El ruido ensordece mis oídos.
Todos ríen. Todos me miran. Me atrapan, me siento asfixiada, mi corazón late a toda prisa. Intento mantenerme firme, de verdad lo intento, pero ellos siguen riendo, me siguen viendo con odio.
Lo había perdido todo. No tenía nada, estaba sola, lo sabía. Entonces lo miro, a lo lejos…
Oh, que bella luz. Es realmente hermosa.
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Me despierto sintiendo la garganta seca. Escucho como la alarma de mi teléfono suena una y otra vez recordándome que tengo que despertarme dentro de unos minutos, siempre la dejaba cinco minutos antes para no levantarme con mal humor.
Ni siquiera recuerdo que estaba soñando, pero recuerdo el sentimiento de paz. Se sintió tan bien, que dolía saber que solo podría sentirlo en un sueño.
Me levanto y voy directo a la ducha después de lavarme los dientes. Esta mañana me ha costado mas de lo normal hacerme la corbata. Tenía un dolor de cabeza terrible y mi ánimo estaba peor que hace unos meses (para nada tiene algo que ver con cierto chico castaño con sonrisa contagiosa).
Me miro al espejo y hago una mueca. El uniforme estaba como siempre: sin una sola arruga. Perfecto, en resumen. Todo en mi aparentaba estar perfectamente bien. Mi cabello peinado con unas ondas preciosas que caían más abajo de mis hombros, el maquillaje sin una solo imperfección, las manos con una buena manicura y las piernas depiladas y suaves. Todo bien por fuera, pero por dentro me sentía morir.
Cada vez que miraba mi reflejo sentía que miraba a otra persona. No veía a Brave, si no a Jones. Jones la chica de buenas notas, Jones la chica que nunca se derrumba, Jones con la mejor mansión de todo Seattle, Jones la de la vida perfecta. Brave no era eso, para nada. A veces imagino que en otro universo Brave todavía tenía a su madre con ella y un padre presente, que la amase de verdad. Una casa con un jardín precioso y había estudiado artes. Pintaba igual que su madre. Era feliz.
El golpeteo de la puerta me hace volver a la realidad. Abro encontrándome con Amber.
Que felicidad.
—¿Sí? —ella entra casi empujándome.
—Tu padre me ha dicho que esta mañana que le han llamado de un museo ¿Williams J.P? algo así, quieren que asistan por alguna conmemoración que le harán a tu madre —lo último lo suelta con desprecio. Toma un mechón de su cabello rubio y luego me sonríe con maldad—. Obviamente nosotros no tenemos tiempo para esas estupideces, pero si deseas, puedes ir y llevar a alguien.
Siento mi corazón volver a la vida.
—¿De verdad?
—Si. Tu tío Foster ha dicho algo sobre que ser descorteces solo traería una mala racha en la empresa y no nos podemos permitir eso —pasa por mi lado de nuevo para salir.
Yo solo pienso en dos cosas. 1) Adoraba con locura a Foster 2) odiaba con el alma que solo les importara quedar bien y no el hecho de que todavía mi madre seguía viva en el corazón de muchas personas.
—De acuerdo, gracias —le doy una sonrisa y ella suelta una risa sarcástica.
—Que quede claro que no lo hacemos por ti, no nos importas en lo más mínimo —lo recalca y luego baja las escaleras.
Dolía, pero solo podía pensar en una sola cosa: ¡Vería las pinturas de mi madre!
De nuevo, será como volver a verla.
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La risa escandalosa de los cuatro me distraía.
Estaban a unos metros de nosotros. La morena tapaba su rostro con vergüenza, el capitán del equipo decía algo que hacía reír a Evan y a Madison. Oh, Maddie…su mirada se cruza con la mía y deja de reír por un rato, hasta que Evan habla y vuelve a soltar una carcajada.
El castaño rodea sus hombros con su brazo y le da un abrazo amistoso. Como el que me daba Vanesa a mi de vez en cuando. Aun así, no pude evitar sentir como se tensaba mi cuerpo y no entendí por qué.
—¡Sera increíble! —comenta Tamara cerrando su casillero.
Vanesa esta ocupada arreglando su labial por lo que yo tengo que responder. El problema estaba en que no sabía de qué hablaban, estaba muy ocupada viendo a cierto castaño, quien había intentado evadir toda la semana.
—Si, supongo —murmuro.
—Será la fiesta del siglo, además, es el ultimo año que estaremos acá ¿Iras? —pregunta Vane con su voz dulce y sutil.
Muerdo mi labio pensando.
—Tal vez, no soy mucho de fiestas.
—Lo sabemos Jones, eres una aburrida —Tamara se ríe y Vanesa la mira con mala cara.
—No es aburrida, solo le divierten cosas diferentes.
Si, por eso esta rubia siempre tendría un lugarcito en mi corazón. La conocía desde niña, era lo mas cercano a una mejor amiga que tenía después de…
La risa escandalosa de Tamara nos deja confusas a ambas. Hasta que siento sus manos rodearme la cintura y entonces se porque se ha puesto así. Vane me lanza una mirada de aburrimiento y formula algo con sus labios parecido a un “estábamos tan bien” y yo sonrío dándole la razón.
Editado: 20.11.2024