La protegida del director

Prólogo

Érase una vez, en una tierra no tan lejana ni mágica una niña como cualquier otra. Cada tarde jugaba en la nieve después de la escuela, pues se había convertido en un hábito para adaptarse a la situación que estaba atravesando: su nuevo hogar y sus actuales padres. Los «Thorne» eran personas amables, decentes e íntegras. Según escuchó ellos hicieron hasta lo imposible para concebir hijos –sea cual fuera su significado–, sin embargo, sus esfuerzos no fueron suficientes por lo cual decidieron iniciar el proceso de adopción. Entre todos los niños del orfanato fue Sera quien llamó poderosamente la atención de la pareja y no transcurrió mucho tiempo para que estuviera en su casa disfrutando de comidas deliciosas y atención gentil. No obstante, cada tarde, ella necesitaba un poco de espacio y jugar en la nieve le distraía lo suficiente como para hacerle olvidar que ellos no eran sus padres, ni esa su casa, ni los compañeros de clases sus amigos.

Se sentía como un sueño del cual despertaría llorando y se descubriría nuevamente sola. Por lo que sabía de sus verdaderos padres; los biológicos, murieron en un accidente de auto cuando era todavía un bebé. No había familia ni nadie quien pudiera asumir la labor de criarla por lo cual servicios sociales la llevó a un orfanato donde creció rodeada de niños en su misma condición. No fue fácil, pero tampoco terrible; hubo risas, historias, grandes recuerdos, camaradería y sueños. Fantasías grandes, desorbitantes, un poco fuera de la realidad y descubrió que, para algunos, se cumplían como para ella el sueño de pertenecer a una familia aunque todavía se estuviera adaptando.

Y una noche como cualquier otra, muy lejos del orfanato ella pudo vivir lo que consideró por muchos años una extraña fantasía. Estaba en el parque meciéndose en el columpio con la vista fija en la entrada del bosque, no podía dejar de sentirse atraída por él, de pensar que había algo más. Un movimiento le llamó la atención de la pequeña. «¿Qué fue eso?» Se giró para corroborar si su tutor había visto aquello, sin embargo, él parecía centrado en su periódico; extrañamente lo leía de noche y aparentemente no había nadie más que ellos dos en el lugar. Centró su vista de nuevo, otro movimiento. ¿Podría ser un oso? ¿O era producto de su imaginación? Apoyó los pies en la tierra lista para correr si era necesario.

Luego, como si aquella criatura notara su incertidumbre hizo un ruido extraño y salió de las sombras. No era un oso, definitivamente no era un animal. Era un muchacho con… ¿un disfraz? Él la observó por un segundo, pálido y asustado, como si no pudiera creer lo que estaban viendo sus ojos. Ella se levantó del columpio con expresión sorprendida, ¿qué hacía con un disfraz sumergido en el bosque? Entonces, cuando cayó en sus rodillas corrió pero no lejos de él.

—¡Papá!

Sabía que desde hacía mucho tiempo Joshua Thorne había deseado escucharle decir esa palabra para referirse a él y estaba tan aterrada que no pudo refrenar el impulso de gritarlo. En cuestión de segundos la alcanzó, pudo escuchar claramente su exclamación de sorpresa al ver lo mismo que ella; ese joven retorciéndose como si experimentara un dolor insoportable.

—Ayúdame —rogó mirándola como si fuese la única capaz de entenderle, su voz parecía no haber sido usada en mucho tiempo, todo él estaba sucio seguramente por haberse adentrado en el bosque—. Por favor, me atraparán. Ellos me siguen y…

—Tranquilo, papá nos ayudará. —Estaba completamente segura de ello.

Y su seguridad logró sacar a su padre de su estado de sorpresa, sabía en lo más profundo de su ser que aquel hombre jamás la decepcionaría así como tampoco permitiría que nada malo le sucediera a ese joven. Lo tomó en sus brazos, emprendiendo su camino a casa. El trayecto no fue largo; vivían a una cuadra del parque y cuando Greta, su esposa, les vio entrar se sorprendió.

—Mamá, por favor —susurró hacia ella la joven siendo desesperadamente consciente de la importancia del tiempo en ese tipo de situación. Notó como los adultos se miraron un segundo, no necesitaron más para entenderse y como cirujanos que eran pusieron manos a la obra para ayudar al pequeño.

Los ojos del muchacho eran de un color extraño. ¿Usaba lentes de contacto o algo así? Con unas tijeras su madre cortó el extraño atuendo del joven y siseó al ver una larga y profunda herida en la espalda pero no tardó para proceder a desinfectar. Él soltó una especie de alarido, por supuesto, era doloroso, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras ella le mojaba los resecos labios con agua.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó al oírle soltar un quejido cuando su padre empezó a coser la herida, debía ser molesto y quería distraerle del dolor.

—Farid. —Su mandíbula se apretó intentando contener cualquier otro sonido, como si de alguna manera su orgullo se viera afectado por tal muestra de dolor, luego se enfocó en ella nuevamente—. ¿Y el tuyo?

—Seraphina, pero puedes llamarme Sera.

Él lanzó un suspiro intranquilo. —El nombre de mi salvadora—declaró.

Luego de eso se desmayó soltando su mano.

Sus padres sin dejar de hacer su trabajo le dedicaron miradas confundidas. ¿Quién era ese extraño muchacho? Parecían cuestionar, pero tampoco ella lo sabía.

Al día siguiente estaba impaciente por ver de nuevo al joven, sus padres le dijeron que se negó a hablar gran cosa con ellos: no reveló ni su apellido, ni la razón de estar en el bosque y mucho menos quienes le estaban buscando. Los Thorne estaban decididos a dejar el caso en manos de la policía, pero les rogó para que no lo hicieran: pidió tiempo y comprensión. Jamás había pedido nada y no supieron cómo negarse a ello. Sin embargo, le concedieron una semana, sólo una, luego de ello llamarían a las autoridades porque no podrían tener a alguien en su casa si estaba reportado como desaparecido.



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En el texto hay: amor, venganza, realeza

Editado: 18.02.2025

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