Capítulo 4: Entrenamiento Divino

El portal divino

Elysia avanzó por las calles desiertas, sintiendo la pesadez de su decisión. No le quedaba nada en ese mundo. Era hora de encontrar su verdadero destino.

Cuando alcanzó la entrada del pueblo, dos figuras la esperaban. Helena y Atenea.

Helena la miró con tristeza.

—Ya estás lista, ¿verdad?

Elysia asintió. Atenea no dijo nada, solo extendió una mano al aire.

El espacio vibró. Un resplandor dorado surgió frente a ellas y el portal se abrió. Un vínculo entre dos mundos. Elysia miró a través de él y vio lo que parecía un antiguo templo en ruinas, rodeado de montañas y bañado por un cielo limpio.

Por primera vez en días, sintió paz.

Se giró una última vez hacia su hogar destruido. El pasado ya no podía retenerla. Con determinación, cruzó el portal.

La sensación fue abrumadora. Como si la realidad misma se rompiera en mil fragmentos de luz antes de recomponerse.

Cuando parpadeó, ya no estaba en su pueblo.

Estaba en el templo.

Su destino había comenzado.

Un nuevo punto de vista

Era como si la realidad se partiera en mil fragmentos de luz antes de volver a ensamblarse.

Por un instante, Elysia sintió que flotaba en el vacío.

No había arriba ni abajo. No había un "yo".

Solo existía el tiempo, en todas sus formas.

Un eco resonó en su mente.

"Ya no eres solo una persona dentro del mundo... Ahora, el mundo se moverá a tu alrededor."

La voz no era la suya.

Era la de Alejandra Magno.

Una ráfaga de imágenes inundó su mente. Batallas. Reinos caídos. Juramentos de lealtad.

Cuando parpadeó, estaba en el templo.

Pero algo había cambiado.

La historia ya no se contaría solo desde su perspectiva.

Ahora, el destino estaba en marcha. El mundo comenzaba a girar a su alrededor.

Desde este momento, la historia ya no era solo suya.