Después de su encuentro con Vladimir, Samantha no podía dejar de preguntarse si su vida realmente estaba bajo control o si simplemente estaba siguiendo el camino que su familia había trazado para ella. Pero, a medida que su relación con él comenzaba a desarrollarse, las preguntas sobre Alexander y Petunia volvieron a su mente con fuerza. ¿Qué había pasado con Petunia? ¿Qué sabía Alexander de todo esto?
Aquella mañana, mientras Samantha bajaba al comedor, se dio cuenta de que sus padres no estaban en su habitual rutina. Su madre, Luisa, estaba sentada en la mesa con una expresión preocupada, mientras que su padre, Justin, leía el periódico sin prestarle mucha atención. Samantha se sentó lentamente, observando a su alrededor, como si el silencio que reinaba en la habitación le hablara más que cualquier palabra.
—¿Te encuentras bien, mamá? —preguntó Samantha, rompiendo el silencio.
Luisa levantó la mirada, sus ojos cansados pero aún llenos de la misma elegancia que siempre había tenido. Había algo en su mirada que Samantha no había notado antes.
—Estoy bien, hija —respondió Luisa, pero su voz sonó algo apagada. Algo no estaba bien. Samantha sintió que había algo en el aire que no podía identificar.
—Papá, ¿hay algo que no me estás contando? —preguntó, sin poder contenerse. La preocupación de su madre era palpable, pero no era la única cosa que la inquietaba.
Justin, quien normalmente era más distante, dejó el periódico a un lado y se cruzó de brazos. Parecía que estaba guardando algo importante, algo que no quería decir.
—No es nada, hija —dijo con voz firme, pero Samantha podía ver la incomodidad en su rostro.
En ese momento, un pensamiento se le cruzó por la mente. ¿Qué tenía que ver Alexander con todo esto? Desde la desaparición de Petunia, sus padres habían estado actuando de manera extraña, como si estuvieran ocultando algo. Pero, por alguna razón, nunca le habían hablado de ello. ¿Y si Alexander sabía más de lo que aparentaba? ¿Y si su relación con Samantha solo formaba parte de un plan mucho más grande, uno que ella aún no podía entender completamente?
Esa tarde, Samantha decidió que tenía que descubrir más sobre la conexión entre Alexander y Petunia. Había algo que no encajaba, y su intuición le decía que las piezas del rompecabezas estaban dispersas por su familia.
Decidió confrontar a Rubí.
—Rubí —dijo Samantha mientras se sentaban juntas en el jardín de la casa. —Necesito saber más sobre Alexander. ¿Qué sabes de él que no me has contado?.
Rubí la miró con una mezcla de sorpresa y cautela. Aunque habían sido amigas por mucho tiempo, nunca había hablado demasiado sobre Alexander con Samantha. Pero el tono de su voz hizo que Rubí dejara de lado cualquier reserva.
—Samantha, Alexander no es lo que parece —dijo Rubí con seriedad, bajando la voz como si alguien pudiera escucharlas. —Es cierto que tiene una fachada perfecta, pero… —hizo una pausa, como si buscara las palabras correctas—. Tiene una conexión con tu familia, con Petunia, que no entiendes. ¿No te has dado cuenta de que todo lo que hace tiene un propósito? No es solo un chico con el que tu familia te está emparejando. Está involucrado en algo más grande.
Samantha se quedó helada. ¿Cómo podía Rubí saber esto? ¿Qué relación tenía Alexander con Petunia?
—¿Qué quieres decir con "algo más grande"? —preguntó, su voz temblorosa de la mezcla de miedo y curiosidad.
Rubí miró a su alrededor antes de susurrar.
—Lo que tu familia no te ha contado es que Petunia no desapareció solo porque quiso irse a estudiar. Hay algo oscuro detrás de todo esto, algo que involucra a Alexander y a su familia. Cuando Petunia se fue, era porque… no podía quedarse. Alexander sabe más de lo que dice, y es probable que su familia haya influido en la decisión de Petunia de irse. Lo que parece una historia simple de una hermana rebelde puede estar mucho más relacionado con los negocios y las alianzas familiares.
Un escalofrío recorrió la espalda de Samantha. Las palabras de Rubí comenzaban a cobrar sentido. La desaparición de Petunia no había sido una simple elección. Tal vez su hermana se había visto obligada a irse, o peor aún, tal vez había tenido que escapar. Y ahora, Alexander... estaba metido en todo esto.
—¿Pero por qué Alexander no me dijo nada? —preguntó Samantha, casi en un susurro.
Rubí suspiró, y sus ojos se oscurecieron.
—Porque él también está atrapado. Su familia tiene sus propios intereses. No es solo una cuestión de amor o matrimonio, Samantha. Está jugando un papel dentro de este rompecabezas que tú todavía no entiendes.
Esa noche, mientras Samantha se acostaba, no podía dejar de pensar en todo lo que Rubí había dicho. ¿Cómo podía Alexander ser parte de este misterio? ¿Qué sabían sus padres de la desaparición de Petunia? El miedo se apoderó de ella mientras una sola pregunta le daba vueltas en la cabeza: ¿Había sido su vida un juego desde el principio?
La noche había caído, y Samantha, todavía con la sensación de incomodidad por la fiesta de los Belmont, decidió pasar un rato sola en su habitación. Los pensamientos sobre Alexander y su comportamiento seguían rondando su mente. ¿Qué se escondía detrás de su actitud tan perfecta? ¿Por qué parecía haber algo más que simples gestos de cortesía?
De repente, algo la hizo detenerse. Un leve susurro en su cabeza, como si algo estuviera por revelarse. Entonces lo vio: una foto vieja, una foto de Rubí en una fiesta de hace unos años, una donde se encontraba junto a Vladimir. En la esquina de la foto, Rubí lucía tensa y con una expresión de rabia contenida. No era la Rubí que Samantha recordaba, no la amiga que había sido antes. No podía evitar sentirse incómoda al verla tan diferente.