"En la penumbra de nuestras almas entrelazadas, donde las sombras susurran secretos, juro que te llevará conmigo hasta el último suspiro, como un eco eterno en un abismo sin final, donde el adiós es solo una ilusión y nuestra unión, un destino inquebrantable".
El sonido persistente del teléfono corta el silencio de la noche como un cuchillo afilado. Ghania, abre los ojos lentamente, envuelta aún en la calidez de la cama tras haber hecho el amor con Corban por segunda vez. Su cuerpo oscila entre el cansancio y la satisfacción, con los recuerdos recientes de sus caricias, pero el incesante timbre del móvil rompe esa burbuja de paz.
Mira el reloj en la mesita de noche: 2:14 am. En Atenas ya debe ser de tarde, alrededor de las tres.
«Debe ser Kaia», piensa, aunque algo en su mente la hace dudar. Kaia sabe que ellos están de luna de miel y jamás llamaría a esas horas a no ser que fuera realmente urgente.
Sin pensarlo demasiado, Ghania se levanta despacio, tratando de no despertar a Corban, cuyo pecho sube y baja con una respiración calmada y profunda. Busca el móvil por el bungalow, guiada por las sombras proyectadas por la luna que se cuela entre de las cortinas. Le toma unos segundos ubicarlo. No ha estado pendiente de él en los últimos días, disfrutando de la desconexión durante su luna de miel.
Al fin lo encuentra, la luz de la pantalla parpadea en la oscuridad. Al revisarla, nota que no es su hermana, es un número privado. Ghania frunce el ceño, una ligera inquietud se instala en su pecho, pero desliza el dedo por la pantalla, respondiendo sin pensarlo mucho.
—Hola, Katherina.
Ghania se congela de inmediato. Solo una persona, con esa maldita voz escalofriante podría llamarla con ese nombre. El móvil se resbala de sus manos, pero logra atraparlo justo antes de que caiga. Sabe exactamente quién es, y esa detestable voz se clava en su pecho como un veneno paralizante.
—Número equivocado —logra articular con rapidez y cierra la llamada de golpe.
El corazón le late desbocado. El temblor en sus manos es incontrolable, su respiración se acelera y su mente empieza a divagar en recuerdos oscuros, en esos momentos del pasado que ha intentado enterrar. Pero la pantalla del móvil vuelve a encenderse. Otra llamada del número privado.
«Maldito, mil veces maldito», susurra ella muy bajo.
Ghania observa el brillo de la pantalla en la oscuridad, pero esta vez la deja sonar, esperando que caiga en el buzón de voz. El teléfono finalmente se silencia, pero de inmediato aparece un mensaje de texto:
«Contéstame o te arrepentirás».
Su cuerpo reacciona automáticamente, en un impulso de rabia contenida y miedo reprimido.
—¿Qué quieres, Volkan? —gruñe con la voz baja, apenas controlando la furia y el pánico que se agolpan en su pecho.
—Pensé que eras diferente, Katherina… pero eres igual de puta como todas las demás —la voz al otro lado suena fría, tan venenosa que Ghania siente el peso de cada palabra aplastándola.
—¡Déjame en paz! —exige, aunque su voz tiembla, esta vez quebrada por los nervios y la angustia.
No puede evitarlo. Él sigue teniendo el poder de hacer que su corazón se encoja de terror.
—Folla todo lo que quieras —dice con desprecio—. Te concedo esa libertad… por ahora. Pero no te engañes, no la tendrás por mucho tiempo.
Ghania inhala profundamente, intentando mantener la compostura.
—Ya no tienes ningún poder sobre mí, Volkan Polat —dice, intentando sonar firme. Sin embargo, el miedo la delata, sus palabras no son tan fuertes como quisiera, y al otro lado de la línea, él lo sabe.
Una risa cínica y oscura invade el silencio, como si él pudiera saborear el temor de Ghania a través del teléfono. Sabe que sigue aterrorizándola y eso lo complace.
—Por ahora, me conviene que ese cabrón que tienes al lado te mantenga entretenida. Ese maldito tiene sus días contados por haberse atrevido a tocarte —expulsa con fiereza y la respiración se le torna pesada—. Pero, cuando tenga a mi dulce Georgeanne —se saborea y a ella el estómago se le revuelve con asco. Solo escucharlo pronunciar el nombre de su hermana la llena de repugnancia—, una vez tenga a esa escurridiza ratoncita en mis garras, volveré por ti, pequeña puta. Y pagarás, créeme… me desharé del mamarracho ese que tienes a tu lado y pagarás por haberme dejado y por haber tenido la osadía de follar con él.
—Nunca me quisiste, Volkan —le recuerda con voz firme—. Nunca te importé. Entonces, ¿qué mierda te interesa con quien me voy a la cama? ¿Por qué tienes que tomarla contra él?
—Eres mía y punto —responde con crudeza—. Yo decido tu destino, no tú, y mucho menos ese puto gusano lisiado que pronto aplastaré.
Ghania respira profundo cuando un miedo visceral intenta poseerla. No puede dejar que él la destruya de nuevo, no esta vez. Ella ya no es la misma chiquilla inocente y crédula de antes.
Cierra los ojos un instante, buscando que su corazón se calme. El peso del pasado aún la aplasta, pero ya no la define. Volver a esos momentos es como caminar por un campo de espinas, cada paso duele, pero sabe que tiene que seguir adelante.
Editado: 14.11.2024