La prometida de mi hermano

CAPÍTULO 8

A LAS 8 P.M.

"No quiero que este momento se esfume como la bruma matutina. Deseo atraparlo en la red de mis recuerdos, para revivirlo una y otra vez, en cada latido de mi ser".

Kaia respira profundamente, mira a Serkan directamente a los ojos y toma una decisión.

—Aceptaré cenar con usted —dice con voz firme y cruza los brazos sobre su pecho—. Solo a cenar —recalca—. Nada más. No quiero que haya malentendidos.

Serkan sonríe satisfecho. Las mujeres no lo rechazan, a menos que estén haciéndose las duras, como parte de un ritual que él considera inútil e innecesario para hacer creer que no acabarán en la cama a la primera oportunidad.

Pero siempre acaban allí. En su cama. Y Kaia también lo hará.

—Solo cenar —confirma él y muestra una sonrisa que hace que el corazón de Kaia lata con fuerza.

—Pero con algunas condiciones —aclara ella de inmediato.

Serkan deja caer la cabeza en un gesto que a Kaia le resulta gracioso, pero no lo refleja en su rostro.

—Te escucho —responde él con un suspiro casi de resignación. Se inclina ligeramente hacia ella, como si su cercanía pudiera derribar cualquier barrera que ella insista en interponer.

Kaia respira hondo y siente un cosquilleo recorrer su columna vertebral. Serkan es un hombre peligroso, no por su apariencia o actitud, sino por cómo la hace sentir. Su sola presencia la desarma, y eso la aterroriza.

—Primero, será solo una cena —comienza, y mantiene su mirada fija en él mientras enumera tocando sus dedos índices—. Segundo —toca su dedo corazón—, quiero que quede claro que lo hago para no perder mi empleo. No es el mejor, ni en lo que realmente me gustaría trabajar, pero me pagan bien y eso es lo que importa.

—Entiendo —responde Serkan con seriedad.

—Tercero —continúa ella—, la situación con mi jefe debe quedar más que clara. No quiero que él crea que puede estar ofreciéndome a los clientes cada vez que se le venga en gana.

—Hablaré con Antakos —asegura Serkan—. Te prometo que no volverá a pasar.

—Eso es importante, Serkan —repite ella con firmeza—. No soy una prostituta, no vendo mi cuerpo. ¡A nadie! ¿Lo has entendido?

—Lo he entendido —responde con un tono condescendiente.

—Cuarto —agrega Kaia—, aceptaré el vestuario, pero como un préstamo durante la cena. Apenas termine, se lo devolveré.

—No es necesario, es un…

—Lo devolveré —repite con contundencia—. No pienso quedarme con algo que no me pertenece o que luego me comprometa con usted.

—Está bien, Kaia, como desees —concede él con un suspiro cansado—. Acepto todas tus condiciones —suaviza el tono de su voz envolviéndola como una cálida brisa nocturna—. Solo quiero disfrutar de tu compañía. ¿Algo más?

Kaia lo detalla en silencio. Sin duda, él está accediendo a todo con el fin de que ella no pueda rechazar la invitación. Quiere salir con ella, está más que claro. Lo de la cena no es más que una excusa.

Una extraña emoción la recorre, siente entusiasmo y miedo a partes iguales.

Desde muy niña, Kaia demostró ser disciplinada, y con una dedicación inquebrantable. Sus días comenzaban al amanecer bajo una rutina estricta que incluía horas de estudio y entrenamiento físico.

Siempre ha sido una mujer enfocada en sus objetivos, lo que la convirtió en una atleta destacada y una estudiante ejemplar. No fue una chica amiguera, ni se dejó llevar por la tentación de las fiestas juveniles. Aunque tenía una buena vida social, esta fue limitada, ya que ella nunca se trasnochaba, cuidaba celosamente su alimentación y sus horarios y prefería dedicar su tiempo libre al rigor del entrenamiento.

Ahora, su tiempo se divide entre los trabajos temporales que consigue y en el cuidado de Ghania.

Después del incidente en Estambul, su vida social desapareció por completo. Todo aquello que vivieron ha dejado cicatrices profundas que todavía laceran su corazón. Luego, el consecuente cambio de vida que ambas tuvieron que afrontar, las ha convertido en almas solitarias, siempre a la defensiva, siempre vigilantes. El miedo y el dolor las han vuelto cautelosas, especialmente en lo que respecta a los hombres.

Aunque la experiencia de Kaia con los hombres ha sido, en realidad, muy limitada, pero no por eso, ella ignora que su aspecto físico suele atraer miradas, que puede resultar atractiva y atrayente. Sin embargo, la vida le ha enseñado, con dolor y penas, a ver su belleza más como una amenaza que como una bendición.

En medio de su caótica realidad, Corban ha sido un faro de luz. Gracias a él, ha comenzado a recuperar un poco de confianza. Ahora, aparece Serkan… su presencia la hace sentir pequeña e indefensa y, al mismo tiempo, extrañamente viva. La idea de salir de su monótona rutina gris y desabrida le genera cierta excitación. Especialmente, si es con ese hombre que provoca esas emociones tan intensas en ella.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 27.06.2024

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