La Profecía de los Elementos (los Hijos de los Dioses #1)

10. Lecciones de vida

Los primeros dos meses se pasaron entre entrenamientos, lecciones de magia y duermevelas, por si a los grinden se les ocurría acercarse demasiado a la mansión y tenían que escapar. Sus nuevas compañeras también les habían explicado, aparte de todo, que por el momento y hasta que Ruth volviera, aquella era la única opción viable en una emergencia. Cora se había puesto roja de rabia y les había increpado, alegando que huir constantemente no podía ser una solución. Aldara había objetado, también con enfado, que a veces huir era una medida de prudencia; pero Ray se temía que lo que Cora decía, en aquel caso, era cierto. No podían estar huyendo constantemente. Cada día que pasaba estaba más convencido.

Despacio, siguió avanzando por el pinar. El ejercicio de aquel día lo habían programado Davin y Aldara, puesto que su maestra habitual, Rebeca, había tenido que bajar a la ciudad por unos asuntos. Según ellas, podía ser interesante ejercitar su capacidad para moverse e "integrarse en su elemento", que aprendiera a mimetizarse y a desplazarse con sigilo a través de los árboles, además de aprender a orientarse. De entrada, Ray había considerado que aquello era una tontería.

—No lo es —Davin parecía ofendida ante aquella posibilidad—, hay muchas cualidades, aparte y junto con la magia, que un hechicero debe dominar.

—Paciencia —había dicho Aldara— autocontrol, abrir los sentidos...

Lo último parecía lo más útil en su situación, había pensado Ray, puesto que era cierto que su nuevo "yo" parecía descontrolado hiciera lo que hiciese. Sus emociones le traicionaban más veces de las que le gustaría, hasta a solas con Sandra. Se ruborizó: solo por esto último, en realidad, había aceptado hacer el ejercicio. El objetivo era conseguir orientarse en el bosque, encontrar a cada una de ellas, y... sorprenderlas. Las dos se habían echado a reír a carcajadas cuando Ray les había preguntado que si tenía que atacarlas.

—Con que te acerques a dos metros sin que te veamos y nos digas "hola", creo que nos vale —le sugirió Davin cuando se serenó y se secó las lágrimas— serías incapaz de otra cosa.

Ray no había podido evitar sentirse un poco ofendido, y en ese momento, la afirmación de Davin le había parecido una auténtica bravuconada. Pero tras dos horas de búsqueda, y tres intentos infructuosos de sorprenderlas, había sido Davin la que se había lanzado bastantes más veces sobre su espalda, sin piedad y derribándole al suelo. Después, sin decir palabra, se había levantado y había salido corriendo a una velocidad que Ray nunca había imaginado en un ser humano. Claro que aquella bruja no era un ser humano corriente. Cada vez que le había tumbado, su maestra le había dado un nuevo consejo: "Camina sobre las puntas de los pies", o "no avances con prisa, y permanece con los cinco sentidos alerta", "te fías demasiado de tus ojos, ejercita el oído y el olfato, te serán más útiles". Ray cada vez se sentía más como una marioneta, y el cansancio empezaba a hacer mella en sus músculos, doloridos por la caminata. Aunque eso no era lo peor de todo: de Aldara no había ni rastro. Ni siquiera había llegado a verla de lejos, cosa que a Davin sí. Se sintió un poco ridículo, puesto que no podía esconderse siempre... ¿O sí?

Un sonido a su derecha le hizo detenerse y volver la cabeza, alerta. Una rama había crujido unos metros más allá, por lo que se quedó en tensión, apoyado sobre las puntas de los pies, esperando. Pero, para su decepción, el sonido no se repitió, y nadie apareció. Ray miró hacia los lados y se concentró en escuchar. Sí, parecía que algo correteaba ladera abajo. Envalentonado de nuevo, dio un paso hacia su derecha, vigilando bien dónde ponía el pie, y a la vez intentando vislumbrar un nuevo movimiento que le indicara por dónde iba su objetivo. Pero al cabo de unos veinte pasos tuvo que darse por vencido: fuese lo que fuese, se había escondido; o era muy rápido, o muy sigiloso. El caso es que se le había escapado. Intentó retroceder hacia el punto de inicio, pero se detuvo bruscamente cuando la vio. Obviamente, no la había oído llegar.

La flecha de Aldara le apuntaba directamente a la cabeza, y la expresión de la bruja no era de suficiencia, ni siquiera de reproche. No; era el gesto del cazador que sabe que tiene a su presa a tiro y que no puede fallar. Ray alzó los brazos lentamente y la miró de frente, asustado al pensar, por una centésima de segundo, qué sucedería si la bruja soltase la cuerda. Pero tras un par de segundos, la joven bajó el arco con un suspiro, y Ray exhaló todo el aire que estaba conteniendo en los pulmones, aliviado. Aunque la pesadumbre le invadió casi de inmediato: aquel gesto sí era un reproche, no había que ser un genio para verlo. Aldara comenzó en ese momento el descenso hacia su posición, y el chico bajó los brazos, abatido. Todo el cansancio pareció caer de golpe sobre él, y se apoyó las manos en las rodillas, jadeando ligeramente. Cuando la bruja llegó a su altura, esbozó una sonrisa que pretendía ser amistosa.



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En el texto hay: cuatro elementos, musica, magia

Editado: 24.05.2018

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