"EL PODER NO ES SOLO CONTROLAR EL MUNDO, SINO ENTENDER QUE A VECES EL VERDADERO PODER ESTÁ EN DEJAR IR."
CROWLEY DE SUPERNATURAL.
El sol comenzaba a descender en el horizonte, pintando el cielo con tonos dorados y anaranjados. Crowley se encontraba en la cima de un acantilado, contemplando el vasto océano que se extendía ante él. La brisa marina acariciaba su rostro, llevando consigo el olor salado del mar y un eco de los pensamientos que lo atormentaban. La conversación con Morrigan en la playa había dejado una profunda marca en su ser, una marca que no podía ignorar.
«Tal vez podrías ayudarme a encontrar un camino que no solo sea más equilibrado, sino que también tome en cuenta a quienes realmente importan», había dicho él, y ahora esas palabras parecían cobrar vida propia. Crowley había pasado siglos acumulando poder, manipulando a otros y sembrando el caos. Sin embargo, algo en Morrigan lo había hecho cuestionar todo lo que creía saber sobre el poder y su propósito.
Se detuvo junto a una roca, observando cómo las olas chocaban contra ella, creando un sonido rítmico y relajante. «Obtener poder no siempre implica destrucción y caos», murmuró para sí mismo, recordando las palabras de Morrigan. «Sino un poco de manipulación, como tú dices».
Crowley sonrió, una expresión astuta que revelaba su mente maquinando nuevos planes. «En este mundo, puedes ser lo que quieras, Crowley», se dijo, imitando el tono de Morrigan. «Nadie conoce realmente al diablo. Puedes hacerte poderoso como la mayoría de los humanos, a través de grandes empresas».
La idea lo intrigaba. Siempre había operado desde las sombras, utilizando el miedo y la manipulación para controlar a los demás. Pero, ¿qué pasaría si en lugar de destruir, construyera? ¿Si en lugar de sembrar el caos, creara algo que beneficiara tanto al mundo humano como al inframundo? La idea era tentadora, y Crowley no podía negar que Morrigan había plantado una semilla en su mente que ahora comenzaba a brotar.
De repente, una voz familiar rompió el silencio.
—Parece que estás en un dilema, Crowley —dijo Morrigan, apareciendo detrás de él con una sonrisa enigmática. Su cabello rojizo brillaba bajo la luz del atardecer, y sus ojos verdes reflejaban una mezcla de curiosidad y comprensión.
Crowley no se sorprendió por su aparición. Había aprendido que Morrigan tenía una forma peculiar de aparecer justo cuando más la necesitaba.
—Siempre apareces en los momentos más oportunos, ¿no es así? —respondió con una leve sonrisa, aunque su tono era más reflexivo que burlón.
Morrigan se acercó y se sentó a su lado, mirando el horizonte.
—El tiempo es relativo, Crowley. Y a veces, las respuestas que buscas están más cerca de lo que crees —dijo, su voz suave pero llena de significado.
Crowley la miró de reojo, notando la tranquilidad que emanaba de ella.
—¿Y qué respuestas crees que estoy buscando? —preguntó, genuinamente interesado en su perspectiva.
Morrigan se encogió de hombros, jugueteando con una piedra pequeña que encontró en el suelo.
—Tal vez no estás buscando respuestas, sino una forma de reconciliar lo que eres con lo que podrías ser —dijo, lanzando la piedra al vacío y observando cómo caía hacia el mar—. El poder no tiene que ser sinónimo de destrucción, Crowley. Puedes ser más que el Príncipe de las Tinieblas.
—He estado pensando desde la última vez que nos vimos —comenzó, su tono reflexivo—. Sobre el equilibrio, sobre cómo el poder no tiene que venir de la destrucción. He pasado siglos tratando de dominar el mundo, pero nunca me detuve a considerar si eso era realmente lo que quería.
Morrigan lo observó con atención, notando la sinceridad en sus palabras. Era raro ver a Crowley tan vulnerable, tan dispuesto a cuestionarse a sí mismo.
—Y ¿qué has descubierto? —preguntó, su voz suave pero inquisitiva.
Crowley suspiró, mirando hacia el horizonte.
—He descubierto que tal vez hay más en este mundo que simplemente controlarlo. Que tal vez, en lugar de dominar, puedo encontrar una manera de coexistir. Pero no sé por dónde empezar. He estado tan enfocado en el caos que no sé cómo construir algo que no sea destructivo.
Morrigan sonrió, una expresión cálida que iluminó su rostro.
—Eso es un buen comienzo, Crowley. Reconocer que hay algo más allá del poder y la destrucción es el primer paso. Pero no tienes que hacerlo solo. Hay personas, incluso en el mundo humano, que pueden ayudarte a encontrar ese camino.
Crowley arqueó una ceja, intrigado.
—¿Personas? ¿A qué te refieres?
Morrigan se inclinó hacia atrás, apoyando las manos en la roca.
—Hay quienes, como tú, buscan un equilibrio entre los mundos. No todos los humanos están cegados por el miedo o la ignorancia. Algunos han dedicado sus vidas a entender las fuerzas que mueven el universo, tanto las luminosas como las oscuras. Podrías aprender de ellos, Crowley. Podrías encontrar aliados en lugares que nunca consideraste.
Crowley reflexionó sobre sus palabras, sintiendo una chispa de esperanza que no había sentido en mucho tiempo.
—¿Y cómo encuentro a estas personas? —preguntó, su voz llena de curiosidad.
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Editado: 16.02.2025