La Promesa de los 18 Años

El Encuentro Inesperado

La mañana siguiente amaneció lluviosa. Samantha no podía evitar sentir que el clima reflejaba su estado de ánimo. La confusión y las dudas seguían atormentándola, y cada paso que daba hacia el día parecía más pesado que el anterior. Las palabras de Valeria seguían resonando en su cabeza: "No te conformes con un compromiso vacío..."

Después de la cena tensa la noche anterior, en la que sus padres no dejaron de hablar sobre el "futuro brillante" de su familia, Samantha se encerró en su habitación. Al despertar esa mañana, miró su teléfono, y vio el mensaje de Alexander. ¿Debería ir a la reunión con él? La pregunta rondaba en su mente mientras tomaba un sorbo de su café, aún con la mirada fija en el teléfono.

El sonido del timbre la hizo saltar. ¿Quién podría ser tan temprano?

Abrió la puerta, y para su sorpresa, allí estaba alguien que no esperaba ver.

—Samantha… —dijo una voz familiar, pero a la vez inconfundiblemente distante. Era Rubí, la exnovia de Vladimir.

Samantha se quedó paralizada en la puerta por un momento. Rubí había sido parte de un capítulo cerrado en su vida, y verla ahora frente a ella era lo último que esperaba en ese momento de confusión. Aun así, algo en su mirada le hizo sentirse más tranquila, como si un peso se aligerara.

—¿Rubí? ¿Qué… qué haces aquí? —preguntó, tratando de mantener la calma, aunque no podía evitar sentirse algo incómoda.

Rubí la miró por un instante, como si estuviera evaluando si debía hablar o no. Finalmente, soltó una risa suave y dijo:

—No me malinterpretes, Samantha, no vine a crear problemas. Solo necesitaba hablar contigo.

Samantha se quedó callada, sin saber cómo responder. ¿De qué podría querer hablar Rubí con ella? No tenía sentido, no después de todo lo que había pasado con Vladimir.

—¿Sobre qué? —preguntó con cautela, sin invitarla a entrar aún, pero dejándola pasar si lo deseaba.

Rubí entró sin esperar respuesta y se dirigió hacia el sofá con una confianza que la sorprendió aún más.

—Primero, quiero decirte que no vine a hablar de Vladimir. —Rubí levantó la mano, como si quisiera hacer claro que no era sobre él lo que había venido a decirle. —Es más complicado que eso.

Samantha la miró con desconfianza, sin comprender por completo.

—¿A qué te refieres? —preguntó, tratando de mantener la conversación en pie, aunque no estaba segura de querer profundizar más.

Rubí suspiró y se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con una mezcla de preocupación y determinación.

—Sé que te han dicho muchas cosas sobre mí. He escuchado los rumores. Pero la realidad es que estoy aquí porque algo no encaja. Tú y yo no nos conocemos bien, pero he estado observando todo lo que está sucediendo con la familia Mora, y algo me dice que tu historia es más parecida a la mía de lo que piensas.

Samantha la observó fijamente, sorprendida por sus palabras. Rubí parecía estar hablando de algo que ni ella misma entendía. ¿Qué podía querer decir con eso?

—¿A qué te refieres? —repitió, más confundida que nunca.

Rubí respiró hondo antes de responder.

—Yo también escapé, Samantha. Yo también traté de huir de esa vida que todos nos imponen. Y creo que tú también lo harás, tarde o temprano. No me malinterpretes, yo no estoy aquí para influir en tus decisiones, pero si te soy sincera… veo en ti lo que vi en mí hace años. Quieres salir, quieres escapar. Pero, por alguna razón, no sabes cómo hacerlo, ¿verdad?

Las palabras de Rubí fueron como un golpe directo al corazón de Samantha. Escapar. Esa había sido la palabra que había rondado su mente durante todo el día, pero nunca había tenido el valor de decirla en voz alta.

—Tú… —Samantha no podía evitar sentirse abrumada. —¿Escapaste? ¿De la misma familia, de todo esto?

Rubí asintió, su rostro mostrando una mezcla de tristeza y firmeza.

—Sí. Y lo haría de nuevo, si tuviera que hacerlo. A veces, el precio de la libertad es más alto de lo que uno cree. Pero lo que quiero que sepas, Samantha, es que puedes tomar el control de tu vida. Tienes más poder del que crees, y lo primero que necesitas hacer es pensar en ti misma. No en lo que esperan de ti, no en lo que te dicen que debes hacer. Piensa solo en lo que quieres para ti.

Samantha quedó en silencio, procesando las palabras de Rubí. No podía negar que algo en lo que le decía resonaba profundamente en su interior. ¿Realmente quería seguir en este mundo de apariencias y decisiones que no eran suyas? ¿Estaba dispuesta a dar ese paso tan grande como lo había hecho Rubí?

Finalmente, Rubí se levantó del sofá y, antes de irse, dejó una última palabra, casi susurrada, pero llena de significado.

—Recuerda, Samantha, la libertad se encuentra fuera de esas paredes, fuera de ese camino que otros han trazado para ti. Cuando llegues a los 18, ya no habrá vuelta atrás.

Samantha la observó mientras salía de su casa, una sensación extraña y poderosa invadiéndola. Rubí no había sido la persona que esperaba, pero las palabras de esa mujer le habían abierto los ojos a algo que no quería ver antes. La libertad, pensó. Quizás era el momento de empezar a buscarla.

Samantha apenas pudo procesar todo lo que había escuchado de Rubí. Su mente estaba llena de preguntas y emociones encontradas. No sabía cómo sentirse al respecto. El concepto de "prometido" que le habían presentado parecía más una imposición que una oportunidad. Sabía que su familia quería que aceptara ese destino, pero no estaba segura de si podía.

Justo cuando su mente empezaba a nublarse por tantas dudas, el sonido de la puerta interrumpió sus pensamientos. Lissy, su sirvienta y amiga, entró con una expresión que no le gustó nada. Sostenía un sobre dorado en las manos, uno que parecía ser importante. Al ver la intriga en la cara de Samantha, Lissy no tardó en hablar.

—Es para ti —dijo, dejando el sobre sobre la mesa de noche, con un brillo de curiosidad en sus ojos.




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