La prisionera del comandante

Capítulo 13

Después de consolar a Tom lo mejor que pudimos, lo dejamos en casa para que durmiera un rato mientras nosotros atendíamos la panadería. Encontraba ridículo seguir con el día como si nada cuando teníamos semejante problema encima, pero solo nos quedaba seguir adelante y esperar el mejor resultado. Tal vez Rodric Muller sí era un hombre cabal como el señor Austin decía y no permitiría que un inocente acabara preso; me parecía improbable, pero debía aferrarme a la esperanza.

Ya estaba atardeciendo y los clientes brillaban por su ausencia. Al parecer el rumor de que Tom era sospechoso ya había llegado a oídos de la gente y nadie quería consumir el pan de un supuesto asesino. Ni yo ni el señor Austin hacíamos alusión a la poca concurrencia ni a la posible causa de esta, aunque podía casi asegurar que él estaba pensando lo mismo que yo.

Cuando la campanilla de la puerta sonó me sentí revitalizada, no todo el reino nos estaba dando la espalda, pero mi alegría se evaporó en cuanto vi de quién se trataba.

—Buenas tardes, panecillo —dijo Rupert Norton con una sonrisa siniestra.

Miré sobre mi hombro hacia la cocina, el señor Austin estaba preparando unas galletas y probablemente no había escuchado la campanilla. Me volteé para encarar de nuevo al desagradable hombre. No pude juntar las energías para saludarlo de vuelta, simplemente me le quedé mirando con desagrado. Después de intentar meterme a su carruaje a la fuerza, no podía esperar que siguiera fingiendo un mínimo de cortesía.

El señor Norton se acercó al mostrador, sus ojos recorrían mi cuerpo con la usual lascivia. El estómago se me revolvió solo de imaginar las cosas que pasaban por su sucia mente. En ese momento, noté un rasguño en su cuello y mi cuerpo entero reaccionó de forma violenta, sentí como si me estuvieran succionando hacia un vacío, aunque seguía de pie detrás del mostrador. Vilma. Su nombre se fijó en mi mente, impidiéndome pensar en nada más. La vi defendiéndose con uñas y dientes del perverso ser ante mí, la imagen era tan clara que no me cupo la menor duda de que el culpable era él. Él la secuestró, él acabó con su vida...

—Lleva semanas sin venir —lo acusé con la bilis en la garganta.

Una sonrisa pútrida curvó sus labios, pero lo peor fue el brillo de sus ojos.

—Lo notaste, ¿eh? Ya veo que piensas en mí más de lo que dejas ver—dijo con gozo siniestro—. Salí de la ciudad por negocios, acabo de regresar anoche. ¿Me extrañaste, panecillo? Puedo buscar la manera de compensártelo.

—Miente, usted estuvo aquí todo este tiempo —dije con la mandíbula apretada, la rabia me oprimía el pecho.

Norton frunció el entrecejo al oír mi acusación.

—¡Señor Norton! Buenas tardes, ¿cómo está usted? —saludó el señor Austin en cuanto salió de la cocina y se apresuró a colocarse a mí lado—. Lea, por favor, ve a supervisar las galletas, yo me encargo de atender a nuestro cliente —como había prometido, el señor Austin me estaba salvando de tener que tratar con Norton, pero esta vez no deseaba huir, necesitaba confrontarlo, que admitiera su crimen—. Dígame, caballero, ¿qué le puedo ofrecer el día de hoy? Tengo su favorito, panes azucarados...

Como no me movía de mi lugar, el señor Austin me palmeó ligeramente la espalda para sacarme del trance mientras hablaba con el cliente. Aturdida por la furia, me di la media vuelta y entré a la cocina.

Esperé a que Norton se fuera y entonces salí en tromba.

—¡Fue él! —acusé a todo pulmón provocando que el señor Austin diera un brinco en su lugar por el susto—. ¡Él mató a Vilma!

—¿De qué hablas, Lea? —me preguntó mirándome boquiabierto—. ¿Por qué dices eso?

—¿Quién más pudo haberlo hecho? Solo hace falta mirarlo para saber que es un degenerado capaz de las peores bajezas —señalé haciendo grandes gestos con las manos pues no me podía estar quieta—. Debemos ir con Rodric Muller de inmediato y avisarle…

—¿Avisarle qué exactamente? Que alguien te dé mala espina no es un pedazo de evidencia —dijo el señor Austin trayéndome de vuelta a la realidad.

—Tiene un rasguño en el cuello, sin duda se lo hizo mientras atacaba a Vilma.

—O puede que tenga un gato. 

—Pero es que fue él... lo siento aquí —dije señalando mi corazón.

El señor Austin suspiró con condescendencia.

—Las corazonadas sirven de poco en estos casos. Rodric Muller va a reírse en nuestras caras si levantamos una acusación basados en sentimientos. Entiendo que Norton te desagrada y que te ha hecho sentir incómoda, pero eso no lo convierte en un asesino. Además, él mismo te acaba de decir que estuvo fuera de la ciudad por negocios, lo escuché desde la cocina, ¿cómo puede ser el asesino si ni siquiera se encontraba en la misma ciudad en la que ocurrió el crimen?

—Porque está mintiendo, claro que estuvo aquí, solo que se encontraba en donde sea que mantuvo cautiva a Vilma... —la voz me falló al pensar en mi amiga a merced de ese monstruo.

El señor Austin debió percibir en mi rostro lo descompuesta que me sentía, pues colocó su mano sobre mi hombro con cariño.

—Créeme que me encantaría dar con el verdadero responsable, no solo para que se le haga justicia a esa joven, sino para librar a Tom de las calumnias en su contra, pero no podemos señalar al señor Norton sin pruebas. Debemos ser prudentes y esperar a que Rodric Muller encuentre al verdadero asesino.




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