La prometida de mi hermano

CAPÍTULO 51. HAZLO

El sol empieza a ocultarse detrás de los edificios de Atenas. En el gimnasio, el aire es ligero y fresco, lleno de risas y conversaciones animadas. Kaia, sentada en la sala de descanso, disfruta de una charla amena con Lía, una joven entrenadora mientras juguetea con su cabello atado en una coleta alta. La risa de ambas mujeres resuena en el ambiente. Es un momento de normalidad que Kaia necesitaba.

La ligera conversación alivia un poco la tensión que se ha acumulado en su interior en los últimos días.

De repente, la puerta de vidrio se abre y aparece Ángelo, su atractivo vecino. Al verlo, Kaia sonríe con afecto mientras se acerca a ella esbozando esa sonrisa cautivadora que lo caracteriza.

—¡Hola, Ángelo! —lo saluda y su sonrisa se ensancha—. ¡Que alegría verte! ¿Cómo has estado? —Su tono suena genuino y afectuoso, cada palabra impregnada de sincero interés.

—He estado trabajando en tu campaña publicitaria —le dice con entusiasmo—. He venido a buscarte varias veces, pero no te he encontrado. Dime, ¿ya no vives en el apartamento? —pregunta algo confundido.

Kaia hace una mueca, mostrando una expresión de disculpa.

—Lo siento, Ángelo. He estado un poco delicada de salud últimamente, así que me estoy quedando donde un amigo, pero ya me estoy recuperando y pronto regresaré.

Ángelo luce seguro, relajado, como siempre, pero en sus ojos chispea la evidente emoción al escucharla decir que volverá.

—Esas son buenas noticias —dice con una voz que suena algo enigmática.

Se sienta a su lado y el aroma de su perfume invade el espacio. Lía le sonríe fascinada, pero el estómago de Kaia repudia de inmediato el olor. Ese maldito olor tan peculiar e inconfundible de el que le produce nauseas.

—Kaia, ¿te sientes mal? —le pregunta la joven entrenadora al ver que se pone un poco pálida.

—Estoy bien —sonríe restándole importancia—. No es nada.

—Iré por un vaso con agua —dice la muchacha y los deja en la sala que ahora está ocupada solo por ellos dos.

—¿Necesitas algo? —pregunta él, con interés.

—Estoy bien —sonríe animada—. Cuéntame, ¿Cómo va todo?

Por un rato, conversan animadamente. Ángelo se muestra divertido, agradable, buen conversador. Se mete tanto en la conversación que, sin darse cuenta, le responde a Kaia en su idioma natal, cuando ella le hace una pregunta, en ese idioma.

Bu aralar günbatımları çok güzel. (Por estos días las puestas de sol son muy hermosas) —comenta Kaia en turco, con toda intención.

Me emociona mucho fotografiar la atmósfera mágica de las puestas de sol —responde en turco, picando el anzuelo.

Ricordo un tramonto, quando ero piccola e caddi mentre arrampicavo sul melo del Giardino. (Recuerdo un atardecer, cuando era pequeña y me caí mientras trepaba el manzano del jardín) —continua ahora en italiano, riendo divertida—. Al caer del manzano, mi vestido se arruinó por completo y mi madre me regañó.

—Estoy seguro de que, aun así, lucirías hermosa con tus dos largas coletas —contesta en ese idioma y su mirada se torna expresiva. Un desagradable escalofrío le recorre el cuerpo a Kaia.

—Es curioso —dice ella, hablando nuevamente en griego—. Me recuerdas a alguien a quien yo quise muchísimo y con quien solíamos jugar a hablar en diferentes idiomas.

El rostro de Ángelo, por un segundo se endurece cayendo en cuenta de su error, pero, casi que de inmediato, emite una sonrisa.

—¿Lo quisiste? —le pregunta con una expresión intimidante.

—Si —responde Kaia con tal seguridad que lo hace dudar—. De hecho, estoy segura de que hubo un tiempo en que lo amé —miente y su mirada finge melancolía.

—¿Qué pasó con él? —pregunta evidentemente afectado por las palabras de Kaia.

—Resultó ser un enfermo —expulsa con todo el odio que siente por él, mirándolo fijamente—. Un asqueroso loco que ahora solo me produce asco, náuseas, mucha repulsión.

Ángelo se levanta de golpe. Kaia lo imita y lo mira con fingida confusión.

—¿Sucede algo? —pregunta ella con total inocencia.

—No, nada —responde con una sonrisa mal fingida.

—No te preocupes por mí —pide ella con dulzura—. Esa asquerosa rata está muy lejos de aquí y ruego a los dioses que lo mantengan así. Su sola presencia me enferma.

—¡Basta! —exige en voz baja.

—¡Oh!, lo siento —se disculpa avergonzada—. Perdóname, Ángelo, pensé que éramos amigos y me tomé demasiadas libertades al abrirme así contigo, con tanta confianza, yo, en verdad, lo siento, yo…

—Somos amigos —su expresión cambia nuevamente a la amable y encantadora—. Es solo que…

—También te da asco hablar de alguien así —se le adelanta notando la inmediata reacción negativa—. Te entiendo, esos seres despreciables, solo producen…



#2 en Thriller
#1 en Misterio
#1 en Suspenso

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 14.11.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.