La prometida de mi hermano

CAPÍTULO 14. UNA PEQUEÑA FAMILIA

UNA PEQUEÑA FAMILIA

«Eres mi refugio seguro donde las tormentas se disipan».

Es día festivo. Kaia no tiene que ir a trabajar en la agencia de cosméticos, así que aprovecha la tarde para hacer algunas compras y reabastecer la despensa que comienza a verse vacía.

Con una lista en mano y una bolsa de tela colgando de su hombro, recorre los pasillos del concurrido mercado, saludando a los vendedores conocidos que siempre le ofrecen los mejores precios.

Mientras camina por las humildes calles, de regreso a su modesto apartamento, los pensamientos de Kaia se centran en las palabras de su hermana: «No quiero que te sacrifiques por mí», «deseo que seas feliz». Un profundo suspiro escapa de sus labios mientras se abraza a sí misma.

«Prométeme que aceptarás la propuesta de Corban», insistió Ghania. «Ojalá fuera tan fácil», se dice Kaia con pesar.

Se detiene, levanta la mirada y contempla el cielo despejado, coloreado de un azul intenso, que se extiende sobre ella, surcado solo por algunas nubes blancas que flotan perezosamente. Los rayos del sol acarician su piel y una fresca brisa le revuelve el cabello. Las buganvillas de color fucsia y púrpura florecen en las fachadas de algunas casas, y el aire está impregnado del dulce aroma del jazmín.

Mete las manos en los bolsillos de su pantalón y continúa su camino. «No creo que sea tan malo después de todo, si yo acepto…», reflexiona.

Recuerda el día que conoció a Corban y una sonrisa cálida se dibuja en su rostro. Sin duda, él ha sido un ángel en sus vidas. Cuando ella se sentía al borde del abismo, a punto de desfallecer, su presencia trajo luz y esperanza.

Tiene tanto que agradecerle.

Piensa en lo bien que Ghania se ha sentido, en cuánto ha mejorado gracias a él, a su compañía, su cariño y el apoyo incondicional que les ha ofrecido desde entonces. El amor puro y sincero que Corban ha demostrado es innegable.

«Es un hombre maravilloso», se repite mientras deja la bolsa de las compras a un lado y saca la llave para abrir la puerta del apartamento. Pero ella no quiere depender de nadie. «Ya le debo mucho», piensa Kaia con un nudo en la garganta. «No quiero que la deuda siga aumentando». La satisfacción de ganar su propio dinero, con su propio esfuerzo, es un orgullo que no está dispuesta a abandonar.

Se recuerda que debe concentrarse en lo principal: mantenerse a salvo. En eso no va a rendirse ni a ceder.

Al abrir la puerta, oye voces provenientes de la sala. Una es la de Ghania, alegre y feliz, sin rastro de la melancolía de los últimos días ni el aletargamiento de los medicamentos. La otra voz, profunda y varonil, es la de él. Kaia se acerca, y su figura alta y fornida se levanta del sofá. Su cara se ilumina al instante.

—¡Corban! —grita feliz, corre hacia él y se arroja a sus brazos.

Corban la recibe con una sonrisa y un abrazo cálido que hace que Kaia sienta que todo está bien, al menos por ese momento.

Ghania los observa con una expresión de ternura y satisfacción.

—Hola, Kai —la saluda con su habitual voz serena y una enorme y cálida sonrisa atraviesa su rostro. Corban corresponde al abrazo con cariño, disfrutando del reconfortante calor.

Kaia no puede contener la emoción. Corban ha estado ausente por muchos días, y ella lo extrañaba mucho.

—¡Cuánto te he echado de menos! —exclama Kaia mientras se separa un poco y lo llena de besos en la mejilla.

Corban ríe divertido y la abraza con más fuerza.

—También te extrañé muchísimo —dice él con cariño.

—¡Qué bueno que ya estás aquí! —susurra sin despegar su rostro del pecho duro y fuerte de Corban, disfrutando de la agradable sensación.

—Es bueno estar en casa —responde él, cierra los ojos y le acaricia la espalda.

Los tres se sientan en la pequeña sala y conversan por largo rato. Corban les relata algunas experiencias de su viaje, mientras Kaia y Ghania lo ponen al día de lo que pasó en su ausencia.

—Nos iremos a Suiza en unos días —anuncia Ghania con emoción—. Ya Corban lo tiene todo listo.

Kaia sonríe con tristeza. Se alegra de que Ghania y Corban por fin reciban la ayuda especializada que tanto necesitan, pero al mismo tiempo siente una profunda pena por la soledad que le espera durante las próximas semanas.

—¿Y el asunto de los pasaportes? —pregunta Kaia con preocupación.

Corban busca en el bolsillo interno de su chaqueta y les entrega los documentos con expresión victoriosa. Ghania lanza un grito de alegría y se arroja en sus brazos. Corban la abraza con igual entusiasmo.

—Pero, ¿cómo? —pregunta Kaia mientras revisa su pasaporte, inspecciona los sellos y las firmas—. ¿Son legales?

—Por supuesto —contesta Corban con seguridad—. Todo está en regla. Mi abogado logró legalizar sus nombres y lo demás fue mucho más sencillo.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 26.09.2024

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