La prometida de mi hermano

CAPÍTULO 25. FUE SOLO UN SUEÑO

FUE SOLO UN SUEÑO

«Nuestros corazones laten al unísono, pero el destino nos juega una cruel broma, separándonos en el momento en que más nos necesitamos».

Kaia duerme, está inquieta, agitada, con la frente perlada de sudor. Sus manos crispadas se aferran a las sábanas, sus cejas se fruncen como si estuviera luchando contra algo en su mente.

Es una habitación oscura, apenas iluminada por un tenue resplandor que atraviesa la neblina espesa que llena el lugar.

Frente a ella, en un enorme y antiguo sofá, está él. Su figura se erige imponente.

Su presencia la hace sentir incómoda, aunque intenta convencerse de que no hay nada que temer.

—Nadie te ama como yo lo hago, Georgeanne. Ni lo harán jamás —susurra él cerca de su rostro, su voz arrastra las palabras como si fueran cadenas.

Los pétalos oscuros de la rosa negra que sostiene parecen absorber la poca luz de la habitación.

—Te juro que no permitiré que nadie toque tus labios —sigue, emite una exhalación profunda y roza el mentón de Kaia con la exótica flor—. Quien se atreva a hacerlo, lo mataré. —Su tono es suave, ronco y amenazador.

—Estás loco, Volkan. ¡Aléjate de mí!

—Eso es imposible —responde con una risa escalofriante y aprieta con fuerza su delicado cuello—. Estaremos juntos para siempre, Georgeanne. Nada ni nadie lo impedirá —advierte mientras posee los labios de Kaia con ferocidad y posesividad.

Ella lucha sin éxito. Él es demasiado grande, demasiado fuerte. Cuando se siente satisfecho, se aparta de sus labios y aprieta con más fuerza su cuello. Sus miradas se encuentran, y la de él es espeluznante, enfermiza, perturbadora, y le grita que ella es suya.

—¿Crees que no sé qué te entregaste a ese puto cabrón? —gruñe sofocándola—. Pagarás caro haber manchado una pureza que era solo para mí.

Kaia se retuerce en vano, intentando liberarse. Siente cómo poco a poco va perdiendo fuerzas. La sensación de asfixia es cada vez más intensa, como si estuviera siendo arrastrada a las profundidades de un foso sin fin.

—Estoy cada vez más cerca, ratoncita —susurra con una perversidad que hiela la sangre—. ¡Y te juro que te atraparé!

Kaia despierta sobresaltada, su corazón late con fuerza como un martillo en su pecho. El sudor frío empapa su frente y sus manos buscan su cuello, intentando liberarse de la sensación de agarre que la estaba asfixiando. Por un momento se siente desorientada. Mira a su alrededor y ve a Serkan, quien duerme plácidamente a su lado; su respiración tranquila contrasta con el caos que se desata dentro de ella.

Respira profundo una y otra vez. Se repite a sí misma que todo está bien.

—Fue solo un sueño —susurra nerviosa—. No fue real.

Saca los pies de las sabanas y se sienta en el borde de la cama. Busca la bata de seda blanca y cubre con ella su desnudez. Se sirve un vaso de agua y lo bebe por completo. Cierra los ojos e intenta serenarse. Ese maldito hombre que aparece en su sueño ya no puede hacerle daño. Nunca la encontrará.

Camina hasta el balcón, ajustándose el cinturón. Por mucho que trata, la tensión no desaparece y el ambiente en la habitación se siente asfixiante. En el fondo, sabe que el peligro siempre está ahí, acechando en las sombras, esperando el momento oportuno para atacar. Maldice entre dientes. Su doloroso pasado sigue acechándola, y el miedo a ser encontrada vuelve a invadir su mente.

Apoya las manos en la baranda del balcón, cierra los ojos con fuerza y deja que la brisa marina se lleve sus temores y más profundos terrores. Satura su mente con pensamientos positivos.

«Ya no estamos solas», repite una y otra vez, como si fuese una oración.

«Serkan», susurra su nombre y una cálida paz colma su pecho. «Serkan».

No puede dejar que el miedo la domine, no ahora. No dejará que nada ensombrezca la felicidad que está viviendo. Él no seguirá aterrándola, no le dará ese poder. Ella manda en su mente. No él. Volkan no ganará esta vez.

El timbre constante e insistente de su teléfono celular la saca de sus pensamientos. De golpe, abre los ojos y corre hacia la habitación en busca de su bolso donde lo tiene guardado. Mira la pantalla. ¡Sí! ¡Es Corban!

—Aló —responde emocionada, y aleja de inmediato todos los horrores que su mente estaba a punto de desatar.

—¡Hola, Kai! —saluda Corban con alegría—. ¿Estabas dormida?

—No —contesta prudente—. Ya estaba de pie.

Ya sabes que ella es una ardilla —Kaia escucha a Ghania que bromea.

Ella ríe, feliz de escuchar la voz de su hermana.

—¿Adivina dónde estamos, Kai? —pregunta Corban.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 26.09.2024

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