El príncipe ardiente
Sera escuchó como algunas hechiceras bromeaban acerca de desmayarse ante la presencia del príncipe renuente, no obstante, su mirada no se separó de Darek desde que le vio. En el risco notó su atractivo pero esa noche estaba especialmente arrebatador; no sabía si se debía a su aire melancólico, al traje o al evidente desinterés a toda la atención recibida, pero el hombre tenía un encanto natural, seguramente podría calmar a una serpiente si se lo proponía.
Se mordió el labio inferior antes ubicar a Farid entre la multitud, este no se había movido de su sitio como tampoco lo habían hechos sus admiradores, aun así, el rubio observaba fijamente al punto donde se encontraba el monarca recibiendo halagos y palmadas en la espalda.
—Es la primera vez en diez años que nuestro príncipe se presenta a la reunión de nieve. A eso se debe tanta conmoción —murmuró u.
Bajó la mirada.
—Te conozco —dijo Sera convencida.
La criatura sonrió. —Y yo a ti. Viví en el jardín de tu casa por mucho tiempo hasta que mi familia y yo cumplimos con el objetivo y volvimos a casa. Ahora sabrás, no era tu imaginación vivida como decían tus padres, varias veces nos viste moviéndonos y hablando porque lo estábamos haciendo. Ya no eres la niña que vimos crecer.
—Bueno, no tanto, tengo dieciocho años ahora, pero al menos sé con certeza lo sucedido con ustedes, pensé que los habían robado. ¿Tenían una misión en nuestra casa?
El gnomo asintió. —Velábamos el tesoro del jardín, ese era nuestro encargo. Cuando tu padre lo encontró no tuvimos más que hacer allí. Me enteré de sus muertes hace veinte minutos por el director, tu padre era un buen hombre y donar aquel dinero para mejorar el hospital de su pueblo fue un acto muy amable. No todos harían lo mismo. Lamento su partida. —Se acercó a ella para darle una pequeña palmada en la pantorrilla.
La joven asintió en agradecimiento, pasaron varios segundos antes de que pudiera volver a hablar. —¿Estás emocionado por su regreso? Según lo que dijiste el príncipe tenía mucho tiempo sin hacer una aparición. —Dirigió el tema a algo menos personal.
—Sí, me alegra verlo. Lo sucedido con él fue injusto y siempre lo dije. No importa si tiene la corona o no, no interesa si quiere gobernar o no, pero no puede vivir exiliado de su hogar. Tiene tanto derecho como cualquiera de estar aquí y con él será la nevada más hermosa en una década. Qué suerte estar para presenciarlo. Voy a saludarle. —Agitó una mano para despedirse de Sera y se movió rápidamente entre la multitud con sus pies de cerámica resonando en el suelo.
Nuevamente ella centró su atención en el recién llegado para notar como más criaturas se iban aglomerado a su alrededor, sorprendentemente, los ojos de Darek estaban fijos en ella; entre la multitud le había reconocido y una sonrisa se extendió por su rostro. Sera se giró para evitar ser receptora de toda la atención, no quería meterse en problemas y menos deseaba que las personas se enteraran de su primer encuentro ni de cómo fue salvada. La castaña se dispuso a buscar a Gato, rodó los ojos al reparar en ese nombre, el príncipe ni siquiera se había molestado en pensar en algo original para su mascota. Ajustó la mirada a la oscuridad del bosque para adentrarse sólo un poco y le vio, allí sentado con los ojos violetas brillantes y el movimiento incesante de su cola. Lo llamó para luego sentarse junto a él tendiéndole el plato. Gato comió con voracidad y ella tuvo que apoyarse en una roca mientras respiraba profundamente o al menos lo intentaba.
—Gato, ¿podrías devolverme el favor destruyendo este hermoso atuendo? Estoy a punto de desmayarme. —Luego se dejó caer en el suelo extendiendo los brazos, siendo ignorada por el animal que seguía engullendo su comida. Aún le costaba un poco respirar con naturalidad. —Alguien debería arrancarme este vestido —musitó con rabia a la nada.
—¿Es la frase de moda? La he escuchado no menos de cinco veces.
Sera intentó incorporarse viéndose frustrada por el peso del vestido que la arrojó nuevamente al piso, frente a ella pudo ver dos largas piernas enfundadas en un pantalón negro. Había reconocido esa baja y oscura voz. ¿No estaba ocupado opacando al brillo de la luna? ¿Qué rayos hacía allí? Cuando por fin pudo sentarse nuevamente él estaba de cuclillas muy cerca con una expresión presuntuosa.
Entrecerró los ojos hacia él. —No sabía que estabas aquí.
Entonces, Darek sonrió con burla. —Las otras damas tampoco. —Le tendió una mano para ayudarla a ponerse de pie, no obstante, la vergüenza no le permitió aceptar su cortesía, sirviéndose de sus propias fuerzas para abandonar el frío suelo.
La joven sacudió su vestido con fuerza limpiando la tierra acumulada en la caída, entonces pudo por fin enfrentarse al hombre con algo o más bien, poca, dignidad. —Causaste una escena esta noche, príncipe Darek. Te has llevado la atención por completo.
Los ojos violetas de él bailaron en los de ella con un brillo cargado de inteligencia. —Así que preguntaste por mí. Recuerdo perfectamente que habíamos acordado no intercambiar nombres, Seraphina Thorne.
Ella levantó un dedo señalándolo. —¡Ajá! No fui la única con curiosidad aquí señor príncipe ardiente. —Sera se dio cuenta muy tarde de sus palabras y no pudo detenerlas, se sonrojó con fuerza al verle arquear las cejas, era evidente que estaba reprimiendo una carcajada. —¿No has escuchado las murmuraciones? Eso dicen de ti y solo repito. Como te dije, causaste toda una escena.
Editado: 15.01.2025