La prisionera del comandante

Capítulo 12

A pesar de que muy pocas personas la conocíamos, el funeral de Vilma resultó ser el más concurrido del que tuviera memoria. El reino entero se encontraba devastado por el crimen. Después de tantos años de guerra y sufrimiento, lo único que deseábamos era vivir tranquilos, saber que había un asesino suelto entre nosotros llenaba a los habitantes de desconcierto. La tragedia volvía a mostrarnos su fea cara y aquello era digno de lamentarse.

La señora Morris era la que lloraba con más fuerza, pero todas nosotras, sus niñas, la acompañábamos con lágrimas y sollozos. El resto de la gente guardaba un silencio respetuoso, mostrando lo mucho que lamentaban lo ocurrido. Los Austin estaban presentes, siendo un apoyo para mi dolor. El orfanato, en donde estábamos dando el último adiós a Vilma, se encontraba atestado de gente y había muchos más afuera que venían a mostrar su solidaridad.

Ahí de pie al lado de mis antiguas compañeras, mi mente no lograba resignarse a lo ocurrido. Un mundo en el que esto pudiera pasar era inconcebible y, sin embargo, aquí estábamos, lamentando la muerte de una joven inocente que a nadie hacía daño. ¿Cómo poder entender algo así?

—¿Crees que venga el rey? —preguntó una señora en voz baja a mis espaldas.

—Lo dudo, ya sabes que Esteldor odia los eventos públicos, es bastante huraño. A lo mucho mandará a su hermana a representarlo, como siempre hace —le respondió una voz masculina.

—Qué lástima, tan guapo que es, me encanta verlo —se lamentó la mujer.

Crucé los brazos, irritada por lo que había escuchado. Este era un momento de duelo, no una oportunidad para estarse deleitando en lo guapo que era el rey.

Después del funeral regresé con los Austin a la panadería. El señor Austin me ofreció la posibilidad de tomarme el día, quedarme en el orfanato junto con las demás si así lo deseaba, pero la perspectiva era demasiado sombría, era preferible mantenerme activa, trabajar hasta el agotamiento y no quedarme quieta dándole vueltas al dolor.

Casi a la hora de cerrar, recibimos una última visita, aunque por la cara de pocos amigos, era obvio que no venía buscando un bollo para la cena.

—Tú y yo tenemos que hablar seriamente, muchacho —escupió Rodric Muller con voz de trueno dirigiéndose a Tom.

El aludido dio un paso hacia atrás, apocado ante la actitud avasalladora del nuevo regente de la capital.

—¿En qué podemos servirlo, señor Muller? —preguntó el señor Austin en tono amigable, contrastando radicalmente con el humor de Muller.

—Su Majestad, el rey Esteldor, me ha encomendado encontrar al responsable de este crimen tan atroz —nos explicó con el pecho inflado y la mano derecha descansando sobre la empuñadura de su espada—. Decidí empezar de inmediato con las indagaciones, pues me tomo muy en serio cualquier orden de nuestro rey, eso me llevó a hablar con la señora Morris, quien te señala a ti como presunto responsable…

—¡¿Qué?! —preguntamos los Austin y yo al mismo tiempo.

—Debe tratarse de un malentendido. Mi hijo es un buen muchacho —intervino el señor Austin con nerviosismo.

—¿Yo por qué? —preguntó Tom dando otro paso hacia atrás, su piel rojiza completamente pálida por la acusación.

—La señora Morris dice que estuviste frecuentando a Vilma, que incluso un día la acompañaste al orfanato con sus compras. Ella cree que tú y Vilma mantuvieron una especie de romance y vengo a indagar sobre ello —le explicó Rodric sin quitar la mala cara, asumiendo de entrada que la suposición de la señora Morris era correcta.

—¡Eso es ridículo! Yo no la estaba frecuentando, la vi una vez en el mercado y la ayudé a llevar sus compras al orfanato, eso es todo, señor. No teníamos un romance —se defendió Tom.

—Vilma te mencionó con sus compañeras…

—No, Vilma mencionó a un hombre, pero jamás dijo que era Tom —lo interrumpí por impulso. Muller me miró por primera vez y arrugó el entrecejo, como si apenas se hubiera percatado de mi presencia entre ellos—. Ella dijo que era un hombre misterioso que le prometió regalos, pero mantuvo su identidad en secreto.

—Tú le dijiste a la señora Morris que ellos se estaban viendo, ¿o no? —me recordó cruzando los brazos, al parecer mi antigua cuidadora le había dado todos los pormenores.

Los Austin clavaros sus ojos en mí, esperando mi respuesta. Saqué el aire de mis pulmones despacio, lamentándome haber abierto la boca.

—Porque creí que lo estaban haciendo, pero me equivoqué. Ellos jamás tuvieron algo —le aclaré—. Tom sería incapaz de quitarle la vida a alguien. Está perdiendo el tiempo con la persona equivocada.

—Vilma me llamó la atención el día que vino a visitar a Lea, no lo niego, pero después me quedó claro que ella no tenía ningún interés en mí y eso fue todo —explicó Tom tratando de no sonar tan apabullado.

—Me acabas de decir que la viste solo una vez en el mercado y ahora dices que la viste también aquí en la panadería, algo contradictorio, ¿no, muchacho?

Tom se contrajo en su lugar, sus ojos expresaban sin necesidad de palabras el terror que sentía por dentro.

—Bueno… sí, es que… —el tartamudeo no le estaba ayudando en nada.




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