En un pequeño pueblo de New York, en la estación de Grand Central Terminal, se encuentra una joven mujer sentada en el banco más alejado, tal como lo había escrito en la carta enviada hace tres días a su amado. Resplandeciendo entre la gente de la estación Charlot Grossh sonreía y miraba entusiasmada la llegada de los trenes uno tras otro, recordando que hace 10 años se habían distanciado, en ese entonces era una tarde de eclipse, como en las tardes de New York. Se despedían suavemente como si fuera solo una pesadilla, pero no tuvieron más opción que hacerle caso a sus padres, ese instante junto a él pensando que nunca más se volverían a encontrar sonó una canción en el radio, tal vez la canción más bonita, ya que los dos la empezaron a cantar mientras se daban un ultimo abrazo.
Después de tanto tiempo el destino les daba una segunda oportunidad, y ellos no la habían a desperdiciar, en la estación, con su vestido corto de color rojo intenso, preparada para la llegada de Yeins Helmets, faltando casi media hora para las 8 en punto, Charlot no quería perder la esperanza ni por un segundo, por que sabía que el vendría, el no sería capaz de dejarla plantada, en ese día tan sumamente importante y anhelado para los dos. La estación anunciaba la última parada del día y con poca gente en la estación, ella seguía en el mismo banco desde las 7 y no se había movido desde que había llegado a la estación. No hace mucho que había parado la lluvia en el estación, razón de la demora. Yeins mirando el reloj desesperado, no podía hacer nada por acelerar el ritmo del tren.
El estaba cansado al igual que Charlot, pero los dos tenían la esperanza de volverse a ver después de tanto tiempo alejados. Al fin llegaba el tren con un retraso de 30 hora. Bajando los pasajeros del tren, ella se subió al banco para tener una mejor vista, traía una camisa amarillo y un pañuelo azul en su cabeza, así se lo había indicado a Charlot en la carta escrita hace unos pocos días.
Recordando las indicaciones de la carta lo reconoció de inmediato, Yeins mirando para lado y lado en medio de la multitud alzó más la mirada y la vio, tan encantadora y risueña como siempre; habían cambiado solo un poco, pero eso no fue ningún inconveniente, sintieron el amor como la primera vez. Pasaron unos instantes que se quedaron perplejos uno del otro, hasta que una señora chocó con Yeins, el muy caballero levanto el canasto de la señora que se había caído bruscamente al suelo, perdiendo de vista por un momento a Charlot, pero, ¿donde se encontraba ella?, el aseguraba que solo había sido un instante y ya no lograba verla, sintiendo un pequeño dedo que lo tocaba en su hombro, giro pensando que era la señora con la que había chocado hace un instante, pero al voltear noto el vestido rojo intenso de Charlot, la abrazo hasta casi asfixiarla, ella dejándose llevar de la emoción, no sintió dolor alguno sino que solo sintió el calor de Yeins.
En las afueras de la estación, mirando hacia las vías del tren que los había separado, caminaron hasta la casa de Charlot, en el pueblo Gran Central, se dieron cuanta que habían dejado la maleta en el banco donde Charlot estuvo sentada y decidieron volver por ella, al ver la estación a lo lejos, se dieron cuenta que esta ya estaba cerrada y que en la reja se encontraba una hoja con algo escrito, se acercaron para poder leerla mejor y esta decía:
Cerrada temporalmente, abriremos nuevamente cuando paren las lluvias en la capital.
Se devolvieron a la casa y mientras se preguntaban que se iba a poner Yeins en esos días. Charlot consiguió prestada una ropa de sus tíos, que posiblemente le quedarían a Yeins, el escogió entre las mejores cosas, una camisa negra manga larga, un jean, dos camisas sencillas y un pantalón de tela, que llevaba una correa.
Echando la ropa de regreso en la bolsa, se dio cuenta que había una sudadera azul y decidió dejarla como pijama, Charlot al ver que ya estaba más cómodo decidió despedirse con un beso en la mejilla e irse a su habitación que quedaba muy cerca a tan solo unos cuantos pasos. Cuando Charlot se estaba acomodando para acostarse a dormir cogió la pijama más cómoda y se tiro en su cama con su cobija de peluche rosada, al estarse arropando, tocaron la puerta y ella pensó en hacerse la dormida, al enterarse de que Yeins estaba en la puerta se levantó de un solo brinco a abrirla.
-Hola, discúlpame si te he despertado no era mi intención – dijo Yeins, mirando la pijama de Charlot.
- Eh, hola – Respondió Charlot limpiándose los ojos. - ¿qué te sucede, te puedo ayudar en algo?.
-¡Si!... Es que… no se en donde se encuentran los baños y quisiera ducharme- Respondió Yeins con la mirada dirigida hacia el suelo.
-Sígueme, queda en el primer piso- respondió Charlot, bajando las escaleras, le señaló la puerta de la izquierda, -ese es el baño de los hombres- le dijo mirándolo a los ojos, el le agradeció y se despidió entrando al baño.
Al amanecer, Charlot bajó a la mesa a servir los platos como de costumbre y noto que había un plato de más. -¿De quien es este plato? Pregunto a la Sra Stefan, esta a la vez soltó una carcajada y le dijo -Es del chico con el que llegaste anoche o no te acuerdas-.
-¡NO FUE SOLO UN SUEÑO!- Grito saltando y corrió a la habitación de Yeins.
Al tocar la puerta y notar que no había nadie pensó en que la Sra Stefan le había hecho una broma de mal gusto y regresó a la cocina con la mirada apagada, al llegar vio una carta en la puerta de la nevera, la tomo al ver su nombre escrito en ella y mientras la leía se aguaban sus ojos al darse cuenta de que la Sra Stefan no la había engañado y que no era un simple sueño, ya que esta carta estaba escrita por Yeins y deseaba verla en el patio, ella notaba una extraña soledad en su casa, al salir al patio se dio cuenta de que todo estaba cubierto de bombas, como si esta fuese una fiesta de novelas, pero Yeins no estaba por ningún lado, ella por segunda vez pensaba que le estaban jugando una broma, ella buscando con sus ojos a Yeins en medio de los arbustos y debajo de las mesas, no lograba verlo. Ella no sabía si quedarse o irse, estaba muy enfadada, pero a lo que todos sus familiares aparecieron casi de la nada, le abrieron paso a Yeins, el venía tocando la canción que ellos cantaron justo antes de su partida a Londres, ella giró al escuchar la voz y al terminar de entonar aquella canción se abrazaron, el inmediatamente se arrodillo y le pidió matrimonio, Charlot conmovida se quedó en silencio por un breve instante.
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un amor verdadero e incondicional, una aventura con miles de emociones, una chica enamorada
Editado: 15.07.2019