La prometida de mi hermano

CAPÍTULO 22. TODO ESTÁ BIEN

TODO ESTÁ BIEN

«En tu mirada encontré mi universo; en tus brazos, mi hogar».

Serkan despierta lentamente, sus ojos se adaptan a la tenue luz de la mañana que se filtra a través de las cortinas. Un delicioso aroma a café llena el aire mientras se estira perezosamente. Con una sonrisa somnolienta, extiende su mano hacia el otro lado de la cama, buscando el cuerpo cálido de Kaia; sin embargo, solo encuentra el espacio vacío y frío de las sábanas.

Hace unos minutos, todo estaba bien y, de repente, es como si algo le faltara. Kaia estaba en sus brazos. Pero ahora, ella ya no está allí.

Con un suspiro, se sienta en el borde de la cama y se pasa una mano por el cabello desordenado. Mira la hora en el reloj de pulsera sobre la mesita de noche y una ligera sensación de urgencia lo invade. Con desgano, se levanta y camina hacia el baño, sintiendo la suavidad de la alfombra bajo sus pies descalzos.

Frente al espejo, observa la sombra de una barba incipiente y decide afeitarse más tarde. Después de cepillar los dientes y tomar una ducha caliente, se viste con un cómodo pantalón de chándal y una camiseta blanca básica. Vuelve a revisar la hora en su reloj, consciente de que pronto debe estar en la oficina.

El aroma tentador del café lo guía hacia la cocina. Al llegar, encuentra a Kaia de espaldas, organizando una bandeja con vasos para el café recién hecho. Al escuchar sus pasos, ella se vuelve hacia él, de inmediato sus ojos brillan y sonríe ampliamente.

—Hola —saluda él, devolviéndole la sonrisa.

—Hola —responde ella y su pecho salta emocionado—. Estaba buscando algo para hacer el desayuno, pero no encontré nada, solo café —dice, con un tono de disculpa.

Serkan sonríe y se acerca a ella; siente una oleada de placidez al verla allí, en su hogar y vestida con ese diminuto pijama que oculta parte de su hermoso cuerpo, pero deja apreciar sus curvas y caderas, y la redondez de sus pechos.

Si antes pensaba que Kaia era hermosa, ahora, a la luz del día, está completamente convencido de lo espléndida que es. Es perfecta. Y es suya.

—No suelo cocinar —le aclara, manteniendo su sonrisa despreocupada—. Por lo general, como por fuera.

Kaia asiente, sin dejar de sonreír.

—Lo supuse.

Serkan da un paso más, acorralándola suavemente contra el fino mesón de mármol. Apoya sus manos a ambos lados de ella. Sus ojos se encuentran.

—Te extrañé cuando desperté y no te encontré a mi lado —susurra él, cerca de sus labios, con una chispa traviesa en sus ojos—. Eres muy madrugadora.

—Lo siento —se disculpa con las mejillas encendidas—. Soy una persona de hábitos —dice mientras la voz se le disminuye—. Aunque quisiera, no puedo dormir hasta tarde. Estoy acostumbrada a levantarme al amanecer.

Serkan sonríe con picardía, acercándose un poco más.

—Me gustan los retos —dice inclinándose ligeramente hacia delante, acortando mucho más la distancia entre ellos—. Tal vez encuentre una manera de hacerte olvidar esa rutina y logre que duermas un poco más por la mañana.

Kaia sonríe, su pecho salta de la emoción. La cercanía la hace estremecerse sutilmente, mucho más cuando siente el calor que emana de él, y el agradable y fresco aroma de su cuerpo recién bañado.

—Acepto el desafío.

Serkan acorta la distancia restante y sus bocas se rozan en un beso dulce y suave. El contacto es ligero al principio, una caricia apenas perceptible que envía una leve corriente eléctrica por sus cuerpos. El beso se profundiza poco a poco, sus labios se mueven en perfecta sincronía, explorándose mutuamente con delicadeza y ternura infinitas.

Las sensaciones que los invaden son sobrecogedoras. Serkan siente un calor placentero expandiéndose desde su pecho. Kaia se deja llevar por la dulzura del momento, su corazón late con un ritmo tranquilo y seguro. El sabor de los labios de Serkan es embriagador.

Se separan con una sonrisa en los labios y una sensación de plenitud en el corazón. Serkan apoya su frente contra la de Kaia, disfrutando del momento, sabiendo que no hay otro lugar en el mundo donde preferiría estar.

—Es agradable tenerte aquí —murmura, y se endereza un poco para contemplar los labios de Kaia que se abren ligeramente.

Ella lo mira, embelesada.

—Es agradable estar aquí contigo —responde, con voz igualmente suave.

Él extiende una mano y le acaricia la mejilla con el dorso.

—Tengo que irme. Se me hace tarde —dice con un gesto de pesar—. No deseo hacerlo, no quiero dejarte sola, pero tengo asuntos importantes que atender. Enviaré a alguien con el desayuno y luego con el almuerzo, ya que no podré venir a almorzar contigo.

Kaia asiente comprensiva y toma su mano, entrelazándola con la suya.

—No me importa quedarme aquí esperándote.

Serkan sonríe, acariciando su mejilla.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 26.09.2024

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