La prometida de mi hermano

CAPÍTULO 35. KAIA ZIKROS

KAIA ZIKROS

«Extrañarte es como vivir en un sueño del que, aunque quiero, no puedo despertar».

Kadir Şahin se inclina sobre su escritorio en el despacho del Senado, con la mirada fija en la pantalla de su laptop. El brillo del monitor se refleja en sus gafas mientras examina minuciosamente los documentos que tiene abiertos. Son horas cruciales, y cada segundo cuenta. En la pantalla, gráficos, números y reportes se despliegan ante él, los cuales analiza con rapidez, buscando cualquier irregularidad que pudiera afectar su estrategia.

La ponencia que está preparando es delicada y ambiciosa: busca reformar los sistemas de licitaciones gubernamentales para erradicar la corrupción que se ha enquistado en ciertos sectores del estado.

Sin embargo, justo cuando se dispone a guardar un informe importante, que incluye todas las estadísticas de apoyo y simulaciones del impacto de la reforma, su laptop emite un pitido extraño. La pantalla parpadea y, de repente, todo se congela.

Frunce el ceño y golpea suavemente la mesa con la punta de los dedos, sintiendo cómo la frustración se acumula. Intenta reiniciar el sistema, pero es en vano. La laptop no responde.

—No ahora… —murmura en voz baja, llena de tensión.

Respira hondo y toma su teléfono. Llama a su técnico de confianza, un hombre de pocas palabras, pero muy eficiente, que no tarda en llegar al despacho con una pequeña maleta llena de herramientas.

—El sistema falló de repente —le explica Kadir al técnico—. Estaba funcionando perfectamente hasta hace unos minutos —señala con frustración la pantalla que sigue congelada—. Necesito que lo revises cuanto antes. Tengo documentación importante y clasificada que no se me puede perder.

El técnico asiente y comienza a trabajar, conectando varios dispositivos a la laptop mientras revisa los procesos internos. Tras unos minutos de silencioso análisis, alza la vista hacia Kadir con expresión seria.

—Parece que su sistema fue invadido por un virus bastante avanzado, probablemente como parte de un intento de hackeo. El software de protección de la laptop lo detectó justo a tiempo, lo que provocó que todo se congelara para evitar mayores daños.

Kadir reprime un gesto de molestia, y en su interior la preocupación crece. Nadie tiene acceso a esa laptop… excepto…

Se lleva las manos a los bolsillos del pantalón.

—Haz lo que sea necesario para eliminarlo y asegúrate de que no vuelva a ocurrir —exige con firmeza—. Además, encuentra el origen. Quiero saber quién está detrás de esto y cómo lo hizo. No escatimes en medidas de seguridad.

—Por supuesto, senador. Me encargaré de todo —responde el técnico, concentrado de inmediato en su tarea.

Durante un par de horas, el despacho se sumerge en un silencio solo interrumpido por el tecleo del técnico y el suave zumbido de los dispositivos electrónicos. Kadir camina despacio de un lado a otro, hasta detenerse frente a la ventana; observa el horizonte de la ciudad, aunque su mente está muy lejos de la escena que tiene ante sus ojos.

El intento de hackeo lo inquieta profundamente, pero una voz en su interior le susurra que esto podría estar relacionado con algo más grande. Algo que lleva meses sospechando, pero sin pruebas concretas.

—He logrado recuperar la documentación —informa el técnico, y Kadir suspira aliviado—. También pude restaurar algunos archivos que estaban dañados —señala la pantalla—. Sin embargo, otros se perdieron de forma irreversible.

—Tengo copia de seguridad de todo lo demás —dice, más tranquilo.

—Perfecto —asiente el técnico—. Hay un archivo que parece haber sido eliminado recientemente. No sé si le resultará relevante o prefiere que lo elimine.

Kadir se acerca y revisa la laptop con interés.

—Déjame verlo.

El técnico se retira con discreción, y Kadir se sienta de nuevo en su silla, con la mirada fija en la pantalla delante de él. Comienza a revisar los archivos recuperados, examinándolos de uno en uno con la mirada crítica de un hombre acostumbrado a lidiar con crisis, hasta que algo lo detiene en seco. Un archivo titulado «Georgeanne» aparece en la lista.

Kadir siente cómo un nudo se le forma en el estómago. Abre el archivo, y descubre que es un correo electrónico eliminado. Su confusión aumenta, ya que no ha tenido contacto con su sobrina en los últimos tres años.

Su respiración se entrecorta al leer la firma, y sin perder tiempo, comienza a devorar las palabras.

«Querido, tío Kadir».

Los ojos de Kadir se abren de par en par, no puede dar crédito a lo que lee, su pecho late eufórico, feliz, y puede sentir cómo una fusión de emociones lo invade.

«Solo te escribo para que sepas que Katherina y yo estamos bien.

Nos estamos cuidando mucho, y yo me estoy encargando de arreglar las cosas para que podamos estar de nuevo juntos. No puedo decir mucho más por ahora.

Me muero por verte, por hablar contigo. Añoro nuestras largas conversaciones, nuestros paseos al atardecer, tus cálidos abrazos reconfortantes que siempre me recargaban de energía y me llenaban de valor. Pero temo por tu seguridad, sobre todo, por la de mi tía Suzanne. No quiero que ella corra con la misma suerte de mi madre.

Hay cosas que no puedo explicarte todavía, solo quiero que sepas que, por el momento, estoy a salvo.

Te cuento que, hace poco, estuve en Croacia y en cada paisaje y lugar, en cada sonido y olor, sentía que estabas a mi lado. Recordaba tu voz contándome tus aventuras y, aunque anhelaba que estuvieras a mi lado, de alguna forma lo estabas.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 26.09.2024

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