La promesa de un te quiero bajo la lluvia

Capítulo I

A veces cierro los ojos y regreso a ese lugar. Me imagino que cambio el destino, pero sé que eso nunca podrá ser. Vuelvo a verla ahí, a mi lado, con su cabello negro y su sonrisa que arreglaba todo día malo. Podía sentir su mano acariciando mi mejilla y su voz, cantando algo que sonaba en la radio o simplemente contándome cosas que sucedían en el trabajo.

La extrañaba. Cada día la extrañaba más y más. Podía sentir como mi corazón se hacía añicos cuando despertaba de un mal sueño y ella no estaría ahí para arroparme, para decirme que todo estaría bien.

Cuando ella dejo este mundo, yo supe al instante que no volvería a ser la misma, ella se fue y una parte de mi alma también. Por eso hoy, que era su cumpleaños, solo estuve frente su tumba dejando que las lágrimas resbalaran y se perdieran en el césped. Le conté de nuevo la situación en casa y como cada día me sentía más atrapada en esa mansión. Le di muchas flores y un beso para luego regresar a lo que algunos llaman Hogar.

Me sorprendí cuando no encontré a nadie y al mismo tiempo sentí mucha paz, hasta que escuché una risa escandalosa y sentí alivio al saber quién era.

—¡Jon! ¡Mi niña! —él me abraza con fuerza y deja un beso en mi frente.

—Hola tío Foster —susurro sin ganas y él me mira con tristeza.

—¿Le has cantado el feliz cumpleaños sin mí? Eso es otro nivel de traición mi niña —se ríe, pero sé que a él también le rompe por dentro.

Foster era el mejor amigo de mi madre. Lo conozco desde que soy una niña y nunca he dejado de quererlo. Lo consideraba más familia que a cualquiera en esta casa.

—Podemos volver si deseas.

—No, no. Ya le llevare esas serenatas que tanto le gustan…gustaban —susurra de nuevo con una mueca. Le doy dos palmadas en la espalda y dejo mi cartera sobre la mesa.

—No se vale llorar campeón —entonces suelta una carcajada y yo rio con él.

Así era nuestra relación. Compartíamos el dolor, pero también la alegría. Después de ponerme algo decente volví a bajar y lo encontré en el patio jugando tenis con una pared. Tomé una raqueta y llegué a su lado.

—¿Te quedas hoy? Miriam hará pastel de chocolate —empezamos a jugar.

—Tal vez. Tengo cosas que hablar con tu padre sobre la empresa —falla una y suelta una maldición. Yo sonrío.

—Super divertido —vuelve a fallar y yo vuelvo a reír.

Sabía que me estaba dejando ganar, pero de todas maneras celebré mi victoria.

—Eres una tramposa —gruñe y pasa su brazo por mis hombros dándome un apretujón.

—Y tú no sabes perder.

 

⋘ ──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── ⋙

 

El sonido del teléfono me hizo distraerme. Decido no contestar, pero luego de ocho notificaciones más vuelvo a tomarlo en mis manos. Hago una mueca cuando noto que son mensajes del grupo.

Vanessa: ¿Están ocupados? Han abierto un nuevo bar en “Hoper”

Tamara: Llego en nadaaaa ¿los demás?

Max: Tengo entrenamiento.

Marcos: Me apunto :)

¿Jon?

Vanessa: Jones di que siii

Jon

Jon

Jon

Hago una mueca y muerdo mi labio. Estar con ellos no me agradaba en lo más mínimo, pero si quería mantener feliz a mi padre…

Suelto un suspiro y escribo.

Jones: Vale.

Vanessa: ¡Yeey!

 

⋘ ──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── ⋙

 

El ruido de la música me hacía doler la cabeza. Logre visualizar a los chicos al fondo, cuando llego con ellos Vanessa es la primera en salir corriendo para abrazarme.

—¡Que alegre estoy de que hayas venido! —me da dos besos en la mejilla y hago una mueca.

—Gracias, creo —Vane toma mi mano y sonríe con ternura.

—Por cierto, feliz cumpleaños a tu madre —logro sonreír forzadamente.

—Gracias Vane.

Cuando llego a la mesa saludo a Tamara y a Marcos. Este último dura más tiempo con sus brazos a mi alrededor.

—Te miras guapísima —susurra. Yo oculto mi mueca de asco con una sonrisa.

No digo nada y él no lo toma a mal, por suerte. Cuando los cuatro tienen el alcohol hasta la medula y ya están cantando las canciones de fondo a todo pulmón decido salir por algo de aire y espacio personal.

El lugar era muy elegante, la verdad. No había tanta gente, pero aun así me sentí atrapada y aplastada, por lo que cuando estuve finalmente afuera sentí que el aire regresaba a mis pulmones.

Me alegraba tanto el haber traído tenis y un pantalón ya que me pude caminar muy a gusto durante unos minutos. Visualizo una tienda que vende pastelitos y decido cruzar para comprar uno. Era de chocolate, el sabor favorito de mi madre y yo. Le doy una mordida y decido cruzar la calle.




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