) en la Exposición General de Bellas Artes de Madrid] Durante el verano pasó, una vez más, sus vacaciones en Málaga, donde pintó paisajes y corridas de toros.

Yo ya no podía mantener el hilo de la conversación, no cuando la tenía cerca y tenía la sensación de que podía hacer algo para salvar esta situación, por lo que me puse manos a la obra.

Mientras recortaba un trozo de papel me acordé de esas veces que iba al bachillerato y estaba desesperado porque una de las inalcanzables se fijara en mí, tanto que no temia perder mí dignidad al menos por escrito.

Solo que esta vez era  distinto porque por más que el destino me dijera a gritos que yo no era el indicado para ella porque probablemente tenía un príncipe apuesto aguardando por ella y yo no era lo que estaba buscando, los acontecimientos en mí cocina me demostraban lo contrario .

Rápidamente garabetee un mensaje para pasárselo sutilmente aprovechando nuestra proximidad.

 Ella levanto la vista su mirada confundida clavándose en la mía y le hice una seña para que lo abriera. 

Cuando lo hizo una débil sonrisa apareció en su bellísimo rostro que me había dejado atontado al punto de cometer una locura como escabullirme en su edificio para dejarle un paquete y huir como un cobarde, como ella, para no ser encontrado.

Ella rápidamente respondió a mí escrito en tinta negra y una caligrafía envidiable.

-Que acaso hemos tenido un viaje en el tiempo del que no me he percatado y hemos regresado a la secundaria?

-Me estás haciendo la ley del hielo y no me has dejado otra opción que recurrir a este método infantil. Y quién diría que te quedaría tan bien… La peluca. Es como si estuvieran hechas la una para la otra.

Se lo devolví y el alivio se instaló en mí al comprender que por lo menos así si podríamos charlar.

-La ley del hielo?

-Desde que has llegado apenas te has fijado en mí, y yo que me puse mis galas de lujo para impresionarte…Es broma… Pero sucede algo.

Sus cejas se volvieron a juntar cuando redactaba lo que tenía para decirme.

-Me he quedado dormida y apenas he conseguido llegar aquí sin que me dejen fuera del salón. Lo siento, no era mí intención quedar como una borde. No cuando hiciste tanto por mí.

Y tan poco, me regañó una voz proveniente de mí cerebro quien aparentemente estaba muy molesta conmigo por no haber sabido aprovechar la oportunidad que se me había dado en ese entonces.

-O sea que si te gustó mí comida?

El frío roce de la hoja rozo mí codo y mí piel se erizo como reacción a su toque.




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