La promesa de un te quiero bajo la lluvia

Capítulo XII

—Somos tú y yo para siempre —susurró tomando mi mano.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Sonreí ilusionada.

—¿Siempre Mía, Jon? —volvió a preguntar, está vez con un rostro serio y sus ojos negros penetrantes

—Siempre tuya —murmuré y él tomó mi mano con más fuerza—. Espera, me estas…

—Siempre Jon. No perteneces a ningún otro lugar.

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—¿Todo bien?

La voz de Evan me vuelve a la realidad después de un rato.

—No has dejado de ver el móvil con cara de preocupación, ya hasta me has pegado la mueca —ríe y yo intento hacer lo mismo. Para el auto cuando el semáforo se pone en rojo y toma mi mano para que lo mire— ¿Qué tienes cielo?

Sonrío.

—Me has dicho así cada que me desmayo ¿por qué? —abre sus ojos con sorpresa.

—Por tus ojos.

—¿Mis ojos?

—Si, son como el cielo para mí. A veces calmado y brillante, otra veces con tormenta eléctrica y muy pocas veces casi gris y apagado. Como ahora.

Nos quedamos un rato así. Él viéndome con una sonrisa, yo viéndolo con el corazón retumbando en mi pecho y nuestras mano unidas sobre mi pierna.

Su loción estaba en cada parte del auto y podía escuchar su respiración; lenta y tranquila, como él. Todo con Evan era un respiro de todo lo malo. Evan era cura.

Y también estaba en peligro y era por mi culpa.

—¿Por qué sigues siendo mi amigo, Evan? Solo te causo problemas y no hago más que desmayarme y ponerte en apuros.

—No hagas eso ¿crees que no lo noto?

Abro mis ojos sorprendida.

—¿Hacer qué?

—Alejarme. Siempre dices algo malo para alejarme ¿puedo saber por qué? —veo en sus ojos algo de angustia y el peso de culpa cae sobre mis hombros.

—Es que…no… —no podía decirle. Lo miraba y sentía que me odiaría al saber todo.

—Si de verdad me quieres lejos, me iré, pero necesito saber el porqué.

—No estoy acostumbrada a tener amigos —susurro.

En parte también era cierto.

—¿Y que hay de todo tu grupo?

—Los conozco desde pequeña por negocios de mi padre, pero fuera de eso creo que solo Vanessa es lo más real y a veces su novio —él quita su mano de mi pierna y vuelve a manejar cuando el semáforo pasa a color verde.

—Se nota que te quiere —habla después de un rato.

—Lo hace, sí.

Se quedó callado durante todo el trayecto y yo empecé a sentirme mal.

Ni siquiera yo me entendía. Quería que estuviera a salvo, pero no quería que se alejara. Evan era diferente al resto, con él podía reír sin miedo y hasta confiaba lo suficiente para saber que, si me desmayaba, él siempre me sostendría. Y me aterraba demasiado confiar de nuevo en alguien, porque nunca me salía bien.

Cuando detiene el auto frente a la dirección que le había dado sigo sintiéndome extraña.

Evan baja y luego abre mi puerta, cuando salgo la cierro y nos quedamos viéndonos fijamente un par de segundos hasta que él decide hablar.

—No soy como ellos —quise hablar, pero Evan tomó mi mano y la acerco a su pecho—. No pienso fallarte, nunca. Somos amigos ¿cierto? —asiento— Pues entonces aquí está mi promesa: Pase lo que pase, voy a estar para ti en todo momento. No me molestas Brave, incluso si llamas a las tres de la mañana ten por seguro que vendré por ti.

Me quedo callada sin saber que decir, hasta que Evan pone su mano izquierda sobre mi barbilla y acerca su rostro al mío. Cierro los ojos sintiendo su respiración mezclada con la mía y después el tacto de sus labios sobre mi mejilla. Cuando se separa puedo ver un brillo diferente en sus ojos. Le sonrío y rodeo su cuello dándole un abrazo, Evan me atrae hacía él poniendo sus manos sobre mi cintura.

—Gracias Evan.

—No estas sola cielo, ya no.

Tal vez Evan no lo decía con ninguna intención mas que transmitirme confianza, pero él no sabía lo mucho que significaba para mi escucharlo, porque a pesar de estar rodeada de tantas personas aún me sentía vacía. Como si fuera un fantasma y Evan me hacía sentir más viva. Con él todo era más real.

Me separo y él tiene esa sonrisita de siempre, la misma que hacía derretir mi corazón de vez en cuando.

—Buenas tardes.

La voz grave de alguien a sus espaldas lo hace girar. Yo me quedo congelada al verlo.

Tenía una camisa blanca y un pantalón negro. Sus ojos oscuros miraban fijamente a Evan.

—Hola.

—Tu debes ser Evan Miller ¿no? —saluda acercando su mano para estrecharla—. Yo soy Lucas Richard, un viejo amigo de Jon ¿cierto?

Me quedo callada. Evan estrecha su mano y luego me mira con confusión.




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