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"En el abrazo de la noche, mientras las estrellas los observan, sus almas entrelazadas prometen enfrentar cualquier tempestad, eligiendo amarse con la fuerza de quienes han sabido convertir las cicatrices en una promesa de eternidad".
El sol acaricia con suavidad las aguas cristalinas de Bora Bora, mientras Ghania y Corban caminan descalzos por la orilla, dejando que la arena fina se cuele entre sus dedos. Este es el cuarto destino de su luna de miel, después de haber explorado las aguas turquesas de Maldivas, las playas salvajes de Seychelles y la densa jungla de las Islas Cook.
Para Ghania, cada día de este viaje es una revelación. Despierta cada mañana con el entusiasmo de quien redescubre el mundo. Los miedos que la mantenían atrapada en su rutina se desvanecen con cada ráfaga de aire salado y con cada atardecer que comparte junto a Corban.
Él la observa con orgullo y ternura. Ha sido testigo de sus luchas, de sus caídas y de cómo, una y otra vez, ha encontrado la fuerza para levantarse. Ahora, verla disfrutar de una libertad que antes parecía inalcanzable lo llena de felicidad.
Para ella, cada paso es una pequeña victoria, y Corban lo sabe mejor que nadie.
Bora Bora, con sus icónicos bungalows sobre el agua y su mar azul intenso y profundo, es perfecto para ellos dos. Esa mañana, después de disfrutar un desayuno tropical de frutas frescas y jugos cítricos en la terraza de su villa flotante, dieron un paseo en bote por la isla.
La brisa cálida jugueteaba con el cabello de Ghania mientras se acomodaba en el regazo de Corban, y escuchaban las curiosas y fascinantes historias y leyendas locales que el guía les relataba.
A veces, ella se pregunta si merece tanto, pero una mirada a los ojos de Corban, llenos de amor, le recuerda que sí. Que este amor es real, profundo, y es lo que la impulsa.
Al caer la tarde, decidieron cenar en uno de los restaurantes más exclusivos de la isla, escondido entre palmeras y con el mar como telón de fondo. Antes, Ghania solía sentirse intimidada en lugares así, pero ahora disfruta del ambiente relajado, dejando que el momento fluya. Se rieron juntos cuando intentó pronunciar de manera torpe un platillo tradicional, y ella lo corrigió con una sonrisa cariñosa.
Con la llegada de la noche, Bora Bora se transformó en un paraíso aún más mágico. El cielo estrellado y el suave murmullo de las olas crearon una atmósfera encantadora. Sentados en primera fila, bajo la luz de las antorchas, disfrutaron de un espectáculo de danza tahitiana, donde los tambores y los movimientos hipnóticos de los bailarines parecían envolverlos en un trance.
Ahora, después del espectáculo, sus pies descalzos se hunden en la arena cálida mientras la luna proyecta una luz suave que parece abrazarlos. Las olas, con su vaivén constante, susurran al rozar la orilla. Ghania se aferra al brazo de Corban, sintiendo el calor de su piel y la calma que él siempre le transmite.
—A veces temo regresar —confiesa ella con algo de temor en la voz.
Corban la mira de reojo, esbozando una sonrisa tranquilizadora que a ella siempre le reconforta.
—Ya no estás sola, mi amor —responde, y aprieta su mano—. Ahora somos dos, y eso cambia todo.
Ella se detiene por un instante, su mirada se pierde en el horizonte, donde el mar y el cielo se funden en la oscuridad. Respira hondo, dejando que el aire salado llene sus pulmones y la brisa del océano acaricie su rostro.
—Todo esto... se siente como un sueño. A veces me cuesta creer que estoy aquí, contigo, y que el miedo ha dejado de controlarme.
Corban se gira hacia ella, sujetando su rostro con las manos, sus pulgares acarician sus mejillas con ternura.
—Te lo he dicho antes, y te lo repetiré tantas veces como sea necesario: eres más fuerte de lo que piensas. Has superado tanto, y no hay nada que no puedas enfrentar.
Los ojos de Ghania se llenan de gratitud por sus palabras.
—Nunca imaginé que podría estar aquí, parada, viendo hacia el futuro sin sentirme atrapada en mis propios temores.
—El futuro es nuestro —asegura Corban, su voz es más firme, pero sigue siendo suave—. Lo iremos construyendo juntos, a nuestro ritmo, sin apuros, un paso a la vez —se inclina hacia ella—. Y estaré contigo en cada uno de esos pasos —susurra antes de besarla.
Ella le devuelve el beso, despacio, dejando que el contacto de sus labios sea la respuesta que no necesita palabras.
—No puedo imaginarlo de otra manera. Contigo, todo se siente posible —murmura ella y apoya su cabeza en su pecho.
Las sombras del pasado, que tanto la atormentaban, se desvanecen ante el brillo del amor que Corban le entrega día a día. Gracias a él, el mundo, que antes le parecía tan vasto y abrumador, ahora se siente más pequeño, y manejable. Esta luna de miel no es solo un viaje; es el comienzo de una vida nueva, una en la que Ghania finalmente se siente libre, y en la que sabe que él estará siempre a su lado para recordarle lo fuerte que es.
Editado: 14.11.2024