La Propuesta Del Millonario.

3. "Jamás seré tuya".

Esto debía de ser una broma, una maldita broma del destino, no le encontraba otra explicación. A esta absurda situación.

Quiero decir, ¿cuáles eran las chances de que el mismo tipo al que había atacado el día de ayer tras haberle mentido descaradamente en la cara, hubiese venido hasta aquí para sacarme de este horrible lugar?

No me malinterpreten, muy dentro mío, muy pero muy en el fondo estaba agradecida con esto ya que nadie quería pasar el resto de su vida detrás de las barras sin embargo algo tenía el presentimiento de que los motivos por los cuales había venido a mí rescate no eran precisamente buenos.

— ¿Qué haces aquí?— inquirí acercándome sigilosamente adonde estaba.

— ¿No es obvio? Vine  a por ti, mí cielo— respondió con una gran sonrisa en su rostro.

Mis ojos se abrieron como platos al escucharlo llamarme así, y mi estómago se revolvió con ello.

— ¿Mi cielo? — repetí.

—Claro, ¿hay algún problema con que te llame de este modo?

—La verdad es que sí. No me alcanzan los dedos de ambas manos para hacerte saber cuántos hay. Para ahorrarte un poco de tiempo, te dejare en claro una sola cosa. Yo no soy tuya, ni de nadie. No tolerare que ningún hombre me trate como su propiedad ni nada por el estilo, ¿entiendes? Soy indomable. Libre. Jamás seré tuya.

—Oh, es una pena, porque a mí se me ocurren muchos más apodos para ponerte y estoy seguro que mucha gente estará feliz al oír que me refiero a ti así. Y respecto a esto último, no me caben dudas de la fierecilla que eres, después de todo me dejaste inconsciente en mí escritorio e hiciste para escapar con Dios sabe cuántos dinero… Teniendo en cuenta lo que ocurrió luego, ambos podemos llegar a la conclusión de que eso no resultó como lo esperabas, dado que tu libertad se vio truncada ni bien la policía fue a por ti y el resto de tus amigos, ¿o no? Así que podrías ser un poco más agradecida conmigo, sobre todo cuando estoy dispuesto a dejar todo esto atrás para darte una segunda oportunidad.

— ¿De qué demonios estás hablando? Qué segunda oportunidad, ah?  Y hasta ahora no has hecho nada importante como para que yo tenga que darte las gracias, por lo que me reservaré esas palabras para cuando valga la pena pronunciarlas.

—Wow, sí que eres brava, ¿eh? Me gusta.  En verdad me agrada tu actitud, y eso no debe pasar muy a menudo, ¿o sí? Corrígeme si me equivoco.  Cómo tú lo estás haciendo al suponer que no he hecho nada por ti. Pagué una gran cantidad de dinero para sacarte de este inmundo lugar, ¿tienes idea de cuánto tuve que invertir para que te liberarán?

Negué con mi cabeza.

—Eso supuse. Bien pongámoslo de esta forma. Recuerdas la cantidad que tú me habías pedido para abrir tu "panadería".

Asentí.

—Bueno, la mitad de eso, que si bien no es mucho comparado con el monto que tú y tus secuaces tenían planeado sustraer de mí banco,  sin embargo este no salió de la caja fuerte o de la bóveda, salió de mi bolsillo, lo cual es mucho, ya que representa meses y meses de arduo trabajo.

—Me imagino lo duro que debe ser sentarte detrás de un escritorio y firmar papelitos para que tus estúpidos clientes salgan con otros de distintas denominaciones  para comprar boberías.

—No subestimes mí trabajo — sentenció en un tono duro y sin titubear— No creas que es tan sencillo. No lo es. Y deberías antes de abrir esa linda boca que tienes meditar dos veces lo que va a salir de esta porque puedes quedar frente a los demás como una ignorante de primera, ¿sabes? Y a nadie le simpatiza ese tipo de gente. La verdad es que desconoces el peso que cargo sobre mis hombros día para que todo salga bien, para que ningún error se cometa y para que ningún hombre o mujer se vaya de ese banco con una sensación de insatisfacción en su interior. Si eso llega a ocurrir no solo mí reputación estaría en juego, sino que podría perder mí trabajo y con él todo lo que amo— añadió mirando hacia el otro extremo de la habitación.

—Vaya, cuando te conocí jamás se me habría pasado por  la mente que eres la clase de tipo que se tomaba tan en serio su tarea de contribuyente en esta sociedad. Para mí no eras más que una especie de dios con ese cabello dorado y esos ojos azules que simulan el color del mar. Y ese acento tan… particular. ¿Es muy atrevido de mí parte preguntar de dónde vienes?

—Para nada— sonrió— Soy de Australia— informo sin darle demasiada importancia al asunto.

Y quizás para él no lo tenía pero para mí sí. Tenía una gran debilidad por los hombres que venían de esa zona.

—Mmmm… Debí de haberlo adivinado, aunque habría jurado que eras inglés.

—Oh, por Dios, no— exclamó llevándose una mano al pecho.

—Ohh— lo imite— Lo siento, ¿te ofendí?

—Solo un poco— dijo haciendo una seña con sus dedos índice y pulgar— Como sea, no nos enfoquemos en eso, si quieres puedes continuar halagándome, de esa manera podrás resarcirme por el daño que me causaste.

—Tentador sin embargo no era eso precisamente lo que estaba haciendo. No era mí punto ni adónde quería llegar con todo esto.

— ¿Y entonces?

—Quería saber si el motivo por el cual pagaste mí fianza tiene algo que ver con proteger tu reputación, tu dinero y tu trabajo. Porque de ser así, déjame decirte que declinare cualquier oferta que tengas para hacerme y aceptaré mí cruel desti…

—No— mascullo — No es eso lo que estoy tratando de cuidar, de preservar. Mira, ¿por qué no tomas tus pertenencias, salimos de aquí y buscamos un lugar más tranquilo para discutir sobre esto?

Usualmente no tendía a decir que si tan fácilmente sin embargo considerando la otra opción que tenía, entendí que no tenía otra alternativa más que tragarme mí orgullo, dudas y prejuicios y cruzar la puerta de este recinto de su mano.

—Está bien— respondí— Como sea. Tú invitas.

—No esperaba que fuese de otro modo— inquirió en un tono bastante alegre que me llegó a creer que él había ganado esta batalla.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.