La prometida de mi hermano

CAPÍTULO 44. DÉJAME ATENDERTE

DÉJAME ATENDERTE

«En cada susurro del viento te sigo buscando, como quien persigue el eco de un amor perdido entre sombras. Haré que tus dudas se desvanezcan y que nuestros corazones, heridos por el orgullo, vuelvan a latir al unísono, porque en tus ojos aún veo el reflejo de todo lo que fuimos, y lo que aún podemos ser».

El suave timbre del ascensor indica que han llegado al piso de Serkan. Las puertas se abren, y la vista del apartamento se despliega frente a ellos como una postal de lujo. El suelo de mármol, pulido e impecable, refleja la luz cálida de las lámparas dispuestas estratégicamente, mientras los ventanales panorámicos ofrecen una vista espectacular de la ciudad que brilla en la distancia.

El espacio es amplio, moderno y elegante. Los muebles de cuero oscuro, las obras de arte y los detalles en metal y cristal crean un ambiente masculino, sobrio, pero con un toque de innegable sofisticación y buen gusto. Todo en el apartamento habla del éxito y la vida solitaria de un hombre acostumbrado al control.

Kaia da el primer paso fuera del ascensor, pero antes de avanzar más, Serkan la levanta con firmeza y facilidad en sus brazos. El gesto la toma por sorpresa, y aunque una parte de ella quiere protestar, la sensación de sus brazos alrededor de su cuerpo la invade de una calidez y una seguridad que le resulta grata y reconfortante.

El aroma de Serkan, tan familiar y embriagador, la envuelve de inmediato. No es el perfume, es ese olor tan suyo, tan masculino y delicioso, lo que la golpea con fuerza, trayéndole una avalancha de emociones que la transportan a otro tiempo, a otro lugar, cuando todo era diferente.

Es cautivador, sobre todo, placentero.

Kaia no puede evitar cerrar los ojos un instante, permitiéndose ser arrastrada por los recuerdos que había escondido bajo capas de dolor y orgullo. Vuelven a su mente las noches en que se quedaba dormida sobre su pecho, inhalando profundamente ese mismo aroma que ahora la embriaga por completo. O las veces que, sin que él lo supiera, flaqueaba ante su recuerdo y tomaba su abrigo solo para sentirlo cerca, incluso cuando estaba convencida de que jamás volverían a estar juntos.

—¡Oye! —se queja Kaia, intentando sonar molesta—. No tienes que cargarme. No es necesario. Puedo caminar.

Aunque la protesta sale de sus labios y sus palabras intentan establecer distancia, su cuerpo parece decir lo contrario. El calor de sus brazos y la cercanía le recuerdan lo mucho que anhelaba esa intimidad, aunque se niegue a admitirlo.

Serkan, ignorando las protestas de Kaia, sigue caminando con pasos tranquilos hacia el enorme sofá de piel que ocupa el centro de la sala.

—No me trates como una inválida —insiste ella, aunque su voz no suena tan firme como quisiera y carece de la fuerza que debería tener.

Serkan gira la cabeza, baja la mirada hacia ella y, sus ojos se encuentran.

—La doctora fue clara —dice Serkan, con un tono bajo y tranquilo, pero con un matiz de seriedad—. Tengo que cuidarte muy bien.

Sus rostros quedan muy juntos y las respiraciones se entrelazan tanto que pueden sentir el cálido aliento del otro, creando una atmósfera cargada de algo que ambos reconocen de inmediato.

Kaia siente que su corazón late un poco más rápido. El tono de voz de Serkan, la forma en que la mira, todo parece confabularse para traer de vuelta emociones que ella había intentado sepultar.

Recuerda, entonces, que Serkan nunca hace las cosas a medias. Siempre ha sido todo o nada. Y la cercanía entre ellos en ese momento le deja claro que él no tiene intención de rendirse fácilmente.

—Estás exagerando —responde Kaia, intentando recuperar el control de la situación, aunque la proximidad la desarma. Quiere que él la suelte, pero, al mismo tiempo, no puede evitar desear lo contrario.

—Te bajaré cuando lleguemos al sofá —responde Serkan, con una sonrisa, sin apartar la mirada de su rostro; esa misma sonrisa que siempre ha tenido el poder de enloquecerle el corazón.

Cuando la deposita en el mueble, lo hace con mucha suavidad. El contacto entre ambos, aunque breve, deja una estela de sensaciones que se sienten demasiado intensas para ser ignoradas.

El roce de su piel, el calor de su cuerpo tan cercano al suyo… todo evoca recuerdos que luchan por resurgir. Sin embargo, estar así de cerca de él, después de tanto tiempo, es reconfortante y a la vez doloroso.

—¿Te gustaría tomar algo? ¿Comer algo? —pregunta él, en voz baja, agachado frente a ella.

Kaia siente que las palabras no son suficientes para describir lo que está pasando entre ellos en ese instante. Todo se siente demasiado natural, íntimo, pero también triste, como si estuvieran caminando sobre los fragmentos de algo que se rompió hace mucho tiempo.

—Solo agua, y puedo ir a buscarla yo misma —responde, aunque no puede apartar su mirada de la de Serkan. Quisiera tener la fuerza para hacerlo, pero el magnetismo entre ellos la mantiene anclada en ese lugar.

Serkan se incorpora lentamente, sin desviar los ojos de ella ni por un segundo.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 14.11.2024

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