Encuentro Inesperado
El suave murmullo de la lluvia acompañaba a Valeria mientras caminaba apresuradamente por las calles de la ciudad. Los charcos reflejaban las luces de los escaparates, creando un mosaico de colores bajo sus pies. Apenas quedaban unos minutos para que el reloj marcara las ocho de la noche, y ella no quería llegar tarde a reunión con su jefe.
Al doblar una esquina, chocó abruptamente contra alguien. Sus documentos volaron en todas direcciones y su bolso casi se le escapó de las manos. Al alzar la vista, se encontró con unos ojos azul intenso que la miraban con preocupación.
-Lo siento mucho, no te vi venir -dijo el hombre mientras recogía los papeles dispersos.
Valeria se agachó rápidamente para ayudarlo. -No te preocupes, ha sido culpa mía por ir tan distraída.
Al estar a su altura, pudo observar mejor a su "atacante". Era un hombre alto, de cabello castaño oscuro y facciones marcadas. Parecía estar tan incómodo como ella.
-De verdad, lo siento -repitió él, entregándole los documentos-. Mi nombre es Alejandro. Alejandro Montalbán.
-Valeria -respondió ella, aceptando los papeles-. Valeria Torres.
Ambos se quedaron en silencio unos segundos, sin saber muy bien qué decir. La lluvia seguía cayendo a su alrededor, creando una especie de burbuja que los aislaba del resto del mundo.
-¿Te gustaría tomar un café? -propuso Alejandro de repente, rompiendo el incómodo silencio-. Para compensar por el incidente.
Valeria dudó por un momento, recordando su cita de trabajo. Pero algo en la mirada de Alejandro la hizo reconsiderar. Además, podía enviar un mensaje explicando que llegaría unos minutos tarde.
-Está bien -aceptó finalmente-. Un café suena bien.
Juntos caminaron hacia una pequeña cafetería en la esquina. A medida que la conversación fluía, Valeria comenzó a sentir una extraña conexión con Alejandro, como si lo conociera de toda la vida. Sin saberlo, ambos acababan de dar el primer paso hacia una historia que cambiaría sus vidas para siempre.
La cafetería era acogedora, con un aroma a café recién molido que envolvía el ambiente. Se sentaron junto a la ventana, observando cómo las gotas de lluvia resbalaban por el cristal. Un camarero se acercó para tomarles el pedido.
-Para mí, un capuchino, por favor -dijo Valeria.
-Y para mí, un espresso doble -añadió Alejandro.
Mientras esperaban sus bebidas, la conversación se reanudó de manera natural. Alejandro resultó ser un arquitecto que recientemente había regresado a la ciudad tras varios años trabajando en el extranjero.
-¿Y tú? ¿Qué haces, Valeria? -preguntó Alejandro con genuino interés.
-Trabajo en una editorial. Soy editora de libros -respondió ella, sonriendo-. Me encanta mi trabajo, aunque a veces puede ser un poco estresante.
-Debe ser fascinante trabajar con libros y autores todo el tiempo. Siempre he pensado que los editores son una especie de magos que transforman las palabras en historias inolvidables.
Valeria rió, sintiéndose halagada. -Es una forma bonita de verlo. Aunque también implica muchas correcciones y lidiar con plazos ajustados.
Las bebidas llegaron y, con ellas, una nueva oportunidad de conocerse mejor. Hablaron de sus gustos, sus pasatiempos y sus sueños. La conversación fluía con una naturalidad sorprendente, como si se conocieran de toda la vida.
-Cuéntame, ¿qué te trajo de vuelta a la ciudad? -preguntó Valeria, curiosa por saber más sobre Alejandro.
-Necesitaba un cambio. Después de años viajando y trabajando en diferentes proyectos, sentí que era el momento de volver a mis raíces, estar más cerca de mi familia y quizás, encontrar algo que había estado buscando sin saberlo -respondió él, mirándola a los ojos.
Valeria sintió un ligero rubor en sus mejillas y desvió la mirada hacia su taza de café. Había algo en la manera en que Alejandro hablaba que la hacía sentir especial, como si cada palabra estuviera dirigida a ella de una manera única y personal.
El tiempo pasó volando y, antes de que se dieran cuenta, la cafetería comenzó a vaciarse. Valeria miró su reloj y se dio cuenta de que ya era tarde.
-Ha sido una noche encantadora, Alejandro, pero creo que debo irme. Tengo que levantarme temprano mañana.
-Claro, no quiero retenerte más. Me alegro mucho de haberte conocido, Valeria -dijo Alejandro, levantándose junto a ella.
Salieron de la cafetería y se quedaron bajo el toldo, resguardándose de la lluvia que aún caía con fuerza. Alejandro la acompañó hasta un taxi y, antes de que ella subiera, tomó su mano suavemente.
-Espero que podamos vernos de nuevo, Valeria.
-Yo también lo espero, Alejandro -respondió ella, sintiendo un nudo en el estómago.
El taxi se alejó y Valeria no pudo evitar mirar hacia atrás. Alejandro seguía ahí, observándola partir. Mientras el coche avanzaba por las calles mojadas, ella no pudo dejar de pensar en él y en la extraña conexión que habían sentido.
Aquella noche, mientras intentaba conciliar el sueño, no podía dejar de preguntarse qué le depararía el destino con aquel hombre que había irrumpido en su vida de manera tan inesperada.
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